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Full text of "Juan Antonio Zubillaga 1931 Estudios Y Opiniones 2"

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Juan Antonio Zübillaga 



TOMO 11 

(OBRAS LITERARIAS) 


MONTEVIDEO 
Impresoka Uruguaya S. A. 
Cerrito esq. Juncal 
1931 



ESTUDIOS Y OPINIONES 



OBRAS DEL AUTOR 


Publicadas : 

La Prensa Independiente 

Sátiras e Ironías 

Crítica Literaria 

Estudios y Opiniones. — Crítica 

Tomo I. — (Derecho - Historia - Sociología) 

Estudios y Opiniones. — Crítica 
Tomo II. — (Obras Literarias) 


Bn prensa: 

Estudios y Opiniones. — Crítica 
Tomo III. — (La Obra de Rodó) 

Estudios y Opiniones. — Crítica 

Tomo IV. — (Instituciones y Obras Políticas) 

Gente Eximia. — (Sátiras e ironías) 

Próximamente : 


En el País de Aquellos. — (Sátiras e ironías) 
Las Veladas de «La Mañana» 

Novelas 



Juan Antonio Zubillaga 


ESTeOIOS Y OPINIOIS 

CRÍTICA 


TOMO 11 

(OBRAS LITERARIAS) 


MONTEVIDEO 
Impresora Uruguaya S. A. 
Cerrito esq. Juncal 
1931 





€ Je me figure les grands artisies enfermés dans 
un kiosque qui est séparé du monde environiiant 
par des vitres de toute couleur et de toute nuance, 
Ctiacun d*eux regarde aii travers d*un de ces 
verres diversement teintés : Vun voit rouge, Vautre 
bleu, Vautre gris. Le critique, lui, se place tour á 
tour au point de vue de chacun, mais il n*y reste 
pas; il sait que la lamiere Manche, celle qui éclaire 
la masse des hommes et la nature, est un composé 
de toutes les couleurs de Varc^-ciel, de méme 
que Vart humain comprend dans sa complexité 
toutes les formes de Vart individáel ou nationaH . 

Georges Renard 
cLes Princes de la Jeune Critique^. 


Desde que el espíritu moderno, con la intensa luz 
de su examen, ué^^sal y constante, comprobó que el 
desarrollo evolutiv^tíe la producción artística impone 
transformaciones correspondientes en la crítica, ésta 
perdió el concepto estrecho de mero juicio con conclu- 
siones definitivas sobre el valor absoluto de las obras, 
que durante largo tiempo la caracterizara. Al exclusivo 
e inmutable ideal estético, y al código de leyes inflexi- 
bles para las obras de arte — que la hacían dogmática y 
autoritaria — sucedieron la comprensión, la tolerancia y 
el respeto para todas las sinceridades que realicen la 



G JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 

belleza, cómo y dónde la ofrezcan, con cualquier forma 
y con cualquier credo. 

Desde entonces, destruido el prestigio de las fór- 
mulas consagrat Orias del mérito y la superioridad de los 
autores y las obras que a ellas se ajustaban, y exclu- 
yentes de cuanto no cabía en sus moldes y escapaba a 
la rigidez de sus límites, fué necesario al crítico conser- 
var su espíritu abierto para todas las concepciones y 
todas las modalidades artísticas: hasta cuando ellas se 
aparten de su gusto, del de su ambiente, o del de su 
época. Por eso considera Bourget indispensable en el 
que estudia una obra la aptitud para “la comprensión 
de las cualidades opuestas a sus cualidades y del ideal 
opuesto a su ideal”, pues si aún puede emitir su opinión 
según su conciencia y su gusto, ya no le incumbe con- 
denar o consagrar la producción que examina, por in- 
transigencias de ideas y de escuelas, filosóficas o artís- 
ticas. 

Imposible es al espectador, o al estudioso, renun- 
ciar a la manera cómo su naturaleza y su educación 
permiten que impresionen a su ánimo las diferentes 
manifestaciones del arte, y el crítico no puede indepen- 
dizar de su temperamento y su cultura su concepto de 
la belleza donde la observa; pero — sin dejar de ser fiel 
a la simpatía que proviene de las afinidades y es el 
fundamento de la admiración — le corresponde interpre- 
tar y explicar lealmente las ideas, los sentimientos y 
la forma de las obras que ocupan su labor. Y sólo 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


así — ante la conciencia libre del lector — expongo en 
estas páginas la obra de pensamiento, emoción y arte 
realizada en diferentes libros por el espíritu y la capa- 
cidad interpretativa de sus autores. 


Juñn Antonio ZuhíUaga, 




"RODÓ” POR ZALDUMBIDE 


( Breves eomeotarios a un gran estudio ) 




“RODO” POR ZALDUMBIDE .i) 

(Breves comentarios a un gran S8tt<:Íío) 

Desde este pequeño ambiente intelectual, todavía tan 
poco fértil como los otros de la América “sonora y va- 
cua” que el autor menciona, para la producción artísti- 
ca de calidad considerable en los centros superiores de las 
civilizaciones europeas, envióle mi agradecimeinto por el 
obsequio de su estudio sobre Rodó. Es magistral en todo, 
e igualmente honesto en sus elogios y en sus objeciones, 
pues siempre es fundado y luminoso, sincero y justo, hon- 
do y bello: no sé de otro que le aventaje como examen e 
interpretación porque considere y penetre más, ni que le 
supere en el arte del estilo. Y quien a la vez que compren- 
de tanto de aquella excelsa personalidad y demuestra có- 
mo era superior y cuánta era su grandeza, sabe todo lo 
que ese estudio evoca del alma de estos pueblos, de la 
civilización refleja que en ellos ha evolucionado, de los 
factores del largo atraso de estas sociedades y de lo 
que pudiera tener virtud para obrar su adelanto moral 
indefinido: muéstrase también excepcionalmente dotado 
para enseñar. 

Desde que el autor explica por qué la obra del insigne 
maestro trajo el “soplo de orientación” que los espíritus 
estaban esperando en nuestro Continente, y cómo en la 
literatura americana sólo cuando llega él es posible “ad- 


(1) Publicado en La Razón, de Montevideo, el 25 de agosto de 1919. 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


mirar sin reservas la calidad de una prosa de nobleza cons- 
tante e infatigable elevación”, surge ante el lector la per- 
sonalidad completa que hubo en Rodó, la personalidad ex- 
traordinaria que tuvo maravillosa revelación en su doctri- 
na y en su estilo. ¡Por eso, comprendiéndolo en su cabal 
integridad, nadie ha explicado más de su espíritu, de su 
idealismo, de su enseñanza ; cuánta ha sido y es la influen- 
cia de su doctrina y de su arte en todos los pueblos ame- 
ricanos; a qué clase de filósofos pertenece y por qué “en 
su calidad de pensador y director de vocaciones no tie- 
ne pares”; cómo dignificó la literatura americana y por 
qué “es el clásico de América”; cómo fué aquella obra 
independiente e impersonal y por qué a su autor “no le 
superan antecesores en la doctrina” y su prosa es “sin igual 
e intransmisible”. 

Y cuando de la personalidad y del conjunto de la 
labor de Rodó pasa Zaldumbide al examen de cada obra 
del gran pensador y literato son igualmente admirables 
el sentido interpretativo y el equilibrio del juicio que ilu- 
minan al estudio suyo. Yo, que algunos años antes de 
la prematura extinción de aquel eminente espíritu hice 
la síntesis exacta de su doctrina — ^más que para desper- 
tar lejos el deseo de conocer su obra, para los que en el 
propio suelo muchas veces le dieron el disgusto de elo- 
giarla sin leerla, o de interpretarla mal — veo complacido 
que en los más serios estudios consagrados a Rodó des- 
pués de su fallecimiento muchas veces los más autoriza- 
dos juicios confirman mis opiniones vertidas en aquella 
época respecto de puntos capitales de la personalidad y 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


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de la producción examinadas. Es que la conciencia que se 
produce en el reconocimiento de las dotes extraordinarias 
del pensador y del artista, por la crítica, va revelando que 
es unánime el concepto de la significación excepcional 
del pensamiento y del arte de Rodó en la América nuestra. 

Así y por eso, de los estudios realizados en sus dis- 
tintos países recogen y comparten con frecuencia idén- 
tica opinión e igual juicio admirativo de las más caracte- 
rísticas fases áe la personalidad y de la obra examina- 
das ; Zaldumbide, Henríquez Ureña, García Calderón, An- 
gel de Estrada, Alejandro Andrade Coello, Flavio Herre- 
ra y muchos más, sin citar a los tres o cuatro que en la 
propia patria del ilustre autor han realizado estudios se- 
rios. Y esa convergencia de las opiniones ocurre respecto 
del pensador, del artista, del crítico, del psicólogo, del 
maestro de la más alta moral, del apóstol de la solidari- 
dad americana, de las múltiples fases que tuvieron excep- 
cional manifestación en Rodó, como asimismo respecto 
de cada una de las obras suyas que forman el más alto 
exponente de ideas y de estilo entre nosotros. Pero eso, 
precisamente para cuantos conocen aquellos y otros juicios 
de la más autorizada crítica, destaca al trabajo publicado 
por Zaldumbide en la Revue Hispanique, porque en ese 
estudio, además de fundar con originalidad observacio- 
nes e ideas en que otros coinciden, se vierten tantas y 
tales nuevas que por ellas alcanza su mayor significado. 

Todos los que conozcan el sentido y la trascenden- 
cia de la producción filosófica y literaria de Rodó acom- 
pañarán la opinión interpretativa de Zaldumbide cuando 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


llama a “El que vendrá” “su primer examen de concien- 
cia propia y colectiva” y dice que “esa diáfana manera 
de pensar era casi orar” y que “revelaba el advenimiento 
del anunciador” ; como cuando refiriéndose al estudio so- 
bre “Prosas Profanas” deja la observación de que “na- 
die antes que Rodó había fijado el alma de Darío”, “ni 
las distancias que le separaban de su cohorte”. Asimismo 
si respecto de la aparición de “Ariel” es indiscutible que 
“toda nuestra América reconoció que un guía espiritual 
había surgido anunciando quizás tiempos nuevos”, y que 
“de él data en ella la moderna reacción idealista” : cuan- 
to Zaldumbide explica de la “moral estética de esa obra”, 
de la “oportunidad de su aparición” y de la “eficacia de 
su elocuencia”, es tan penetrante que será definitivo. 

Del mismo modo encierran y definen todo el sentido 
moral, pedagógico y eficiente que infor na a la doctrina 
de “Motivos de Proteo”, muchos sintéticos conceptos de 
su estudio, como los que dicen de lo que su autor propó- 
nese y realiza en dicha obra: “Su fin es de suscitar esas 
resurrecciones de tantos vivos como yacen sepultados en 
su propia inconsciencia”. “Inclínase sobre los enfermos 
de la voluntad, sostiene las vocaciones vacilantes, hace 
brotar nuevas fuentes allí donde el total desaliento ha 
secado las antiguas. Cree salvar riquezas ignoradas aún 
en los más pobres de espíritu. Ejerce en verdad cura 
de almas”. 

Y también es así la labor que realiza el insigne es- 
critor ecuatoriano con los estudios contenidos en “El Mi- 
rador de Próspero” : la misma palabra magistral desen- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


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trañando la noción exacta de la doctrina, la razón de su 
trascendencia, la explicación de la unidad espiritual del 
autor. Y se suceden y multiplican, como en el comentario 
de las otras obras, los juicios convincentes, las compara- 
ciones demostrativas, las frases luminosas. No puedo evi- 
tar que la memoria traiga a los puntos de mi pluma las 
felices palabras concluyentes que Zaldumbide dedica al 
^‘Bolívar” de Rodó, después de llamarle “prodigio de 
maestría y certeza”, y que terminan estableciendo muy 
acertada equivalencia de valores literarios : “Su “Bolívar’’, 
el más alto alarde de fuerza y seguridad en el pensamien- 
to, de originalidad en la afirmación, de vehemencia lú- 
cida en el estilo, sale de la fragua resplandeciente de vida 
física, y arrebatado por un dinamismo heroico. Tan sólo 
le es comparable el “Bonaparte” de Taine. 

Y así todo, y así siempre; con la misma luz de su 
poderosa interpretación; igual sobre “el escritor” a quien 
“el tono nazareno y la eglógica poesía de las parábolas 
dan cierta oriental nobleza”, y cuya prosa resplandece con 
“imágenes cargadas de sentido trascendental en cada de- 
talle de apariencia decorativa”, que respecto del “maes- 
tro”, cuando explica que lo fué por sobre todos porque 
“nunca se reunieron en alma tan noble más generosas do- 
tes comunicativas, ni las abonó sinceridad más diáfana, 
probidad moral más delicada, autoridad más incólume”. 

Yo conocía dos libros del emitiente literato del Ecua- 
dor que motiva este artículo — el estudio de Barbusse y 
el de la evolución de d’Annunzio — tan admirables que 
por ellos compartía la opinión emitida, hace varios lus- 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


tros, por Francisco García Calderón al afirmar que des- 
pués de Rodó descollaba Zaldumbide entre los más su- 
tiles críticos de América. Pero ahora creo que su extraor- 
dinario estudio de la personalidad y de la obra de nues- 
tro insigne pensador y artista supera a aquellos dos va- 
liosísimos trabajos. Son en él sorprendentes el poder ana- 
lítico en el examen y la eficacia con que demuestra las 
distintas fases de la realización filosófica y artística del 
maestro, así como el proceso psicológico de su actividad 
creadora. 

Sin negar lo que de ello no escapara a la percepción 
de otros críticos : en justicia es obligatorio reconocer que 
nadie ha fijado con la claridad de ideas y la precisión de 
lenguaje con que lo expresa Zaldumbide, la más convin- 
cente interpretación del sentido del apostolado de Rodó. 
Y no habrá mejores palabras que las de este ilustre ecua- 
toriano — aun tomadas al azar en diferentes páginas — 
para demostrar la verdad fundamental de lo que dice del 
maestro y su enseñanza: “Todo en su empeño era llama- 
do, exhortación, estímulo”. “Desde su mirador, abierto 
a los cuatro puntos cardinales, indicaba el principio y el 
término de las más seguras sendas; pero no descendió 
a obligamos a seguirle por una sola”. “Del ideal, antes 
vaga aspiración del alma, ensueño errante e inapacigua- 
ble, incompatibilidad aristocrática, ornato y decoro de ro- 
mánticas melancolías, caballería irrealizable o sublimidad 
de anhelos incompredidos. Rodó hizo cotidiana y mansa 
disposición del espíritu, dióle raíz y sustento en toda rea- 
lidad”. “Nadie podrá en nuestra América hablar de ame- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


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ricanismo o de movimiento de almas hacia lo ideal, lo uni- 
versal y humano, de acción y culto desinteresados, de idea- 
lidad y de mesura, sin evocar el recuerdo de su enseñanza, 
sin caer bajo el modelo insuperado”. 

¿Qué agregar a estas palabras suyas? No se. hace 
más que justicia al reconocer que de todas las páginas de 
su obra emerge igual luz de intelección y de arte defi- 
nitivos. Dejemos, pues, que ellas sean en este artículo 
el último testimonio de mi admiración por su intensa y 
brillante labor. 


2 


TOMO II 




SOMBRA DE EUROPA** 


(Por Adolfo Agorio) 




SOMBRA DE EUROPA^' d) 


( Por Adolfo Agorio ) 


‘'L’heure semblait propice, et le penseur candide 
Croyait, dans le lointain d’une aurore splendide, 
Voir de la Paix déjá poindre le front tremblant. 
On respirait. Soudain, la trompette á la bouche. 
Guerre, tu reparáis, plus ápre, plus farouche, 
Ecrasant le progrés sous ton talón sanglant.” 

— L. Ackermann. — La Guerre. 


Era en 1910: el año en el cual se cumplía el primer 
centenario de la independencia de la República Argentina. 

En aquellos días, anteriores al gran mes de la re- 
volución americana, los más patrióticos entusiasmos ani- 
maban el ambiente de Buenos Aires. Vibraban las almas 
del pueblo heredero de tales glorias e iluminaba los sem- 
blantes el fuego sagrado del orgullo nacional, y entre la 
alegría que estallaba en himnos, luces y colores por calles y 
avenidas, la gran capital se aprestaba, luciendo sus más 
preciadas galas, a recibir dignamente las delegaciones que 
todos los países enviaban para rendir el homenaje de su 
simpatía, de su admiración y de su respeto al pueblo que 
en esa primera etapa de su vida libre les merecía por el des- 
arrollo extraordinario de su riqueza y por los progresos 
de su organización y de su cultura. El fastuoso tren de 


(l) Publicado en La Razón., de Montevideo, el 20 y 27 de diciembre de 1910. 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


las embajadas que llegaban diariamente pasaba entre las 
multitudes aglomeradas para verlas, y que, radiantes, por 
el júbilo como las comitivas oficiales por los entorchados, 
envolvían en sus vítores y aplausos el desfile de las ca- 
rrozas que llevaban a los que traían la representación de 
otros pueblos y otras civilizaciones. 

En medio de esa efervescencia clamorosa y deste- 
llante del alma argentina en la fiesta de su primer siglo, 
un día me anunciaron la visita de “un señor que traía una 
carta de Rodó para entregarla personalmente”. Dije al 
criado que hiciera pasar a esa persona, y poco después 
veía entrar en mi departamento a un joven, casi un niño, 
que en la imprecisión natural de los rasgos del semblante, 
propia de sus años, sólo destacaba de su palidez la viveza 
y movilidad de su mirada, una mirada llena de interro- 
gaciones y curiosa de todo. Era Adolfo Agorio. 

Nervioso, locuaz, atendía con ansiedad y se adelan- 
taba impacientemente a interpretar el pensamiento de su 
interlocutor. Le trascendía el anhelo de inspirar fe y la 
urgencia por iniciarse. En la carta que me entregó de 
Rodó éste me lo presentaba y recomendaba, elogiando sus 
felices disposiciones y pidiéndome que hiciera por él todo 
lo que pudiese favorecerle en aquel ambiente. Y por co- 
rreo recibí otra misiva de aquel gran amigo, confidencial, 
que confirmaba la recomendación traída por el joven y 
en la cual me pedía que prestara atención a algunos ar- 
tículos que su recomendado había publicado en la prensa, 
y llevaba para que yo leyese, pues revelaban raras dotes 
intelectuales y muy promisorias cualidades de escritor. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


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Desde que conversé con Agorio y leí los artículos 
con que se había iniciado, quedé convencido de que a su 
respecto, teniendo en cuenta su juventud, no había sido 
la generosa bondad característica de Rodó la que opinaba 
en la carta traída por el interesado y en la que me enviara 
por correo, sino muy honrosa justicia, por venir de quien 
venía, a una revelación de méritos que, indiscutiblemente, 
prometían mucho. Y pasados pocos días, las primeras di- 
ligencias de mi interés por el joven compatriota se con- 
centraban en una carta dirigida al propio recomendan- 
te — que a la sazón era presidente del Círculo de la Pren- 
sa de Montevideo — pidiéndole que “a vuelta de correo” 
me mandara para su recomendado y otro amigO' que con 
éste visitaba la metrópoli argentina en aquella solemne 
circunstancia, el nombramiento de delegados de la refe- 
rida institución del Uruguay ante el Congreso Internacio- 
nal de Periodistas que, con motivo de la celebración del 
Centenario, se reuniría dos días después en Buenos Aires. 

El nombramiento, redactado con la misma fecha en 
que fué recibida mi solicitud, llegó por el correo del día 
siguiente, y tuvo su primer efecto como credencial para 
participar en un gran banquete de los congresales de los 
diferentes países representados, en el cual nuestro en- 
viado habló, según después me explicaba, “más que como 
pensó hacerlo, apenas como lo permitieron las circunstan- 
cias”. Su acompañante afirmaba que había hablado más 
extensamente que todos, pero él me aseguró que cuando 
tuvo que terminar su peroración estaba por empezar a 
exponer sus ideas más trascendentales. 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Desde entonces pronto se cumplirán dos lustros, ( i ) 
tiempo sobrado para que el estudio, la meditación, y, en 
gran parte, la vida y su experiencia, formaran un hom- 
bre de aquel joven y desarrollaran su carácter y su vigor 
intelectual. Durante esos diez años Agorio ha escrito casi 
cotidianamente en los diarios y ha producido varios li- 
bros. De lo que en ese tiempo haya crecido su persona- 
lidad psíquica y de cuanto haya sido el mérito que logró 
dar a su obra, instruye mejor que todo lo que yo me pro- 
pusiera demostrar aquí, el hecho elocuente de que sin salir 
de esta pequeña Montevideo ha conquistado con su labor 
de publicista el honor de ser electo miembro correspon- 
diente de la '‘Societé des Gens de Lettres”, de París 

Y ante las conciencias honradas sería mera injusti- 
cia atribuir exclusiva influencia para la distinción alcan- 
zada a los sentimientos y a las ideas que al escritor 
inspira el espíritu luminoso del gran pueblo exponente de 
la mayor civilización latina. ¡ Cuántos de los que en nuestra 
América y en la propia Lutecia expresaron continuamen- 
te, durante la última guerra, su amor y su culto al alma 
de Francia, hubieran merecido así, con obra a veces coti- 
diana, la alta recompensa que en Agorio consagra la glo- 
ria intelectual a que sólo está destinada ! 

El último de sus libros, con el cual me ha obsequiado 
y que acabo de leer — escrito para retribuir como prenda 
de gratitud el nombramiento acordado a su autor por la 


(1) Hoy más de cuatro. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


‘26 


mencionada institución literaria francesa — es el que ha 
despertado en mí los recuerdos que contienen las líneas 
anteriores, y es el motivo de las impresiones que a conti- 
nuación expongo. 

* 

“La sombra de Europa” es la obra de un escritor que 
hondamente estremecido todavía por la mayor conflagra- 
ción ocurrida entre los países de más poder y superior cul- 
tura, atiende al estado de los espíritus y examina la evolu- 
ción de las ideas después de ese fenómeno extraordinario, 
cuyas consecuencias tendrán largo influjo moral y mate- 
rial en la humanidad. Lo hace convencido, como otros 
comentaristas de la misma tragedia mundial, de que la 
fuerza desenfrenada en el viejo Continente “ha lanzado 
las ideas seculares a las llamas”, y cree que “la guerra ha 
revelado aspectos desconocidos de la especie, ha modifi- 
cado los medios de ver y de sentir, ha trastornado el 
orden de los problemas morales”. 

Amplísimo es el horizonte que en la vida y en el 
mundo ideológico abarca la observación del autor, y por 
ello son dilatadas y variables las perspectivas en el largo 
desfile de los aspectos de su labor. Por eso recuerda y 
considera mucho de lo más trascendente que, desde to- 
dos los tiempos, puede relacionarse con la gran catástrofe; 
mucho de lo que ante ella dijeron y realizaron — o piensan 
y hacen — artistas, filósofos, literatos, guerreros. Y lo efec- 
túa trayendo a colación quimeras y aciertos de ensueños 
y profecías pertinentes; comparando ideas y sentimien- 
tos; religiosos, morales, políticos, artísticos. 



26 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Así también muestra psicología de razas y caracterís- 
ticas de civilizaciones ; analiza virtudes y vicios de pueblos 
y hombres; examina y diseca vanidades y glorias; consi- 
dera y explica prejuicios y supersticiones, con noción de 
su benéfica o perjudicial trascendencia, y según ello; con 
elogio o censura, acritud o respeto- Nervioso observador y 
comentarista de todos los móviles, de todos los propósitos, 
de todas las visiones; escrutador audaz, y acaso apasio- 
nado, de los misterios de lo porvenir: vésele siempre ávi- 
do de algo que ponga en evidencia nuevas rutas espiritua- 
les que anhela con orientaciones diferentes y opuestas a 
las de las sendas trazadas y seguidas hata ayer, hasta hoy, 
por la razón y el sentimiento humanos. 

“La sombra de Europa” es un libro hecho, en su ma- 
yor parte, de apotegmas, a veces parado jales, pero con 
frecuencia resplandecientes con intensa lucidez mental; no 
siempre en continua ilación — pues así como el estilo del 
escritor es cortado, es el orden de sus ideas cambiante — 
pero casi siempre luminosos con la luz de un pensamiento 
hondo y de una forma bella. Es indudable que acaso sea 
mucho suponer, todo lo que el autor supone que la gue- 
rra recién terminada va a destruir y a crear en las cosas 
y en las almas, a reemplazar en el mundo físico y en 
las ideas y en los sentimientos. Pero también es cierto— 
por sobre todos los errores posibles a la específica falibi- 
lidad humana — que esa fe en tanta trascendencia ofrece 
en esta obra todo el interés de los problemas que formula 
y estudia a la luz de un criterio que si no ultima las con- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


‘27 


secuencias de todo, mucho sugiere con la agilidad de su 
examen : más que orientado hacia soluciones concluyentes, 
libre de todos los prejuicios que pudieran limitar la cu- 
riosidad de su inquietud. 

Frecuentemente diríase que es el libro contradictorio 
de un humorista por cuya espíritu escéptico pasan todas 
las corrientes ideológicas del momento, dejando principios 
opuestos. Siempre puede preguntarse el lector qué es lo 
definitivo en ese torbellino de ideas sucesivamente adop- 
tadas o desechadas sin compromiso de consecuencia, pues 
parece que el autor comentara todo sin la seguridad de 
una certidumbre permanente, Y después y más allá de la 
admiración, la protesta o el vaticinio del escritor, inva- 
riablemente interrógase el alma del que lee: ¿hasta dón- 
de? ¿hasta cuándo?. . . 


íK 

Frente al espectáculo de los intereses materiales y 
morales que luchan en la vida, y de las ideas que con ellos 
pasan renovándose incesantemente desde las más remotas 
épocas, el autor considera los orígenes y las consecuencias 
de la guerra — ^ese fenómeno! antiguo como la humani- 
dad — ^y cree ver las causas y espera los resultados que 
imagina del enorme conflicto sangriento que concluye. 
Por eso piensa que “ese choque de proporciones volcáni- 
cas se inició entre el sentido universal de la justicia y el 
deslumbramiento colectivo gravitando sobre un monarca 
exacerbado por el delirio de la fuerza”, y supone que el 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


inmenso trastorno de Europa “oculta los secretos de una 
vasta transformación”. 

Tanta es su fe en el cambio del mundo moral por 
efecto de la última catástrofe que ha desangrado a la hu- 
manidad, que opina que “ya ha comenzado el gran pro- 
ceso de todos los valores éticos, la gran revisión de to- 
das las entidades fraternales, el gran análisis de todas las 
garantías jurídicas”, y aunque declara que “nadie sospe- 
cha lo que resultará de ese balance mudo que tiene por 
teatro el misterio inquietante de las almas”, afirma la 
bancarrota de las ideas morales, acusa de lirismo al anhe- 
lo de fraternidad, y niega la paz por los convenios ; “en- 
tristece, escribe, meditar que otra vez se volverá al res- 
peto hipócrita de los tratados, que otra vez las naciones 
garantirán su independencia con pedazos de papel cubier- 
tos de firmas”. 

Tales ideas, a veces afines y a veces incompatibles, 
reaparecen intermitentemente en el curso de la obra, y 
aunque cuando chocan desconciertan con la aparente ins- 
tabilidad de una orientación en la doctrina, son reflejo 
directo y expresión sincera de impresiones y estados ne 
conciencia producidos en el autor por lo que atiende y es- 
tudia. Pero va un ideal en la trama de ese razonamiento 
honesto, y una convicción conduce el criterio que aprecia 
el significado de los hechos y de la conducta en hombres, 
pueblos y civilizaciones; hay la norma de una moral en 
el juicio y en los anhelos del que en esas páginas consi- 
dera todo lo que se derrumba y todo lo que sobrevivi- 
rá al choque de los intereses y pasiones que llevan hasta 
la muerte por la victoria. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


29 


Por ello aunque inexorable contra los soñadores de 
lirismos pacifistas y fraternidades artificiales ha podido 
decir que “la justicia es un fantasma secular de quien 
hemos oído hablar mucho, pero que jamás hemos visto”, 
y alude a otro destino para Europa si antes de la guerra 
“hubiese sido dueña de un equilibrio más positivo que el 
de los tratados” : declara también que “sólo el sacrificio 
por la justicia nos reconcilia con la humanidad”, y que 
“aun cuando renazca la barbarie antigua, ella no podrá 
vivir más que un segundo, ella será sofocada, deshecha 
ante el empuje de las fuerzas morales de nuestro siglo. 
Esas fuerzas morales que han creado el sacrificio actual, 
el heroísmo que dispersa la riqueza amontonada con el tra- 
bajo, que derrocha el genio y la sangre para hacer más 
fecundas las enseñanzas de la dignidad humana”. Así ese 
libro fragmentario, que carece de estructura orgánica, 
tiene la unidad del sentido moral que pone en sus mejo- 
les páginas un himno de amor y respeto a los más lumi- 
nosos ideales y a las más altas virtudes, creyendo y espe- 
rando en el supremo bien de la justicia, del honor, de la 
abnegación. 

En medio al cuadro que muestra la trepidación y el 
derrumbe de todas las armazones del mundo moral que 
el autor cree que se disuelve y concluye en la enorme ho- 
guera donde los hombres enemigos sacrifican sus vidas 
por causas que les apasionan y llevan hasta los más al- 
truistas heroismos: pasan ante el lector las teorizaciones 



30 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Opuestas, las ideas incompatibles, los sentimientos anta- 
gónicos, toda la incontestable incongruencia de los sueños 
y las doctrinas oon la realidad que los anula. Y, con esa 
constante oposición natural entre lo imaginado y lo real, 
se ve llegar también al pacifismo de Wilson, lamentán- 
dose de verse precisado a declarar la guerra ; a los augu- 
res y videntes de la contienda de nuestros días, evocados 
por la memoria de sus grandes palabras o de sus grandes 
hechos ; a quien tuviera condición moral para defender la 
violencia de la fuerza arbitraria y glorificar su bárbara 
tragedia ; al que soñara la posibilidad del sometimiento de 
las naciones a una institución impositiva de justicia; a 
los que pasaron alegres entre el aniquilamiento, o vivie- 
ron intensamente sus afectos en medio de todos los ries- 
gos del combate. 

También los grandes sentimientos intensificados en 
la humanidad por los horrores de la gran catástrofe tie- 
nen el comentario interpretativo de todo su más íntimo 
sentido, el que atiende a los fatales sucesos que les engen- 
draban, el de la hora histórica desde la cual el autor Ies 
supone evolutivos para transformación moral de la huma- 
nidad y progresiva trascendencia en las sociedades futu- 
ras. El dolor, la angustia, la simpatía, la piedad: tienen 
en esas páginas una psicología de su florecimiento por la 
guerra y una teoría de su destino. 

Poetas y héroes, precursores y colaboradores — aho- 
ra o desde otros siglos — ^del milagro de la reacción reden- 
tora del mundo latino: hallan asimismo en este libro, de 
tan hondo sentido como artística belleza, la justicia del 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


31 


recu€rdo para el reconocimiento del significado de su con- 
tribución a la causa inmortal de los ideales que en nues- 
tros días pueden merecer el sacrificio de tanta vida. Y 
con el mismo fervor que de aquéllos, nos habla de que 
mientras se elevaba a los espacios el estruendo del com- 
bate sostenido a lo largo de muchas leguas, se extinguían 
opacamente, allá en la sombra a donde no llegaban los re- 
flejos del gran incendio de todas las civilizaciones, otras 
vidas altas y radiantes en el mundo por el fuego sagrado 
del corazón y del cerebro. Muchas fueros las almas lumi- 
nosas así desvanecidas durante el exterminio de las mul- 
titudes en los campos de batalla: Ribot, Naquet, Vogüé, 
Lemaitre, Hervieu, Faguet, ¡cuántosi más!, una legión 
de los que vivieron el sacerdocio de la ciencia y del arte 
humanitarias. Caídos en esos días de retroceso — fuera de 
la acción en que las naciones entregaban a la fuerza des- 
tructora toda la esperanza de su predominio, y cuyos 
horrores concentraban la atención de todos los habitantes 
de la tierra — cerraron sus ojos frente a la indiferencia 
glacial de los espíritus de su época, conturbados y abstraí- 
dos por el espectáculo de la muerte colectiva que segaba 
a los pueblos como flagelo enviado por una suprema jus- 
ticia para castigo de la iniquidad de todos. 

* 

Con toda la sugestión de la probidad intelectual que 
le rige, ofrécese el comentario de la insuficiencia cientí- 
fica para crear la moral hecha instinto que pudiera brin- 



32 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


dar a la vida la felicidad que busca. Informado del proceso 
psicológico originario de todas las supersticiones, ningu- 
na puede hallar incomprensión en el espíritu del autor, y 
por eso la de la ciencia está, al igual que las demás, desalo- 
jada de él : como lo estaba del de Anatole France cuando 
sonriendo ante el Renán que un día también soñara la 
quimera de una ética científica, decía que “sólo sobre el 
sentimiento reposa naturalmente la moral”. 

Por eso puede afirmar Agorio que “sin el espíritu y 
sin el sentimiento, la ciencia es un montón de cenizas 
frías”, y que “el furor científico ha causado a la especie 
peores males que el furor de Atila”. Por eso, oponiendo 
hechos incontestables al fanatismo de las verificaciones 
empíricas — que creyera en la posibilidad de que a ellas 
fuera dado producir la moral superior que lograría la re- 
forma de los espíritus como lo pide el concepto de la me- 
jor vida — ha podido advertirle que si fuesen verdad sus 
postulados, la nación que poseyó “el más prodigioso ade- 
lanto aentífico debió ostentar la más alta moralidad”. 
Es que la propia naturaleza de todos sus progresos ha de- 
mostrado, irremediablemente, que la ciencia no tiene cómo 
ofrecer a la inteligencia humana la penetración comprensi- 
va del misterio del mundo y de la vida, que pudiera darle 
base para fundar una moral. 

Con la misma noción y el mismo desengaño de la 
incapacidad de la ciencia para alcanzar la razón y el des- 
tino del universo, ha dicho un insigne pensador de nues- 
tros días : “Después de todos los descubrimientos, es lo 
cierto que no conocemos ni nuestro origen ni nuestra 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


33 


finalidad. El enigma supremo permanece tan ignorado 
para nosotros como lo estaba en los más remotos siglos. 
El culto que enseña la existencia de un Dios omnipotente 
es menos engañador que la religión científica. La ciencia 
ha abusado de la credulidad más que todas las religiones : 
vació de su simbolismo a los ídolos antiguos y prometió 
bases sólidas y eternas para una fe positiva. Pero no pu- 
diendo cumplir su orgulloso compromiso, faltó a su vana 
promesa y dejó a la humanidad con sus ilusiones muertas 
frente al abismo de la nada”. Y aplicando tan austero 
criterio como ese al proceso de las mismas decepciones 
seculares, muy eminente espíritu afanado en la evocación 
de nuevo ideal sobre las ruinas de todo lo demolido por 
el escepticismo contemporáneo, formula también acusa- 
ción concluyente ; “Es el cargo más grave que pesa sobre 
la ciencia el de su imposibilidad de fundar una moral, 
pu ts para esto sería necesario que se apoyara en una cer- 
te' a que escapa a su dominio, porque la única que podría 
legitimar una moral científica sería la del conocimiento 
de las causas primeras y finales, o, cuando menos, la in- 
teligencia de los destinos del mundo y del hombre”. 

Y todo convence de que a pesar de las innumerables 
verdades humanas acumuladas por la ciencia y la filoso- 
fía de todas las civilizaciones, nuestra especie — enveje- 
cida por los siglos — aún va sobre la tierra sin alcanzar el 
conocimiento que le traería el sentido de la existencia y el 
término de su ansiedad. 


TOMO II 


3 



34 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


♦ 


La visión de la guerra de todas las razas— cuando 
por su magnitud casi parecería que pudiera ser su único 
objeto el exterminio de las generaciones que eran la más 
brillante floración de las energías y de los ideales huma- 
nos — lleva al autor a meditar el problema de ultratumba. 
Levantando el pensamiento por encima del mediocre con- 
cepto de la muerte que la llama término y la teme, va 
hasta los límites de la vida, y junto al abismo silencioso 
arroja en el misterio infinito las supremas preguntas. No 
traerá el anuncio de una luz la sonda de su mirada en las 
tinieblas, pero acaso la labor de su espíritu coopera en la 
conquista futura de la serenidad que por su consuelo 
equivalga para las almas a la respuesta que les ofreciera 
el conocimiento siempre pedido como el secreto del bien 
definitivo. 

Así va su atención naturalmente hacia los pueblos que 
culminaron en la antigüedad: a cuyo sabio sentido de la 
muerte se diría que hoy vuelven las conciencias, todavía 
interrogantes después de nuestras civilizaciones superio- 
res. Es que desde la primera vez que el hombre sufrió un 
infortunio inmerecido sintió su derecho a una justicia re- 
paradora, la pidió a todo lo que supuso con poder para 
tanto, y desde luego la esperó fuera del mundo donde era 
posible la iniquidad que padecía. Por eso recuerda Ago- 
rio cómo animaban las liturgias más antiguas la idea de 
la resurrección, y cómo la fe en una futura existencia en- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


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cendía la llama de la esperanza en una justicia redimentc 
del dolor sin culpa. 

Pero si el sueño de la inmortalidad viene de lejos 
y por ello el autor señala las visiones de ese anhelo en 
torno al fuego sagrado y a los sacrificios de los más vie- 
jos ritos: también en nuestros días se anhela y se busca 
revelaciones de otra vida más allá de la descomposición 
del organismo humano. Y hoy la ciencia experimental in- 
terviene en la rehabilitación metafísica, y para que renaz- 
ca un nuevo sentimiento religioso afirma que aporta per- 
cepciones materiales de la existencia de otro mundo. 

Es la misma afligente pretensión renovada una vez 
más ante el enigma de todos los tiempos, y como cuando 
en los lejanos grandes días de la India, Grecia, o Roma, 
el concepto optimista de la muerte no dejaba temer el 
termino de la vida, porque se creía saber que continuaba 
en otro estado, hoy también — cuando se creía llegada la 
hora del triunfo de los egoísmos despertados y desarro- 
llados por el espíritu escéptico dominante — aún parece 
absurdo aquel temor. Y un sentido moral que enaltece a 
la especie vuelve a llevar a los pueblos a correr el riesgo 
de la muerte en los campos de batalla, cuando la razón de 
las guerras es el deber de vivir con honor, con derecho y 
con justicia. 

♦ 

Termina el libro con el aserto de que se cumplen pre- 
visiones formuladas por el autor en una obra anterior y 
con la atribución del atraso de la América española a la 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


inercia de sus naciones. “El mundo, dice, refiriéndose a 
su aludido vaticinio, se desploma reformándose. Una au- 
rora roja inunda las inmensas estepas de Rusia, y llega 
hasta la misma Alemania el reflejo extraño de la hoguera 
que abrasará al planeta”. Pero en éstas y otras creencias 
cuyo radicalismo las exceptúa en el curso de la visión se- 
rena que informa el juicio en toda la doctrina: ¿es posible 
acompañar al autor hasta el extremo a que lleva sus su- 
posiciones ? 

Aunque cuando él escribiera padecían algunas socie- 
dades los grandes trastornos y delitos del desorden pro- 
ducido en circunstancias críticas para su vitalidad, es lo 
cierto que no ha podido perdurar y hacerse estable la bar- 
barie de la anarquía, y no sólo no se ha envuelto en lla- 
mas al planeta sino que ya es visible cómo, gradualmente, 
el buen sentido instintivo vuelve los pueblos a la organi- 
zación. Y ante la realidad de las mayores protestas obre- 
ras producidas después de la guerra: quimérico sería 
atribuirles potencia de desorganización universal y verlas 
como cataclismos mundiales cuando, evidentemente, las 
más de sus reivindicaciones económicas sólo son para ade- 
cuado mejoramiento material y moral. 

Respecto de la condición actual de los países de nues- 
tra América formula Agorio grandes verdades y dis- 
cretas advertencias cuando declara que “hemos creado 
el desorden dentro del hogar, nos hemos forjado inquie- 
tudes artificiales, mientras los apetitos de afuera roen 
sin piedad los cimientos de nuestra casa”; y cuando afir- 
ma que “la obra de los pensadores y de los artistas debe 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


37 


contribuir a formar la unidad de la conciencia america- 
na”. Pero obliga a detenerse y a meditar cuál sea la rea- 
lidad posible, cuando aboga por el Panamericanismo so- 
bre la base de una protección “benévola” de Estados 
Unidos. 

Al llegar a las últimas palabras que en esta fuerte 
obra de pensamiento, voluntad y arte, renuevan los con- 
ceptos de sus primeros párrafos, paréceme otra vez ha- 
llar la más imaginaria trascendencia atribuíble a la con- 
flagración que ha inspirado este bello libro a los ta- 
lentos del autor. Y ante ello me pregunto si la guerra 
será más que una desviación en la senda del destino na- 
tural de las sociedades, por inevitable desequilibrio pro- 
veniente del desigual poder de las naciones. Porque des- 
pués del choque, pasada la mutua destrucción por intereses 
nacionales y pasiones ciegas, vuelven siempre los pueblos 
a la normalidad instintiva, rectifican su conducta con 
sabia noción de las supremas conveniencias de la especie, 
y tornan a su bienestar y a su felicidad: por la paz y el 
deber, el orden y el trabajo, la salud y el amor, la ciencia 
y el arte. Es que la guerra, que con su destrucción de las 
cosas y las vidas interrumpe y malogra todos los ade- 
lantos materiales y morales, nunca ha tenido poder para 
cambiar la naturaleza humana y la certeza de las nocio- 
nes del instinto. A los grandes sentimientos y aspiraciones 
naturales no los arranca del corazón y del espíritu una 
guerra más, por grande que sea. 

En todas las épocas, en todos los climas, en todas 
las razas, la moral puede evolucionar y evoluciona, pero 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


el sentido moral nunca desaparece, y acompaña la con- 
ciencia del hombre al través de todos sus progresos. Por 
ello ante los mayores trastornos por la violencia siem- 
pre hallan la justicia y el derecho defensores que les 
restablecen y conservan entre los ideales y normas de 
la conducta individual y colectiva. Y los grandes senti- 
mientos e ideas que perduran iluminando la conciencia 
humana a través de todos los tiempos y de todas las con- 
flagraciones — desde la más remota antigüedad — conti- 
nuarán, una vez más, con inquebrantable arraigo en la 
naturaleza moral del hombre, después del enorme con- 
flicto que es objeto del brillante estudio que comento- 



EL "RODÓ” DE PEREZ PETIT 

( Aoetacioaet d» Jaitlela ) 




EL «RODÓ” DE PEREZ PETIT (i) 

( Aaotacioaei de justicia ) 


Señor doctor Víctor Pérez Petit. — Querido amigo: 
He leído su “Rodó” y le agradezco el obsequio del libro, 
la lectura y los recuerdos. Vieja verdad universal es que 
así como todas las obras no pueden tener igual valor para 
un lector, los diferentes temas, tesis, o fases de cada una 
tampoco pueden despertar el mismo interés en todos los 
lectores. Y para mí, en la suya — aparte todo lo que desde 
luego pueda valer por lo que explica cómo usted ha enten- 
dido el alma y la obra de Rodó, a la vez que por lo que 
es permanente distintivo de su cultura y de su manera de 
discurrir y de redactar — la importancia superior está en 
lo que tiene de biográfica, pues en ello, sin posible duda, 
es la más completa hasta hoy. 

Podrá formarse los más opuestos juicios sobre ta- 
les o cuales conclusiones de su trabajo; compartirse u 
objetarse sus ideas sobre la personalidad estudiada o el 
fondo y la forma de la producción filosófica y artística de 
aquélla; tenerse otra visión del espíritu y de la obra del 
maestro; adquirirse opiniones diferentes sobre el pensa- 
miento, el estilo y el destino de la ardua y brillante labor 
que usted examina. Pero, inevitablemente, habrá que re- 


(1) Carta publicada en La Razón, de Montevideo, el 22 de Marzo 1919. 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


conocer en la información de usted sobre la vida de José 
Enrique la que ofrece mayor caudal de datos, y aunque 
en algunas partes más documentada fuera más feha- 
ciente, es la verdad que por ella — tal como es — el libro 
de usted agrega la biografía al conjunto de lo que se ha 
escrito sobre Rodó. 

Ello no puede sorprender a los que conocemos la 
formación de usted junto al futuro maestro y su peque- 
ño grupo: porque sabíamos que, precisamente por eso, 
era usted de los pocos que conocían la vida juvenil del 
insigne compatriota; como sabíamos que en la investiga- 
ción la curiosidad lo había llevado a buscar sus informes 
de fechas y acontecimientos domésticos en la fuente in- 
superable del propio hogar del ilustre amigo muerto, y 
que había acudido a los íntimos contemporáneos de aquél 
para confirmar con su testimonio los recuerdos del de- 
sarrollo de aquella gran vida intelectual. Además: cuan- 
do esa parte informativa de su libro alcanza a las acti- 
vidades políticas del hombre, agregan al estudio de las 
diferentes fases de la personalidad el mérito complemen- 
tario de hacer justicia, ante propios y extraños, a su 
conducta cívica, que si como la de los mejores podía no 
escapar al error humano, por la sinceridad que la inspi- 
raba no podía dejar de ser moral. 

Expresada, pues, esa preferencia — proveniente tam- 
bién de natural simpatía por lo que evoca tantos recuer- 
dos de mi íntima amistad y largo compañerismo con 
Rodó — he aquí, aunque sin extensión excedente del 
tiempo limitado de que dispongo, algunas otras de las 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


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principales anotaciones recogidas en la lectura de las de- 
más partes de la obra. 

Concurre usted a confirmar la natural independen- 
cia de aquel selecto espíritu respecto del medio desfavo- 
rable en que tuviera que formarse, pues veo que coincide 
con el unánime reconocimiento de que el ambiente no 
tuvo influencia en la mentalidad y en la obra de Rodó. 
Así fué; así lo sabía él, como vez pasada lo recordé 
en una anécdota desde la revista argentina Nosotros; 
y — entre otras — por las razones que expresa usted : salu- 
dable es demostrar esa realidad porque es contribuir a 
formar conciencia de nuestro medio intelectual, pues en 
literatura como en historia, en artes, y en todo, las vani- 
dades regionales no nos van a dar lo que sólo será posi- 
ble por el adelanto consiguiente a la población, la vida 
y el tiempo que no hemos tenido. 

Ello no es imposibilidad exclusivamente nuestra, 
porque, según las propias palabras de usted y su perso- 
nalísima manera de decir: “en el Uruguay como en los 
demás países de América, toda la cultura es fundamen- 
talmente europea, y siempre, en todas las épocas y bajo 
todos los climas, hemos ido a la zaga de los maestros de 
allá y rumbeando según nos condujeron las grandes co- 
rrientes del arte contemporáneo". Sí : sólo en remotas épo- 
cas, muy lejanas de la nuestra, será dado hallar en estos 
países la madurez del ambiente que es el sedimento de 
la evolución y el progreso de las civilizaciones sucesivas 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


que produce las personalidades que, en un país o en una 
raza, son natural floración del cultivo multisecular del es- 
píritu humano. 

Pero así como me complazco en señalar ese acierto, 
no puedo acompañar su afirmación de que “han errado 
de medio a medio los que han visto en Rodó un crítico 
literario” porque “faltábanle las cualidades característi- 
cas” y “no tenía el temperamento ni la severidad”. ¡La 
severidad! Ya al respecto enseñara la sabiduría de Sainte- 
Beuve: “Le critique, s’il fait ce qu’il doit, est une sen- 
tinelle toujours en éveil sur le qui-vive et il ne crie pas 
seulement hola!, il aide. Loin de ressembler á un pirate 
et de se réjouir des naufrages, il est quelquefois comme 
le pilote cótier qui va au secours de ceux que surprend 
la tempéte á l’entrée ou au sortir du port”. 

Y aparte de que paréceme que ya sea indiscutible 
que antes que la “severidad” puede ser cualidad esencial 
del crítico la aptitud de comprensión, pienso que por 
las facultades de Rodó para penetrar el espíritu de los 
autores y el sentido y el arte de las obras; por sus dotes 
de psicólogo como por su conciencia intelectual y lite- 
raria : no sólo fué uno de los más eminentes críticos con- 
temporáneos sino el primero de todos los de América. 
Así fué reconocido por las más altas autoridades del 
pensamiento y de las letras en nuestro Continente y en 
el europeo. Así: tal como lo proclaman sus trabajos so- 
bre Darío y sus “Prosas Profanas’* , “Montalvo” , “Idola 
Fori”, '"Juan María Gutiérrez”, y todo ese tesoro de lumi- 
noso examen, sabia interpretación y honda filosofía, con- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


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tenido en sus extraordinarios estudios de épocas, escuelas, 
géneros, obras, escritores. Y eso, naturalmente, sin amen- 
guar la predominante aptitud magistral del pensador, del 
sociólogo y del moralista, que, en el más elevado sentido, 
nos muestran sus ensayos y sus obras principales. 

Hallo, en cambio, clara y exacta su noción de lo 
que, ante el desarrollo del espíritu y de la obra de Rodó, 
muestran los dos estudios que primero llevaron a un 
libro la luz y el brillo de su mente y de su pluma: “El 
que vendrá” y “La novela nueva”. Cito las palabras que 
usted le dirigiera un día, referente a esos dos trabajos, 
porque ellas sirven al concepto de la unidad del proceso 
del pensamiento y del arte, siempre consecuente, en el 
gran escritor: “Dicen todo su anhelo de verdad, su as- 
piración hacia algo mejor que todo lo conocido, sus 
ansias de estudio, su amor al arte, su energía juvenil, cu- 
riosa e investigadora. Y dicen también que cuando usted 
empezó a escribir no lo hizo como lo hemos hecho todos, 
con tanteos, con tropiezos, con imperfecciones: usted, 
como la diosa griega de la cabeza de Júpiter, salió del 
seno del Arte armado de todas armas, las más puras y 
nobles. “El que vendrá”, dice esto: que desde la primera 
hora, desde sus primeros escritos. Rodó fué un escritor 
atildado, pulcro, sereno, sin mácula, sin incorrecciones, 
sin fealdades”. 

¡Por la misma verdad también ha podido afirmar 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


recientemente eminentísimo crítico: que desde “El que 
vendrá” hasta “Los que callan” el alma del autor impri- 
me a toda su obra inalterable unidad de tono, agregando 
que Rodó “nunca dejó de ser el que antes fuera, ni faltó 
a la consecuencia con sus principios de juventud, pues si 
varió fué de asuntos, no de espíritu ni de manera”. 

Dos de las anotaciones a las breves páginas que 
usted dedica a “Liberalismo y Jacobismo” expresan mi 
disentimiento con el criterio que las motiva: ni era “li- 
beralismo” el retiro de los crucifijos de las casas de ca- 
ridad, ni puede haber fundamento para atribuir a Rodó 
predicación de “indiferencia”. Viendo en aquel retiro del 
símbolo sagrado “tendencia netamente liberal” dice usted 
que: “Sobre todo el turbión de sus semejantes que pasan 
su existencia polemizando y combatiendo por ideas políti- 
cas, religiosas y sociales, él surgía, tal vez, como el único 
intangible. Mas si todos hubieran pensado como él ¿dónde 
quedaría el progreso, el desenvolvimiento de las ciencias? 
No es el indiferentismo contemplativo quien engendra la 
evolución de los seres y de las instituciones” (i). 

Hoy, como cuando dirigía el diario en que Rodó 
sostuvo aquella controversia, paréceme “tan intolerante 
como sectaria la actitud asumida, ante una decisión de 
exclusivo carácter religioso adoptada en una asamblea de 
damas católicas de esta capital, por los enemigos de la 
conservación de las imágenes del instituidor de la cari- 
dad cristiana en un establecimiento fundado especial- 


(1 ) Página Q‘21. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


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mente para ejercerla”. Y en cuanto a la suposición de 
un apostolado de “indiferentismo” en nuestro gran 
amigo, basta para demostrar su imposibilidad, recordar 
que son características de sus obras fundamentales su 
consejo y su enseñanza de la atención y vigilancia cons- 
tantes al propio espíritu, sin prejuicios, con la más eleva- 
da mira y la mayor amplitud de criterio, para la más 
intensa y más fecunda actividad. 

Bellas páginas de eficaz evocación, por la sugerente 
poesía de su simbolismo y por el arte de su estilo, son 
las que inician los comentarios de “Motivos de Proteo’*, 
que no comparto en su totalidad. Su cálida inspiración 
y su vigor expresivo, su colorido y su gracia, las desta- 
can en el libro con relieve que las iguala a las más felices 
y sobresalientes en la vasta obra de usted. Transcribo 
el primero de esos párrafos de su pluma — que no por ser 
breves merecen menos el homenaje justiciero del lector — 
para que muestre su elevada noción de esa obra de Rodó 
y la superioridad de la forma con que todos han sido es- 
critos. 

“Libro enorme y hondo, recortado de ensenadas 
azules, salpicado de islas florecidas, eternamente grave 
y harmonioso, todo animado de ocultas inquietudes, todo 
vestido de ondas cíclicas de luz, inmenso, fascinante en la 
amplitud de un horizonte que nunca se alcanza, sin ori- 
llas conocidas, sin puerto de arribada, es el libro-océano 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


por excelencia. Tiende a los vientos todas sus velas el 
alma del lector y sobre el cristal infinito, allá se va, como 
aventurera nave, emigrada a otras regiones, hacia otros 
cielos, siempre sobre la misma onda azul y vagorosa, 
al través de archipiélagos de harmonía y de soledadícs 
angustiadoras de silencio. La luz brilla en lo alto; de 
bajo de la quilla se arremolina el misterio, Y el alma 
viajera, contemplando las ondas y las nubes, divaga por 
la inmensidad detrás de un inacabable ensueño, de un 
indefinible misterio, de una aleccionadora filosofía”. 

Antes de terminar recojo todavía una de mis notas 
a su estudio del último libro del maestro: de “El Mira- 
dor de Próspero”. Se refiere a su afirmación de que el 
“BolívaP^ de Montalvo supera “literariamente” al de 
Rodó, y dice por qué no comparto esa opinión. Creo que 
si se va a buscar en esos dos trabajos — que coinciden por 
la entusiasta admiración de sus autores al héroe — la di- 
ferencia que les pueda dar lo que más caracteriza a cada 
uno : necesariamente se hallará en la forma lo que por la 
manera de cada autor califica la índole de cada obra. 

El estudio de Montalvo — tal cual es: apologético, 
brillante y admirable — ^es una monografía esencialmente 
histórica, en su acostumbrado estilo imitativo de los clá- 
sicos. Como siempre: con asombroso dominio del idio- 
ma y de la manera de la más gloriosa época de las letras 
castellanas, y por eso con altísimo mérito literario, como 
las estupendas imitaciones de los maestros griegos y lati- 
nos de la historia realizadas por el Quevedo de las “Obras 
Serias”, con las cuales aquélla ofrece grandes semejan- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


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zas. Pero el estudio escrito por Rodó — aparte de la ex- 
traordinaria síntesis de la personalidad genial del liberta- 
dor por la fusión de los rasgos que dan relieve original 
a su alma heroica — se distingue, especial e inconfundi- 
blemente, por las bellezas propias de su estilo personal, 
llevadas a su mayor brillantez en una de las realizaciones 
superiores de su prodigioso arte verbal. Es una labor en 
la cual siempre lucirán las galas literarias que la crítica 
americana y europea, sin distingos, ha considerado in- 
comparables. 

La rememoración y las reflexiones que a usted ins- 
piran los últimos años y la muerte del glorioso publi- 
cista, vertidas en los capítulos finales de su estudio, de- 
jan un sentimiento de tristeza por el espectáculo de los 
sinsabores que amargaron los postreros días de aquella 
vida superior. Muchos desengaños habían traído la decep- 
ción a su espíritu delicado: que a las heridas de falsas 
amistades y negociantes cada día sumaba las de la de- 
gradación política que por varios lustros encumbrara a la 
mediocridad sobre la preparación y los talentos demos- 
trados. 

Refieren algunos compañeros del pequeño círculo de 
sus buenos amigos, que hasta en la ocasión de su muerte 
hubo quienes hallaran oportunidad para continuar su 
agravio intelectual, y que acá — donde con tanta frecuen- 
cia la inferioridad del criterio lugareño levanta altares 
para las idolatrías que exaltan hasta a las más bajas ha- 


TOMO II 


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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


zañas de sus tristes héroes bárbaros y sangrientos — ^ha 
sido necesario que se viera apagarse la luminosa superio- 
ridad intelectual de Rodó, para que, por primera vez, 
apareciesen algunos interesados en la restricción del elo- 
gio y se oyese la recomendación de “no extremarle”. Con 
ellos le ha ocurrido aquí, después de muerto, lo que en 
vida con los que considerando imposible negarle la excep- 
cional belleza de la forma pretendieran disminuirle el mé- 
rito de la doctrina interpretándola mal. Pues aunque muy 
raros fueron los que no apreciaran toda la significación 
filosófica de Rodó, al considerar la faz del pensador en su 
personalidad: no han faltado — como no podían faltar — 
aficionados a las letras, carentes de preparación, que se 
atrevieran a emitir juicios radicales sobre materia que exi- 
ge tanta conciencia, y afirmasen que su parecer era con- 
trario a lo que proclamara la unanimidad de los juicios 
más autorizados en los países más representativos de la 
civilización moderna. Ello no es de sentir, pues esos fer 
nómenos son necesarios y favorables: por ser la excep- 
ción confirmatoria de la regla. 

Concluyo aquí estas rápidas disquisiciones sobre al- 
gunas de las notas intercaladas al texto en mi lectura de 
su libro Y lo hago felicitándole por todo lo que en esa 
obra — puesto por el corazón del amigo y por la capacidad 
del intelectual y del artista — es simpática nobleza de sen- 
timientos, loables intenciones de justicia, y útil estudio: 
puestos a contribución en servicio de la vida, de las ideas 
y del arte del gran espíritu desaparecido. 



“DICCIONARIO CRÍTICO DE ACEPCIONES” 


( Por Saattago Ciufíra ) 




«DICaONARIO CRÍTICO DE ACEPCIONES»» d) 

( Por Santiago Ciuffra ) 


Montevideo, febrero de 1919. — Estimado amigo: 
He concluido el examen de los originales de su '‘Diccio- 
nario Crítico de Acepciones”, que usted quiso que yo co- 
nociese antes de darlos a la imprenta, y con placer cum- 
plo el compromiso de expresarle mi opinión sobre esa 
obra de estudio y laboriosidad evidentes, pues debe serle 
favorable el juicio de todos los lectores que consideren 
ese trabajo con una noción exacta del objeto que en ella 
se ha propuesto el autor y de la manera cómo lo ha reali- 
zado. Labor de preparación, de conciencia, de criterio y 
de constancia, todo revela en ella tantos conocimientos 
adquiridos en el estudio como en el ejercicio cotidiano de 
la expresión escrita con cuidado de la propiedad del len- 
guaje. 

No va a ser ese libro un vocabulario más, de esos 
que, con frecuencia, vienen apenas para aumentar en una 
unidad el número de los volúmenes que quitan inútil- 
mente espacio a una biblioteca : la exactitud en la demos- 
tración del mal uso de las palabras, como el fundamento 
de las acepciones que usted reconoce a los vocablos, dis- 
tinguirán a su diccionario, por la enseñanza que ofrezca, 
sobre muchos de los de su clase anunciados en los catá- 
logos. Desde luego, en este caso como en todos, no fal- 


(1) Carta publicada en El Siglo, de Montevideo, el 23 de febrero de 1919. 



54 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


tará lector capaz de hacer el maravilloso descubrimiento 
de que la obra no es perfecta. Pero, aún después de ha- 
llar en su trabajo esa condición de todo lo que proviene 
de la ineludible falibilidad humana, permanecerá siendo 
cierto que muy largo, reflexivo y paciente esfuerzo ha 
debido preceder a la seguridad del autor en la razón de sus 
conclusiones, y que esa energía y esa conciencia en la 
investigación y el examen denotan labor lexicológica 
bastante para hacer indiscutible la utilidad de su nuevo 
libro. 

En mi rápida revisión de sus manuscritos he visto 
que, en las cuatro partes en que está dividida la obra, se 
desarrolla el estudio regido por la norma insustituible 
del más sano concepto lingüístico y filológico del cas- 
ticismo. Es indudable que en nuestros días han concluido 
las limitaciones absolutas a la libertad de la expresión 
verbal, porque eran dictadas sólo por una noción erró- 
nea del purismo, vuelto petrificante y mortal para el idio- 
ma por arbitrario exceso de la rigidez que se le atribuía. 
Ahora como siempre es y será el fondo toda la razón 
de ser de la forma, y por ello entidades y cosas de la 
invención y del progreso ajenos, extranjeros, nuevos 
para nosotros, deberán ser designadas con especiales y 
nuevas palabras. Pero también es evidente que como al 
lenguaje lo forma la insuperable sabiduría de la natu- 
raleza, y emana, en su desarrollo orgánico, consecuente 
con el proceso evolutivo de la civilización de los pueblos 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


65 


a que pertenece : no es posible admitir que esté destinado 
a que le modifiquen artificialmente las corrupciones de 
la ignorancia, ni el criterio relativo, o el capricho, de 
cada hombre. 

El idioma arraiga en la más íntima naturaleza étni- 
ca y psíquica de los pueblos, y el legua je tiene afinidades 
y solidaridad inquebrantables con la historia y la cultura 
de cada nación. Por eso, a mi juicio, parece que igual- 
mente exageran los que, sin advertir que quieren para- 
lizar su evolución y su progreso, pretenden la cristaliza- 
ción de los idiomas dentro de los más herméticos y ex- 
cluyentes moldes oficiales, y aquellos que predican la 
libertad de la elocución hasta para el invento de vocablos, 
adoptan las deformaciones originadas en las clases incul- 
tas, y respetan la introducción de voces extranjeras 
innecesarias, o alteradas contra la naturaleza y las leyes 
de las variaciones de las palabras. 

* 

Observo que han sido estos conceptos los que han 
guiado el criterio de usted en las cuatro secciones de su 
libro, porque tanto en los ^‘Americanismos” , como en los 
“Barbarismos”, en los “Parónimos” y en las “Voces ne- 
cesarias que faltan en el Diccionario de la Academia” , el 
discernimiento que estima y califica todas las voces revela 
siempre la norma segura de la noción de aquellas ideas, y 
es indudable que sólo de ellas puede descender la más cla- 
ra luz para el acierto en una obra de la índole de la que 



66 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


usted ha llevado a término felizmente. No fué otra ense- 
ñanza la que al respecto dictara desde su alta cátedra aquel 
Julio Cejedor y Frauca, maestro de maestros, que tan jo- 
ven lograba arrancar la mayor admiración de su extraor- 
dinario saber, a sabios como Menéndez y Pelayo, Rufino 
José Cuervo, Navarro Ledesma, y otros tan insignes, 
cuando publicaba sus obras fundamentales. 

Partiendo del principio, incontestable, de que en el 
idioma castellano tiene naturalmente que ser castizo todo 
lo que procede de la lengua pre-romana que hablaron los 
primitivos españoles, porque “lo que era nuestro antes 
de venir ningún extranjero a traernos lo suyo, es lo más 
nuestro que tenemos” reconoce, como es justo, que la 
civilización y la cultura llegadas con los romanos, ha- 
cen latinas la gramática y gran parte del vocabulario de 
la lengua española. Y aunque cree que es castizo todo 
ese elemento latino de nuestro idioma, sin serlo tanto 
como el de la herencia que teníamos — recibida en la cu- 
na de nuestra raza, que no es latina — piensa que “hay 
que distinguir muy bien cuál es en nuestro léxico el ele- 
mento latino procedente por evolución natural del latín 
al pasar por los labios españoles, en aquella primera 
época del nacimiento de nuestro romance, para no con- 
fundirlo con la mitad del diccionario oficial que es latino, 
pero de acarreo, traído en diversas épocas por los eru- 
ditos, no del habla viva de los romanos, sino del diccio- 
nario del latín cuando ya este idioma había fenecido, y 
que, por eso, no es castizo para ningún romanista”. No 
obstante esto, advierte que algunos de los más antiguos 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


57 


de esos vocablos — llamados semi-eruditos — con el tiem- 
po se han hecho castizos, porque infiltrándose en el pue- 
blo han entrado de lleno “en la turquesa fonética del cas- 
tellano”; en tanto que los que no han conquistado el uso 
popular, o se ven en él estropeados para acomodarles 
al fonetismo castellano — con el cual pugnan sin alcan- 
zar que les adopten todas las clases sociales — no pueden 
ser considerados como castizos. 

En cuanto a los neologismos de toda procedencia, 
siempre formuló su criterio y su ley para la admisión de 
ellos, expresando que, por su parte, consideraría hien ve- 
nido “todo vocablo llegado de fuera, si respondía a un 
concepto o un artefacto nuevo sin nombre castellano’^ 

Y como Ce j ador, antes y desde otra cumbre, la pa- 
labra magistral de Andrés Bello, con la autoridad de su 
asombrosa cultura, señalaba también las normas cientí- 
ficas que pueden dar clave permanente al buen uso del 
idioma, al través de todas las influencias, en las sucesivas 
etapas de su evolución natural. Permítame concluir esta 
carta con la transcripción rememorativa de las enseñan- 
zas pertinentes de este glorioso americano, acaso el más 
original entre todos los filólogos que dejaron más honda 
filosofía de la gramática castellana; 

“Juzgo importante la conservación de la lengua de 
nuestros padres en su posible pureza como un medio pro- 
videncial de comunicación i un vínculo de fraternidad 
entre las naciones de origen español, derramadas sobre 
los dos continentes. Pero no es un purismo supersticioso 
lo que me atrevo a recomendarles. El adelantamiento pro- 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


digioso de todas las ciencias i las artes, la difusión de la 
cultura intelectual i las revoluciones políticas piden cada 
día nuevos signos para expresar ideas nuevas; i la intro- 
ducción de vocablos flamantes, tomados de las lenguas 
antiguas i extranjeras ha dejado ya de ofendernos, cuan- 
do no es manifiestamente innecesaria, o cuando no des- 
cubre la afectación i mal gusto de los que piensan enga- 
lanar así lo que escriben”. 

“Pero el mayor mal de todos, el que, si no se ataja, 
va a privarnos de las inapreciables ventajas de un len- 
guaje común, es la avenida de neolojismos de construc- 
ción que inunda i enturbia mucha parte de lo que se es- 
cribe en América, i alterando la estructura del idioma 
tiende a convertirlo en dialectos irregulares, licenciosos, 
bárbaros”. 

Mi amigo: Cuando es posible demostrar que se está 
tan bien acompañado en las ideas, y que se va orientado 
por las opiniones de tan grandes maestros como los que de- 
jo citados — para justificar con la insuperable autoridad 
de sus juicios el criterio regente de la labor de usted en su 
diccionario — parecería irreverencia pretender mayores 
elogios para recomendar el trabajo realizado. Yo sólo le 
felicito, sinceramente, por su ardua labor, convencido de 
que ella ofrecerá una útilísima obra de consulta a todos 
los que al escribir sientan el deber de hacerlo con la pro- 
piedad de lenguaje que en nuestros días de febril y anhe- 
lante actividad impone la obligación de ser claro y pre- 
ciso, más que en otros tiempos (i). 

(l) También para esta misma obra, José Enrique Rodó escribió un elogio- 
sísimo prólogo, hasta ahora no llegado a conocimiento del público por no 
haber sido todavía impresa aquélla. 



“ REDENCIÓN ” 

( Novela de Aogel de Estrada ) 




«REDENCION” (í) 

(Novelft de Angel de Estrada) 


Fratellí á un tempo stesso. Amore é Morte 
Ingeneró la sorte. 

Cose quaggiii si belle 

Altre il mondo non ha, non han le stelle^ 

Nasce dalVuno il lene, 

Nasce il piacer maggiore 

Che per lo mar delVessere si trova; 

Ualtra ogni gran dolore, 

Ogni gran mate annulla, 

¡ Bellissima fanciulla / 


Leopardi. 


Parece la obra de arte surgida de la emoción de un 
espíritu superior ante el lejano miraje de las alegrías 
y las tristezas de una vida muy intensa; y hace pensar 
en las palabras de Guyau: “le fond le plus solide sur le- 
quel travaille l’artiste, c’est le souvenir, le souvenir de 
ce qu’il a ressenti ou vu comme homme, avant d’étre ar- 
tiste de profession”. 

Llena esas páginas la visión de los días inolvidables : 
recuerdos de la infancia, de la adolescencia, de la juven- 
tud, de la madurez; la memoria de las contemplaciones 
de la naturaleza, de las observaciones de la vida, de la 


(l) Publicado en La Razón, de Montevideo, el 10 de agosto de 1907. 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


filosofía de las ciencias, de las percepciones psicológicas, 
de las sensaciones de arte; la evocación de cuanto hace 
el proceso evolutivo de la personalidad moral, intelec- 
tual y sensible. Y al través de esta urdimbre de las ideas 
y los sentimientos vividos, va desarrollándose, natural 
y sugestiva, la acción principal del argumento de la no- 
vela: los accidentes de una de esas pasiones que, como 
el fuego al metal, purifican a los corazones que consumen; 
que dominan sobre las leyes y los dogmas como si fueran 
algo más legítimo y sagrado por su propia esencia que 
lo estatuido para sus sociedades por la humanidad; y cu- 
ya soberanía alcanza el respeto de las conciencias lúci- 
das y honradas que no pueden sancionarla, como si ella 
tuviera el derecho que le falta contra las convenciones 
que viola. 

Son los amores supremos; los que en la naturaleza 
animan cuanto existe; los que resumen la esencia de los 
seres; los que están en la savia y en la sangre de todos 
los organismos y encienden y transmiten la sugestión de 
la simpatía; los que obran la conjunción de las afinida- 
des, llevan el fuego misterioso de la creación y poseen 
el sentido de la vida. ¿Que les trunca el infortunio? Es 
la ley natural que se cumple eternamente al fin de todas 
las realidades y de todos los sueños de la criatura humana, 
para cuya dicha basta que la desgracia inevitable en su 
camino llegue tarde; después de la más intensa vida ma- 
terial y moral; en la hora vacía; para acabar su destino. 

Si a cada mortal fuera dado hallar la criatura co- 
rrespondiente, amante y amada para toda la existencia. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


63 


la que cada ser necesita para completar su destino; si en 
el mundo aconteciera siempre esa oportuna unión de los 
que se prefieren, de los que parecen vinculados en el co- 
razón y en la mente desde antes de nacer, y viven, cuando 
se encuentran, sacrificando todo a la mutua felicidad, sin 
separarse más que por la muerte; si el hallazgo del úni- 
co amor satisfaciente para el espíritu y el cuerpo, fuese 
universal en vez de raro, común en vez de excepcional: 
entonces, acaso la dicha hiciera inútil la prestigiada legis- 
lación de las uniones humanas, pues pocas precauciones 
tendría que codificar el legislador cuando la pasión co- 
rrespondida, más sabia que sociólogos y estadistas, hubie- 
ra asegurado la única fidelidad espontánea. 

Pero como nada ofrece este ideal, destinado por ser 
tal, tanto como otros, a que no le alcance la criatura que 
le sueña: queda el hombre padeciendo perpétuamente la 
deficiencia de las leyes que se da para compensar su mi- 
serable condición en la vida. Y víctima de la natural im- 
perfección que la abruma camina entre sus errores, a 
veces con la tristeza de los derrotados por las decepcio- 
nes, a veces con la alegría que presta la esperanza a los 
que no perdieron la fe. 


sK 

Empieza la novela con la descripción de los funera- 
les del conde Pedro de Monfort, en Deux-Sévres, bajo 
las naves de Santa Radegunda de Poitiers, y en el tem- 
plo del castillo del marqués de Elangay, hermano del 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


gentil-hombre fallecido. Allí, en el fúnebre ambiente de 
la despedida al gran señor cuyo cadáver yace dentro de 
la suntuosa cripta; en medio de una sociedad aristocrá- 
tica y mundana, donde “la gente se mira como al final 
de una fiesta”, la palabra Exposición cruza “como una 
ráfaga nerviosa”, y los grupos se dan cita para París; 
entre las lujosas colgaduras del luto, y las amarillentas 
y vacilantes llamas de los cirios : aparece por primera vez 
Juan de Monfort, “el más ilustre vástago de aquella 
raza”. 

Y, pasado el triste suceso, sigue la conversación 
familiar en el castillo acerca del distinguido muerto, y 
se recuerdan sus profundas frases, siempre llenas de ver- 
dad, sentimiento y delicadeza: era un ser extraño y su- 
perior, pero entristecido. “Una vez, cuenta un pariente, 
el abate Loissy nos vino a ver para agradecernos la nue- 
va campana de la iglesia, y como dijera, “cuán admirable 
timbre tiene”, él le respondió: “El timbre del metal in- 
tacto. La gracia es dar notas vibrantes, y aladas, y cris- 
talinas, teniendo la interna rasgadura. Pero, qué queréis, 
las campanas son menos virtuosas que las almas”. 

Juan de Monfort — que sin más fe que su anciano 
tío fallecido, cuando decía que creía en la divinidad de 
Cristo “sólo porque no pecó ni una vez en un mundo tan 
hermoso”, afirmaba por su parte que Jesús “había sido 
un hombre que mereciera por la bondad de su doctrina 
ser Dios” — ^ha apurado la dicha en casi todas las fuentes 
que tiene la vida para ofrecerla; pero no ha conocido 
todavía la pasión, y así aunque se haya embriagado con 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


65 


todos los placeres de la juventud comprende que “amar 
porque se aqie al amor no es amar”. Y siente que las 
mujeres “le han dejado un fondo de profunda melanco- 
lía”, como las artes y la literatura a que recurriera más 
tarde, en busca de la satisfacción de sus indefinidos anhe- 
los, “sólo le aportaron la decepción y el hastío, hacién- 
dole viajar inquieto desde la muerte de su padre, tras 
emociones desconocidas”. Pero nada le reanima, y sabe, 
como lo declara en una hora de confidencias, que es “un 
ser sin brújula, cuya amabilidad para los hombres es 
cultura; que, con raras excepciones, tiene el más profun- 
do desprecio por la especie; que ha combatido su sensi- 
bilidad comprendiendo lo tonto de la delicadeza en medio 
de la triunfal grosería, y que piensa que marcha a su 
destino, descreído y desilusionado para siempre”. 

Y sintiendo cada vez más enorme el vacío de su 
existencia, padece la necesidad de trasladarse sobre la 
tierra en que camina cansado, y, así, visita el castillo de 
Abrisseaux, “teatro de sus primeros años, que, ahora, le 
parece el sepulcro del espectro de su infancia, diciéndole : 
vete, no tienes por qué detenerte aquí”. Y todo lo anda, 
todo lo recorre, llevado sin cesar de un lugar a otro, por 
la sed insaciable de su hastío, hasta detenerse desesperado 
en París “con el alma rota de tanto vibrar”, con aquella 
alma que “había acabado por odiar hasta las indagacio- 
nes científicas, detenida siempre en su curiosidad por la 


TOMO n 


5 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


impenetrable línea del misterio, y que estaba cansada, 
también, de recorrer mares y continentes, sabiendo que los 
países desconocidos no encerraban, para la inquietud, las 
fuentes de agua aplacante que anhelaba”. 

En París, entre amigos dignos de su cultura y su 
refinamiento, llevado y traído siempre “con el mortal 
cansancio de su supremo hastío”, por la insaciable sed de 
la novedad consoladora, llega a todos los refugios del 
placer; visita todos los pabellones y espectáculos de la 
Exposición; se detiene ante los monumentos de la gran 
capital de la civilización moderna, evocando el espíritu 
de su arte; frecuenta los círculos literarios, y los centros 
de la más aristocrática sociedad. Pero también allí todo 
es en vano, y cuando, cada día, sale de donde todos los 
demás se divierten y son felices, él “siente el deseo de su 
anonadamiento”, y aunque, a ratos, estremezca su espí- 
ritu “el anhelo de escapar de esa decadencia con el ím- 
petu de una acción a ejercer, o de una obra a construir”, 
siempre concluye por contestar a los que quieren animar 
su vida con la vida de la labor artística de que era capaz 
por su cerebro y su corazón: “quisiera sacudir mi apatía, 
meterme en grandes poemas, pero nunca me he encontrado 
más triste, y con un sentimiento más profundo de la in- 
utilidad de todo”. 

Es la víctima de ese desencanto supremo que, a 
veces, padecen los que nacieron mejores ; de ese mal, peor 
que el dolor físico, que, en algunos, parece el castigo 
de la vida intensa, la pena de la clarividencia; de esa 
rendición humana que hace preguntar, y responder sin 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


67 


explicar, al reflexivo personaje de Tchekhov, el insigne 
novelista ruso: “¿Pourquoi, au début de notre carriére, 
avons-nous foi en nous-mémes, sommes-nous capables de 
nous passionner, et puis, á trente, á trente-cinq ans, faisons- 
nous banqueroute ?”. “Les uns deviennent phtisiques, les 
autres se suicident, ceux-ci s’abandonnent au jeu, ceux-lá 
á l’alcool, efc nombreux sont ceux qui piétinent l’idéal 
de leur jeunesse”. 

Ht 

Mas, el misterio que acerca de la futura suerte de 
cada criatura se renueva cotidianamente en la existencia 
humana todavía reserva para aquel espíritu abatido la ho- 
ra de la reacción inesperada, y, agitado por el amor va a 
despertar, acaso por la última vez, a la vida de la más 
intensa emoción. Es la casualidad que pone en el camino 
de Monfort el hada salvadora : un día de suprema angus- 
tia, al cruzar un puente, ve, en una carroza que pasa ante 
él, una mujer desconocida cuya belleza y actitud detienen 
su mirada y arrancan su admiración. Otra vez, una tar- 
de, a la hora del té, reaparece ante la vista del poeta, fu- 
gaz y entre el elogio de los que la contemplan, la pertur- 
badora silueta de la extraña persona que le atrae. 

Después, todavía desconocida, se presenta la seduc- 
tora maga en la soledad de un boscaje, durante una fies- 
ta de la Exposición, pero como esta vez viene hacia el 
nuevo amigo, llega hasta él y le habla: la conversación 
revela la afinidad de sus dos almas. Y entonces él, a quien 
la belleza, la voz y las ideas del amable ser llegado con- 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


mueven hondamente, acaba por expresar, como la eterna 
y suprema sentencia que dictara la naturaleza a sus cria- 
turas, que al fin de cualquiera de los senderos que pudie- 
sen elegir todo dice “gozad antes de caer en el inmóvil re- 
poso”, y aunque ella le ha dicho que va a desaparecer 
“legándole lo único que dejan los ensueños brillantes y 
las realidades hermosas: un poco más de tristeza”, él 
siente que su estado moral se trasforma, y piensa, con- 
vencido, que “es menester vivir”. 

De ahí en adelante avanza velozmente la unión de 
esas dos vidas, y desde que Juan de Monfort sabe que 
la mujer que ha venido a despertarlo de su postración 
moral, trayéndole, acaso, la última razón de su existen- 
cia en una gran pasión, es la traviesa y predilecta com- 
pañera de su infancia, aquella que en el hogar llamaban 
Matzuyama: se siente volver a la juventud ilusionada y 
entusiasta, con las intensas sensaciones iniciales de la 
vida emotiva y del predominio del sentimiento. Y ella 
también, la honesta criatura que, no obstante su ma- 
trimonio, hasta entonces cruzara la existencia fría y sin 
amor, cede a esa ráfaga de la emoción primera, siente 
que recién ama, y con su juventud y su belleza va a pe- 
car para la sociedad en la gran comunión de un senti- 
miento, imperioso y triunfante por ser la más intensa 
vibración de la naturaleza y de la vida humanas. 

Tras esa mezcla de fugaces dichas y adversidades 
que siguen siempre al triunfo de la pasión, vieron los 
amantes desaparecer el único obstáculo que se oponía 
a la legalidad de aquella unión natural. Y entonces sien- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


69 


ten la necesidad de alejarse de la sociedad que les cono- 
ce, de la que observa con millares de ojos la conducta 
de los que son felices e interviene con su curiosidad y 
su comentario en la dicha ajena. Y deciden y emprenden 
un viaje al término del cual esperan y se prometen la 
consagración de su amor ante el altar de su fé. 

Pero ¿qué recoge el hombre de todas las ilusiones 
que dan calor a su vida? ¿qué de las ambiciones y sue- 
ños que alegran sus días? Dice la experiencia que el des- 
engaño, y, como lo escribiera Schiller en “La Novia de 
Mesina”, siempre concluye el mortal por hacerse las tris- 
tes preguntas de las decepciones finales: “¿Qué son las 
esperanzas? ¿Qué valen los proyectos fundados sobre el 
suelo engañoso, por el hombre, hijo de la hora fugaz?”. 

Van a Grecia, la tifrra donde la seducción de las 
memorias atrae desde lejos y cautiva a los viajeros, que 
a cada paso que dan en su suelo ven alzarse junto a sus 
pies, como mágicas exhumaciones de la vida gloriosa que 
allí tuvo la humanidad, y que yace sepultada por el pol- 
vo de los siglos, las imponentes grandezas de aquel genio 
heleno que dejó a la posteridad, para la admiración eter- 
na, el ejemplo redentor de sus heroísmos leyendarios y 
los ideales de su espíritu prístino y excelso. De París a 
Bríndisí, y de allí a la antigua Corcyra, a Corinto, a Sa- 
lamina, a Megara, finalmente a Atenas: el idilio lleva 
feliz a la pareja, de playa en playa, y de ciudad en ciu- 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


dad, iluminándolo todo con la luz de su amor; embelle- 
ciendo las memorias que emanan de aquella tierra y de 
aquel cielo, con la poesía de la imaginación de los di- 
chosos. 

En Atenas, ante los restos de sus grandezas muer- 
tas, vibran las almas de los amantes más que en todos 
los otros sitios que fueron teatro de la vida original y 
luminosa del pueblo griego. Sobre la colina del Acrópo- 
lis, entre los escombros de los templos derruidos por el 
tiempo y la barbarie, como allá donde estuvieron los jar- 
dines de Academo, o donde se reunía el Areópago; en el 
barrio del Cerámico, como donde se celebraron los miste- 
rios de Eleusis, o allí donde un día fué teatro de Diony- 
sos; en los que fueron escenarios de las batallas, ágoras 
de las multitudes, lugares de juegos inmortales y concur- 
so de las artes ; en todos los parajes que recuerdan alguna 
gloria de aquellas generaciones que vivieron enamoradas 
de la forma y de la fuerza, creando una belleza propia 
a la vida de su época; doquiera llegan los amantes en 
aquel suelo clásico del arte inmaculado y eterno, viven 
el espíritu del genio griego en sus más radiosas culmi- 
naciones. Y con la cultura de sus almas y la sensibilidad 
de sus temperamentos afines, todo lo alcanzan, todo lo 
interpretan, todo lo comprenden, lo sienten y lo disfru- 
tan, entre el triunfo y la gloria de su amor, tan lleno del 
placer de las caricias como del deleite intelectual y moral 
que es dado disfrutar a los espíritus superiores. 

Y en medio de una vida así, cuando más intensa- 
mente sienten la plenitud de su dicha, llega, de pronto. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


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brutalmente, laTiora inicial del infortunio. Una noche en 
que en el Partenón las dos criaturas se confiesan embria- 
gadas de la belleza y de la vida, y sueñan, a la luz de la 
luna, el alma de las sagradas ruinas, asistiendo en su ilu- 
sión a la despedida de aquel querido mundo, desde el 
borde de la inmensa tumba en que van desapareciendo 
sus últimos despojos, con los mármoles de sus templos 
deshechos, la tierna enamorada se siente estremecida por 
el escalofrío de una fiebre que no es la del amor y de 
la vida. 

* 

¿Podrá ser esa sensación, para aquel cuerpo bello 
y joven, el principio del enfriamiento eterno que, pró- 
ximo o remoto, aguarda siempre a cuanto con su calor 
mueve la vida? No va a ser esa la postrera vibración 
de aquel organismo; pero la última interruptora de las 
humanas dichas y desdichas ha hecho su primer llamado 
en el festín de aquellas vidas, y aunque todavía por al- 
gún tiempo la alegría anime los días de la gentil pareja, 
pronto el dolor destruirá la harmonía de las dos almas, y 
sólo errará una por el mundo con la tristeza de su sole- 
dad sin fin. 

Cual las aves que en el bosque huyen aterradas y 
vuelan hacia el nido al oir la detonación que llega hasta 
ellas como la voz de la muerte, los amantes, tras la sor- 
presa de aquel primer peligro de una de sus vidas, pien- 
san en París y abandonan a Grecia. Pero la joven ena- 
morada, que va herida, recibe el segundo golpe de la 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


muerte que la persigue, allá en tierra de Turquía, en ple- 
na Constantinopla, sobre la torr.e del barrio de Calata. 
Y tras la dicha postrera de oirse llamar Condesa de Mon- 
fort entrega la breve e intensa vida que animara su 
ser, formulando en su último pedido sólo el deseo de la 
dicha de su amante: “Ah! si con la fe vibrante de tu 
raza, fueras hasta Jerusalen, como tus abuelos, los cru- 
zados, evocando una dama: tu llevarías mi nombre para 
esperar, y así yo presidiría tus últimos destinos!” “Cree, 
por Dios: no quiero morirme sabiendo que has perdido 
la esperanza”. 

Y ante aquella muerte que para Monfort es la muer- 
te de todo, se piensa en el amargo sentido de las palabras 
que un día le dijera el hombre extraño y superior que 
fué su pariente más querido: “Mi pobre Juan, he aquí 
el resumen de la existencia: venimos, sufrimos y nos 
vamos”. 

Entonces, pasadas las exequias de la malograda es- 
posa, Monfort emprende el viaje a Tierra Santa, y allí, 
junto a los sagrados lugares del suelo que fué teatro del 
sacrificio redentor cristiano, todavía alcanza el último 
bien de los que parecen elegidos para ser felices aún des- 
pués del infortunio, hasta en sus postreros días. Vuelve 
a sentir el consuelo de la fe que antes le abandonara, 
recobra nuevo ánimo para vivir y encuentra satisfacción 
en seguir adelante hasta cumplir su destino: como otra 
vez, lejana, vió desaparecidos su decepción y su escepti- 
cismo por el amor deí “aquella que disipara su hastío 
restituyéndolo ardiente y pujante a la vida; que lo sacó 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


73 


de las sensaciones de los sentidos y de la inteligencia 
para atormentar y embellecer su corazón en los fuegos 
y frescuras del amor; que le arrancó a su aislado este- 
tismo sugiriéndole el anhelo de una familia; y le volvió 
la ambición de conquistar imperios que dieran a su fren- 
te flores con luz de estrellas”. 

Y eso es todo, ese el término del libro, cuya lectura 
trae a los labios los ecos inmortales de la lira de Mad. 
Ackerman : 

Regarde2-les passer, ces couples éphéméres / 

Dans les bras Van de Vautre enlaces un momento 
Toas, avant de méler á jamais leurs poussiéres, 

Font le méme serment : 

Toujours ! Un inot liardi que les cieux qui vieillisent 
Avec étonnement entendent prononcer 
Et q*oseni répéter des lévres qui pálissent 
Et qui vont se glacer. 

* 

Es, pues, esta novela, según quedó dicho en la pri- 
mera de estas notas, una historia sencilla y humana: in- 
tensos y triunfales amores que, inesperadamente ofre- 
cidos por la naturaleza, llegan hacia la mitad de dos 
vidas que por ellos' se redimen de la decepción y del 
hastío recogidos prematuramente en la experiencia, y 
que de pronto trunca la muerte. Y eso sólo, sin compli- 
caciones artificiales para dar mayor interés al argumen- 
to, basta al autor para emplear sus poderosas facultades 
en la descripción, en la psicología y en el estilo, que pro- 
diga en las seiscientas páginas del libro y le muestran 
capaz de hallar siempre la manera original de animar 



74 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


con el aliento de la vida y de dar forma artística a la 
expresión de lo que siente o de lo que vé ; de cuanto hace 
ese mundo interior de las emociones y de las ideas pro- 
ducidas por el efecto, doloroso o grato, de los sentimien- 
tos y por el variado espectáculo de la naturaleza y de la 
sociedad. 

Confirma Estrada la opinión de Zola, de que “en 
todos los tiempos ha bastado el talento para alcanzar 
triunfos, sin que haya sido menester, ni en poco ni en 
mucho, cuidarse de pretendidas reglas”, porque sin los 
prejuicios escolásticos que afectan la espontaneidad de 
la producción con la tortura del exclusivismo en los pro- 
cedimientos, se muestra en su obra tan frecuentemente 
romántico como naturalista. Pues junto a diálogos y di- 
sertaciones animados por el más raudo vuelo lírico, hace 
admirar múltiples y laboriosas descripciones que por el 
vigor de la observación y del colorido que revelan, re- 
cuerdan muchas de las que produjera la pluma de los 
Goncourt y consagran a su autor artista consumado en la 
manera literaria del maestro de Medan, Y si por la des- 
cripción el autor de esta novela se muestra digno del de 
”El Color y la Piedra*’, tan celebrado por la crítica más 
autorizada, justo es consignar que por la psicología que 
hace en el nuevo libro: tan apto es para la intuición de 
los caracteres como para profundizar en el análisis de 
los estados de alma de la personalidad a que atiende. 
Abundan los detalles que desde esta faz del escritor, acu- 
san en el novelista de ‘‘Redención”, una sensibilidad ex- 
quisita, y un intérprete fiel de las modalidades sucesivas 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


76 


del espíritu en los sujetos que presenta, sean ellos toma- 
dos de la realidad o impuestos por la lógica del plan se- 
guido en la obra. 

Inteligencia elevada y dueña de una gran erudición, 
que sin violencia aparece a cada rato en el curso de la 
lectura : por la amplitud de su criterio y la capacidad sin- 
tética de su juicio, trae con frecuencia a la mente las pa- 
labras de Taine a propósito de esas facultades : “Son las 
vistas de conjunto el mejor signo de un espíritu supe- 
rior”. En cuanto al estilo, cumple decir de él, haciendo 
honor a la verdad, que por el vigor y la brillantez que le 
colman de propiedad y de belleza, comprueba una vez 
más la razón de Lemaitre al afirmar que “el don del 
estilo es un don innato, que nunca se adquiere, que sólo 
puede desarrollarse en el que lo posée naturalmente”, 
pues la forma es en esta novela primorosa obra de arte 
producida por una imaginación ardiente y un gusto refi- 
nado, que servidos por un vocabulario riquísimo llenan 
las páginas de frases deslumbrantes y de seductora har- 
monía. 

Tal es ese libro que con elevadísimo mérito viene a 
enriquecer la literatura americana. Y justo es reconocer 
que si lleva al ánimo del lector la melancolía que siempre 
dejan la injusta destrucción de la dicha de los buenos y 
la incontrastable usurpación del bien a los mejores, con- 
forta y enseña a esperar — aún después de la desgracia 
que todos, hasta los que se llaman felices, hallan 
alguna vez en su camino — en estas dos grandes fuer- 
zas, siempre las más poderosas y fecundas de la vida: el 
amor y la fe. 




LA TOUFFE SAUVAGE" 

Y "LA ROSA DE LOS VIENTOS” 


( Por Juana de Ibarbourou ) 




TOUFFE SAUVAGE” 


Y ^aA ROSA DE LOS VIENTOS’’ 

( Por Juana de Ibarbourou ) 


tLe grand artiste, simple jusgú’en ses 
profondeurs, est celuí quí garde en face 
du monde une certaine nouveauté de 
coeur et comme une éternelle fraícheur 
de sensation*. 

Guyau 


“La Touffe Sauvage” 

Montevideo, mayo, 1927. — Ilustre amiga: Acabo 
de leer ''La Touffe Sauvage”, y si por su sustancia pue- 
de decirse que los libros tienen un alma, es indudable 
que está en éste la de usted. En sus páginas todo muestra 
su idiosincrasia de mujer, su emotividad de poetisa, su 
talento de artista. 

Por ello creo que una traducción de tal obra, en el 
concepto más noble de su ejercicio, no pueda ser más que 
la realizada en esos versos de Francis de Miomandre. 
Pues conservar el calor vital y emotivo, la radiación lu- 
minosa, la belleza moral y formal que como atributos 
esenciales infundé a sus obras un espíritu creador, es lo- 
grar el más elevado ideal que puede alcanzar una versión 
de sentimientos, ideas y estilo a idioma distinto de aquel 
en que fueran expresados originariamente. 



80 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Admiro a Francis de Miomandre desde cuando, le- 
yéndole por primera vez, conocí su primer estudio de la 
filosofía moral y del arte de Rodó. Por eso esperaba 
hallar su gran entendimiento y su brillantez literaria en 
su transmisión a otro mundo espiritual de ese concierto 
de intensas sensaciones y sutiles matices harmoniosos 
que son la poesía y el verso de usted. Pero me complazco 
en reconocer que es sorprendente, aun para la mayor con- 
fianza en las consagradas aptitudes del traductor, su fi- 
delidad a todo lo que es singularmente humano, delicado 
y bello en la inspiración de los poemas que traduce. 

Porque aunque, como es natural, para los lectores 
de nuestra raza la obra de usted posea las mayores se- 
ducciones en su habla propia, es evidente asimismo que 
al trasladarla al francés el ilustre crítico, prosista y poe- 
ta, ofrece uno de los más calificados tributos de las afi- 
nidades y la admiración que los excepcionales valores que 
integran la personalidad de la poetisa pudieran suscitar 
en todo tiempo. Y en estricta justicia: la verdad es que 
la sensitiva y lírica excelencia de las creaciones que enal- 
tecen el nombre de la autora merecía esa traducción, y 
que dignas de esta empresa eran las dotes de quien la ha 
empezado despertando el más vivo anhelo de que la con- 
tinúe como se muestra capaz de hacerlo. 


‘‘La Rosa de los Vientos” 

Montevideo, noviembre, 1930. — Muy agradecido 
al obsequio de sus nuevos poemas, le escribo para enviar- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


81 


le mi testimonio de la admiración que en justicia les per- 
tenece. Después de decir que son suyos sería redundante 
agregar que en ellos triunfa como siempre el númen glo- 
rioso de una de las mayores consagraciones americanas. 
Pero es evidente que son un altísimo alarde de capacidad 
en el dominio de la última norma introducida en la poesía 
y la versificación. 

¡Norma!: lástima que cualquiera sólo sea una de 
tantas imposiciones limitativas del derecho imprescripti- 
ble de la inspiración a hacer arte como más lo sienta en 
las expansiones del dolor o la felicidad; de la manera 
que más sirva para modular la voz de lo suyo a cada 
cual. Porque es indudable que en la ruta infinita al ideal, 
toda mutilación de alas está, irremediablemente, destina- 
da a detener el vuelo poético hacia lo que pide la vida de 
cada noción de belleza. 

Por debajo del talento y del genio las escuelas lite- 
rarias aparecen y se van, vuelven y pasan, en una evolu- 
ción de años o siglos. Y, siempre, sólo de dos modos: o 
como expresiones naturales de la manera de sentir y pen- 
sar en las diferentes épocas que se suceden en el curso 
de los tiempos, o como vana simulación de singularida- 
des para remedar a la originalidad creadora. 

¿A cuál de ellos pertenece la actual corriente de 
actitudes “vanguardistas” que cruza por entre la comple- 
jidad, incesantemente evolutiva, del espíritu contemporá- 
neo? Como todas: a los dos. 

Porque la mayoría de las realizaciones que la integran 
son obra de preocupados en descubrirse rarezas sensiti- 


tomo II 


6 



82 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


vas, y en decir a modo de los que cultivan ese misticis- 
mo llamándose iniciados en los gustos de la nueva sensi- 
bilidad que suponen a la juventud. Las otras, son las 
pocas que enraízan en sensaciones vivas, traen lenguaje 
propio, y, con belleza inmarcesible, vienen para un desti- 
no superior a todos los artificios que llegan, desaparecen 
y, a veces, renacen. 

De esa alta calidad son las de “La RosOi de los Vien- 
tos'*. Pero cuando los que son como usted hacen conce- 
siones a las cosas de las épocas no escapan a la ley de su 
superioridad y, aunque accedan a las exigencias del régi- 
men escolástico que es el dogma herético de sus días, no 
hallan modo de reducir a él su grandeza, permanente- 
mente, y salen del estrecho molde como son, y quedan 
para siempre en la integridad de lo que les exceptúa. 

Ayer le decía a nuestro común amigo el insigne pin- 
tor Barthold, que esa concluiría por ser la historia de la 
admirable incursión de usted a la moda de hoy que la 
seduce. Y espero que el tiempo dé prueba de ello. 

Por facultades extraordinarias se halla usted habi- 
litada para adaptarse a cualquier innovación artística 
satisfactoria de alguna de las modalidades psíquicas que 
se suceden en el espíritu de los tiempos. Cual por un afor- 
tunado privilegio su naturaleza recibió las más potentes 
dotes perceptivas y evocadoras, para las creaciones con 
sello propio y distintivo en la labor del entendimiento y 
la expresión de las mudanzas en los ideales y en el gusto- 

Pero más que la soberanía intelectual que permite 
hacer obra artística a la manera que lo pidan los cánones 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


83 


de las preferencias cambiantes que se manifiestan y pre- 
ponderan en cada etapa de la evolución ideológica y esté- 
tica, perdura y triunfa, sobre todo, lo que es fundamental 
en las almas y hace inconfundibles las obras. Por eso 
usted seguirá siendo usted, a pesar de la devoción con 
que se incorpore a la caravana de los peregrinos que lle- 
gan al templo de cada nueva fe; continuará siendo aque- 
lla que en las realizaciones que labraron su celebridad no 
era como otro, y sería siempre original sin pensar en ser- 
lo, sin proponérselo como los que no lo pueden ser. 

Todo ello se impone y resplandece, para gloria de 
usted y de las letras de América, en esa obra poética de 
“vanguardia”, realizada con tan acendrado amor y sa- 
bio arte que en ella tiene el más perfecto ejemplar de tal 
manera moderna nuestro ambiente literario. ¡Tantos son 
el tesoro de sensibilidad y las maravillas de imaginación 
que ha acumulado su ingenio en las páginas de “La Rosa 
de los Vientos*'. 




**EL HOMBRE DE ORO^^ 


( Nov*Ia de Rufino Blanco Fombona ) 




«EL HOMBRE DE ORO” 

(Novela de Rufino Blanco Fotnbona) 


^(¡Para qué no iba a decir la verdad a mi 
pueblo? ¿Era más patriótico el adulterio de la 
realidad?'^ 


«íNo, Que se miren en este espejo mi país p 
otras barbarocracias donde triunfan y pele- 
chan el usurero sin escrúpulos, el general sin 
campañas, el periodista sin vergüenza, la mu- 
jer sin pudor,> 

^Que se aprenda^ por otra parte, a estimar 
a quienes, como las Agualonga del libro, fra-> 
casan en ese o parecidos medios. Fracasan 
precisamente por altivos, por honrados, por 
verídicos, por buenos, t» 

Rufino Blanco Fombona. 


Es una fuerte evocación de uno de esos ambientes 
sociales sudamericanos cuyo grotesco espectáculo instruye 
más que todas las demostraciones de los estadistas, res- 
pecto de las tristes realidades que con frecuencia perdu- 
ran bajo el intermitente desarrollo del progreso que con 
angustiosa lentitud transforma a nuestros países. Y es 
obra de patriotismo superior, con tan profunda concien- 
cia como alta moral cuando el autor describe la descom- 
posición que contempla y cuando aplica el cauterio de sus 
comentos. Por ello será siempre trascendente la suges- 
tión de ese desfile de aspectos y tipos de la vida sin ma- 



88 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


durez de muchos de nuestros pueblos. Pues ese espectácu- 
lo de una realidad generalizada, con pocas variantes, en 
todos ellos, subleva el sentimiento del honor nacional y 
determina el anhelo y el propósito de servir a éste. Y a 
pesar de que se reconoce con el autor que “aun en medios 
sociales de más quilates y superior nivel moral que este 
que se refleja en “El Hombre de Oro”, la Vida se burla 
de la Bondad y la arrastra por los suelos”, adviértese tam- 
bién el sentido histórico y sociológico que su americanis- 
mo comprensivo y esperanzado pone en toda esa intensa 
y bella obra de pensador y de artista. Se mueve la palanca 
de una reacción moral impostergable tras esas escenas y 
esos personajes de estas colectividades que apenas han 
vivido su primer siglo de independencia, con aparente 
adopción de instituciones republicanas, pero sin efectivi- 
dad de derechos y sin gobierno propio; bajo imposiciones 
personales impeditivas de la democracia que les hubiera 
excluido de la dirección de la sociedad ; casi siempre vien- 
do a las mediocridades más serviles escalar los diferentes 
poderes del Estado. 

Cada tipo que el novelista pone de pie con la vida 
que le infunde, y cada escena que reanima artísticamente, 
con el significado moral que le pertenece, es una pieza 
del proceso que instruye a la sociedad acusada, y, a ve- 
ces, testimonio de un delito contra la patria. Se compren- 
de que va haciendo justicia la pluma del escritor. Parece 
el castigo de la historia. 

Todos aquí, y creo que como en ésta en casi todas 
las “repúblicas hispano-americanas”, hemos conocido ge- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


89 


nerales Chicharra, periodistas Rata, dignas e infortuna- 
das Agualonga, ladrones Irurtia en los ministerios, injer- 
tos de Emmerich en la buena sociedad. Y por eso cada 
lector de estos países, al hallarles en las cáusticas y bri- 
llantes páginas de “El Hombre de Oro”, dirá, seguramen- 
te, como yo: éste es aquél, ésta es aquélla, ese es aquél 
otro. Son antiguos conocidos de todos, puestos una vez 
más en la claridad por el talento luminoso del autor. Y 
éste es el sabio y experto profesor que con enorme cono- 
cimiento de las cosas que entristecen e infinito saber de 
los dolores morales, corta y enseña inclinado sobre un 
organismo enfermo tendido en la mesa de operaciones. 
Es un americano que habla de la América suya, de su 
América amada, con gran conciencia y con gran virtud. 

En “El Hombre de Oro ” — ^novela de caracteres y 
costumbres, sociológica y descriptiva — el autor es realista 
sin alardes escolásticos, con muy artístico y sugerente es- 
tilo, y con raro dominio del idioma, aunque éste aparez- 
ca tal como le usa en todos sus libros. 

En las descripciones tiene páginas imperecederas por 
el sentimiento del ambiente, la precisión de los rasgos 
esenciales y el vigor del dibujo. Cuando describe la casa 
solariega que fundaran los antepasados de la aristocrá- 
tica familia que un día padece la pena de tener que aban- 
donarla; el curioso establecimiento comercial del rústi- 
co infatuado con su sabiduría del herbario indígena; los 



90 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


trajes y las costumbres del avaro y su infortunada com- 
pañera; la vida habitual de las últimas descendientes de 
la vieja estirpe patricia; la patética despedida del caserón; 
la regocijante excursión de placer del presidente; y otras 
escenas y otros tipos de igual relieve: recuerda algunas 
de las clásicas descripciones de Balzac. 

Y en la evocación de las almas hay capítulos magis- 
trales, por el entendimiento de las idiosincrasias, el pro- 
ceso de las emociones y la exactitud de la expresión. Es 
de éstos aquel en que muestra lo que ocurre en el espí- 
ritu del avaro, protagonista de la obra, la vez que habien- 
do salido en busca de “médico de Universidad”, cuya vi- 
sita tendría que pagar, para su compañera enferma, tras 
larga lucha con su avaricia decídese a consultar una vez 
más al curandero al cual no remuneraba sus servicios. El 
proceso de esas vacilaciones hasta adoptar la resolución 
definitiva, indigna: tan penetrante es el examen de la in- 
sensibilidad y la miseria moral del usurero. Y el estudio 
del alma de ese mismo personaje principal, no sólo en su 
sordidez, sino en sus sentimientos afectivos, en el desarro- 
llo de su tardía pasión por una dama de clase superior, 
está hecho en páginas resplandecientes de ática espiri- 
tualidad y llenas de “saber de amor”, honda intuición 
e ideas propias. 

Otra explicación inolvidable es la del mundo moral 
y la naturaleza psíquica de las tres hermanas de abolengo 
ilustre, tan diferentes en sus temperamentos como unidas 
e identificadas por una misma distinción y un mismo or- 
gullo. También complace el elevado criterio ético con que 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


91 


siempre el novelista sugiere simpatía y respeto por la 
superioridad de esos tres corazones que con una misma 
nobleza mueven una misma sangre. 

* 

En cuanto al dominio del lenguaje a que aludí, no 
obstante la frecuente preferencia del autor por los vo- 
cablos regionales, es evidente en el curso de esas páginas, 
donde lo castizo alterna, por expresa voluntad del nove- 
lista, con las voces y giros de su pueblo americano. Sería 
injusticia negar al autor el vasto conocimiento del vo- 
cabulario castizo que demuestra empleándole con irre- 
prochable propiedad, aunque conjuntamente escriba : “úti- 
les de escasa vaierta”; ‘^marramuncias de la legislación” ; 
‘'curucuteando en los cuartos”; “el rebeco don Camilo”; 
"‘maraqueaba la cabeza”; “en una compactaación'' ; “po- 
cilios de fayenza blanca”; y moroco tas, guarapo, turnu- 
sa, arepa, morrocoy, y cien frases y voces más como esas. 
¿Para qué repetir aquí que el tesoro clásico de la lengua 
castellana es tan vasto que al conocedor que le recordase 
oportunamente le evitaría la necesidad de emplear las pa- 
labras y modismos que le corrompen en estas y otras tie- 
rras? No puede ser este artículo obra para renovar la 
demostración de los maestros respecto de la excepcional 
abundancia de términos españoles que permiten llamar las 
cosas y expresar ideas y sentimientos con propiedad. ¿Y 
acaso sería necesario, asimismo, rememorar una vez más 
las razones lingüísticas y filológicas que han enseñado. 



92 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


definitivamente, que sólo requiere vocablos y expresio- 
nes nuevas aquello que aparece por primera vez en el 
propio suelo, o nace o se inventa en el extranjero; sólo 
lo que no teniendo nombre antes de existir, lo necesita 
desde que existe? Eso lo conocen todos, y el novelista 
como cualquiera: por ello sería inútil demostrarlo una 
vez más. 

Por mi parte, yo, que siempre gusto ver en la obra 
de arte escrita el lenguaje necesario para expresar correc- 
tamente lo que se piensa o lo que se siente, creo que 
hay más idioma en esta novela de Blanco Fombona, lle- 
na, como él dice, “de americanismos, arcaísmos, galicis- 
mos y otros ismos”, que en algunos libros cuyos autores 
se tienen por puristas. Sin adoptar ni aconsejar esa uti- 
lización de voces extrañas, o de innecesaria fabricación 
propia, forzoso es reconocer que los idiomas son organis- 
mos que asimilan y crecen, evolucionan y se transfor- 
man, y que los escritores que emplean indistintamente las 
palabras que usan cualesquiera de los numerosos pueblos, 
viejos o nuevos, que hablan español, repiten lo que ya 
se hacía en los lejanos tiempos en que se formaba la len- 
gua castellana, cuando los clásicos la trasladaban del uso 
a sus escritos imperecederos. Porque, como lo explica 
el sabio Mir y Noguera, unas veces “de un vocablo reci- 
bido fraguaban otros como éste, para socorro de la pe- 
rentoria necesidad, la cual érales la primera causa legí- 
tima de toda innovación verbal; y otras veces, las más, 
la semejanza de una voz con acciones relacionadas su- 
geríales sentidos metafóricos de que están preñados casi 
todos los vocablos españoles”. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


93 


Y hoy ya todos saben que la crítica contemporánea 
ha demostrado, definitivamente, que hasta los inmorta- 
les autores de las más grandes obras maestras del clasi- 
cismo insuperado y ejemplar, no pudieron evitar al es- 
cribirlas el uso de incorrecciones que hacen imperfecto 
su lenguaje. Pero ello no impide que resplandezca el ge- 
nio que las creara, ni que sean los supremos monumentos 
literarios del idioma castellano. 




RODÓ ANTE LA CRÍTICA INGLESA 
Y NORTEAMERICANA 




RODÓ ANTE LA CRÍTICA INGLESA 
Y NORTEAMERICANA 


Entre todas las expresiones de admiración que pue- 
den honrar a una obra humana, están destinadas a preva- 
lecer con la autoridad del mejor derecho y la trascendencia 
más consagratoria aquellas que demuestran el mérito que 
las motiva. No hay algo que logre convertir al elogio en 
verbo de la gloria como lo que abona la conciencia del 
juicio que lo emite. 

Desde los primeros trabajos de Rodó, tanto en Amé- 
rica como en Europa los más eminentes comentaristas 
coinciden en el reconocimiento y la demostración de todo 
lo que en su doctrina y en su estilo es mérito excepcional. 
Como lo dijera Rubén Darío al escribir sobre “Motivos 
de Proteo” : en todas partes la obra de Rodó ha sido aco- 
gida con tanto entusiasmo como razonada admiración. Y 
está al alcance de cualquier propósito de justicia la fácil 
comprobación de que si sólo rarísimas veces puede hallarse 
en la copiosa crítica consagratoria de esa obra un leve co- 
mentario discrepante en algo con el autor, ello apenas 
constituye las naturales excepciones que confirman la regla. 

Desde que al aparecer sus estudios iniciales la crítica 
europea enviábale el aplauso de espíritus tan esclarecidos 
por su extraordinaria erudición como por su luminoso jui- 
cio, la más intensa interpretación filosófica de su doctrina 
y la más perceptiva visión de los valores artísticos de su 


TOMO II 


7 



98 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


prosa caracterizan al examen de que se hace objeto a sus 
obras, hasta que cierra la serie de éstas la publicación pós- 
tuma de sus últimas páginas. Todos los que han seguido, 
o examinan ahora, la continua trayectoria de sus triunfos, 
saben que en España, Clarín, Valera, Unamuno, y otros 
de sus más ilustres críticos, no ocultaron su admiración, 
ni las razones de ella, al conocer los primeros estudios 
del joven pensador que aparecía en América; tal como en 
adelante lo han hecho sus más eminentes maestros. E igual- 
mente, entonces y después, también en las diversas nacio- 
nes de nuestro Continente los espíritus de más elevada 
jerarquía honraron a la conciencia intelectual americana 
aplicando sus sobresalientes dotes a la exégesis filosófica 
y literaria de las obras de pensamiento y arte del gran 
maestro. 

Pero aparte de la luz que las más altas inteligencias 
de los países de habla castellana han vertido en homenaje 
a las excelsas facultades de aquel espíritu creador, tam- 
bién en naciones de otras razas y diferentes idiomas la 
crítica ha evidenciado tan profundo como entusiasta en- 
tendimiento de la obra de Rodó. En Francia, todos los 
estudios que se le dedicaran hasta hoy — desde el primero 
de los intensos y luminosos artículos del ilustre Francis 
de Miomandre, en el cual señala por primera vez “el pro- 
greso que sobre Renán implica el concepto democrático de 
Rodó” — revelan interés y admiración crecientes por las 
ideas y el arte del insigne pensador y estilista, a cuyas en- 
señanzas críticos prestigiosísimos de aquel país atribuyen la 
más alta trascendencia que pueda hacer eficientes en el espí- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


99 


ritu y la vida de muchas generaciones a una doctrina filosó- 
fica y a un postulado moral. Y en Inglaterra y en Estados 
Unidos de Norte América — aparte de los artículos funda- 
mentales por su luminosidad y su justicia, en órganos de 
opinión de la importancia mundial de The Times y át The 
New York Times — han sido escritos los más extensos es- 
tudios publicados en idioma extranjero sobre el espíritu 
y la obra de Rodó. 


I 

Havellock Ellis, el ilustre filósofo inglés, autor de di- 
versas obras que le dieran reputación mundial, y que por 
el alcance de su pensamiento y la delicadeza de su sensi- 
bilidad revela uno de los espíritus más penetrantes y finos 
entre los maestros de la crítica contemporánea, ofrece en 
su segundo libro de ensayos filosóficos a propósito de 
“The Conflits of the War”, publicado en 1919, una in- 
terpretación fidelísima de las ideas de Rodó y establece, 
sin reservas, toda la grandeza de su significado.“Era uno 
de los espíritus más esclarecidos de nuestra época, dice, 
era de la estirpe de Quinet, Renán, Fouillé, Guyau”, y ex- 
pone y comenta el concepto del maestro : sobre “el arte de 
vivir”; sobre “el espíritu de la civilización de los Estados 
Unidos” ; sobre “la democracia” ; sobre “la crítica” ; sobre 
“el liberalismo y el jacobinismo”. 

Después de explicar cómo para Rodó vivir, en el sen- 
tido superior, es desarrollar una actividad creadora y libre, 
por encima de todo fin interesado y material, puesto que 



100 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


SU culto de la vida interior es para realizar por ella la har- 
monía y la belleza continuas en la sociedad, hace constar 
que cuando el pensador para confirmar ese concepto ana- 
liza el espíritu de la civilización de los Estados Unidos 
cuida de no expresar que aquel espíritu sea el simbolizado 
en Caliban, porque ello sería extraño a su elevada orien- 
tación, y declara que admira aunque no ama a la idiosin- 
crasia nacional de la América del Norte, y su análisis no 
revela ni la menor actitud despectiva. Y si demuestra por 
qué Rodó crée que el sentido utilitario de la vida y la uni- 
forme mediocridad, como norma de existencia social, es 
lo que informa al espíritu del americanismo del Norte; se 
complace en recordar que el maestro reconoce cómo y por 
qué la obra de los Estados Unidos no puede perderse para 
los intereses del alma y que la fuerza de la civilización 
que en el tiempo transmuta lo material en espiritual salva- 
rá un día a aquel país del destino que hallaron Nínive, 
Sidón y Cartago. 

Son esas palabras fidelísimos testimonios de justicia, 
que honran a la probidad intelectual de Havellock Ellis. 
Porque concurren con la alta autoridad del esclarecido es- 
píritu que las dicta, a desvanecer la errónea o mal inten- 
cionada atribución a Rodó de un prejuicio hostil hacia el 
pueblo norteamericano, de un concepto infundado de su 
genio, o de una negación apasionada del engrandecimiento 
civilizador que lo transforma y realiza su progreso moral, 
llevándole a culminar en los destinos humanos e idealistas 
que le esperan en el porvenir. 

Es contra las fáciles y lamentables afirmaciones de 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


101 


esas gentes que adulteran el pensamiento del autor y le su- 
ponen ideas que a ellos permiten aparecer rebatiéndole, que 
es necesario rememorar frecuentemente los conceptos ver- 
daderos y los términos precisos de Rodó, respecto de aquél 
y de algunos otros temas de su obra de pensador. Y sólo 
por ello y porque tal como el gran filósofo de Brixton lo 
expresa es como únicamente habló Rodó de los Estados 
Unidos de Norte América, transcribo aquí algunos de los 
más pertinentes. Pues sólo confirmatorias del mismo crite- 
rio son sus indelebles palabras, que como han dicho hasta 
ahora dirán para siempre : “Sin el brazo que nivela y cons- 
truye, no tendría paz el que sirve de apoyo a la noble fren- 
te que piensa. Sin la conquista de cierto bienestar material 
es imposible en las sociedades humanas el reino del espíritu. 
Así lo reconoce el mismo aristocrático idealismo de Renán, 
cuando realza, del punto de vista de los intereses morales 
de la especie y de su selección espiritual en lo futuro, la 
significación de la obra utilitaria de este siglo”. 


“La obra del positivismo norteamericano servirá a 
la causa de Ariel, en último término. Lo que aquel pueblo 
de cíclopes ha conquistado directamente para el bienestar 
material, con su sentido de lo útil y su admirable aptitud 
de la invención mecánica, lo convertirán otros pueblos, o 
él mismo en lo futuro, en eficaces elementos de selección”. 


“Pero la vida norteamericana no nos ofrece aún un 
nuevo ejemplo de esa relación indudable, ni nos lo anuncia 
como gloria de una posteridad que se vislumbra. Nuestra 



102 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


confianza y nuestros votos deben inclinarse a que, en un 
porvenir más accesible a la inferencia, esté reservado a 
aquella civilización un destino superior. Por más que, bajo 
el acicate de su actividad vivísima, el breve tiempo que la 
separa de su aurora haya sido bastante para satisfacer el 
gasto de vida requerido por una evolución inmensa, su 
pasado y su actualidad no pueden ser sino un introito con 
relación a lo futuro”. 


“Esperemos que el espíritu de aquel titánico organis- 
mo social, que ha sido hasta hoy voluntad y utilidad sola- 
mente, sea también algún día inteligencia, sentimiento, 
idealidad. Esperemos que de la enorme fragua surgirá, 
en último resultado, el ejemplar humano, generoso, armó- 
nico, selecto, que Spencer, en un ya citado discurso, creía 
poder augurar como término del costoso proceso de refun- 
dición. Pero no le busquemos ni en la realidad presente 
de aquel pueblo, ni en la perspectiva de sus evoluciones 
inmediatas ; y renunciemos a ver el tipo de una civilización 
ejemplar donde existe un boceto tosco y enorme, que aun 
pasará necesariamente por muchas rectificaciones sucesi- 
vas, antes de adquirir la serena y firme actitud con que 
los pueblos que han alcanzado un perfecto desenvolvimien- 
to de su genio presiden al glorioso coronamiento de su 
obra”. 

Y años más tarde, ratificándose en aquellas mismas 
ideas, en el admirable estudio que con el título de ‘'Rum- 
bos Nueifos” dedicara a “Ydola Fori’', el bello y hondo 
libro de Carlos Arturo Torres, decía sobre la creencia de 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


103 


los hombres de pensamiento y de gobierno de la América 
latina en “la superioridad absoluta del modelo anglosa- 
jón, así en materia de enseñanza, como de instituciones, 
como de aptitud para cualquier género de obra provechosa 
y útil, y la necesidad de inspirar la propia vida en la con- 
templación de ese arquetipo, a fin de aproximársele, me- 
diante leyes, planes de educación, viajes y lecturas, y otros 
instrumentos de imitación social” : 

“Los Estados Unidos de Norte América aparecían co- 
mo viviente encarnación del arquetipo; como la imagen en 
que tomaba forma sensible la idea soberana. Absurdo se- 
ría, desde luego, negar, ni la grandeza extraordinaria de 
este modelo real, ni las positivas ventajas y excelencias del 
modelo ideal : el genio de la raza que en aquel pueblo culmi- 
na; ni siquiera lo que de practicable y de fecundo había 
en el propósito de aprender las lecciones de su bien recom- 
pensado saber y seguir los ejemplos de su voluntad victo- 
riosa. Pero el radical desacierto consistía, no tanto en la 
excesiva y candorosa idealización, ni en el ciego culto que 
se tributaba por fe, por rendimiento de hipnotizado, más 
que por sereno y reflexivo examen y prolija elección, como 
en la vanidad de pensar que estas imitaciones absolutas, 
de pueblo a pueblo, de raza a raza, son cosas que caben en 
lo natural y posible; que la estructura de espíritu de cada 
una de esas colectividades humanas no supone ciertos li- 
neamientos y caracteres esenciales a los-que han de ajustar- 
se las formas orgánicas de su cultura y de su vida políti- 
ca, de modo que lo que es eficaz y oportuno en una parte 
no lo es acaso en otras ; que pueden emularse disposiciones 



104 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


heredadas y costumbres seculares con planes y leyes ; y fi- 
nalmente, que, aún siendo esto realizable, no habría abdi- 
cación ilícita, mortal renunciamiento, en desprenderse de 
la personalidad original y autónoma, dueña siempre de re- 
formarse pero no de descaracterizarse, para embeber y 
desvanecer el propio espíritu en el espíritu ajeno”. 


A pesar de la concluyente claridad de esos términos, 
repetidamente ha sido necesario traerlos a colación para 
rebatir a la mala fe o al olvido que les negara. Por la efi- 
ciencia con que lo hiciera recuerdo aquí que, entre otros, 
Max Henriquez Ureña, hablando de esas ideas de Rodó 
ha justificado sus asertos frente a algunas observaciones 
formuladas a veces respecto de aquéllas. “En nuestra épo- 
ca, ha dicho, los Estados Unidos de Norte América en- 
carnan el verbo utilitario; Rodó señala el peligro de que 
la admiración por la grandeza y por la fuerza de esa 
nación poderosa guíe a los pueblos de nuestra América a 
someterse a una conquista moral, que ya hoy trasciende 
al orden político. Se ha dicho que, a la distancia. Rodó no 
podía juzgar con absoluta exactitud todas las cualidades 
de la civilización norteamericana. Podrá ser que, a pesar 
de la serena imparcialidad de su espíritu, no aparecieran en 
toda su magnitud los factores de inteligencia, de senti- 
miento y de idealidad que también concurren en algunos 
aspectos de la vida norteamericana ; pero, en lo sustancial, 
no se equivocó al señalar el espíritu que anima a aquella 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


106 


civilización que, por asombrosa que sea, es hoy solamente 
voluntad y utilidad”. “Y no dejó de advertir tampoco las 
principales virtudes norteamericanas, como son la de po- 
seer el sentido absoluto de la libertad, la de haber demos- 
trado el poder del trabajo, la de haber hecho del espíritu 
de asociación el instrumento de su grandeza, la de haber 
construido en la escuela un taller prodigioso de hombres 
útiles, y la de mantener el culto de la destreza, de la fuer- 
za, de la voluntad”. 

Aplicando Havellock Ellis igual probidad interpreta- 
tiva al referirse al concepto que de la democracia poseía 
Rodó, rememora los motivos de la reprobación formulada 
por el maestro tanto para el ideal arbitrario del super- 
hombre de Nietzche como para la creencia radical y extre- 
ma de Bourget al afirmar que el triunfo de la democracia 
significaría la derrota de la civilización: menciona lo que 
le apartaba de Renán, por el cual nuestro compatriota sen- 
tía gran admiración, pero a quien no acompañaba cuando 
suponía que una superior preocupación por los intereses 
ideales pudiera ser contraria al espíritu democrático. Y con- 
creta el ideal de Rodó expresando que según su doctrina 
apenas a la democracia será dado harmonizar la igual- 
dad inicial de las actividades cívicas con una desigualdad 
final que permita que los más aptos sean los que cuiden 
y realicen el bienestar general. Pues en esa lucha democrá- 
tica en vez de reducir a todos los miembros de la sociedad a 
un nivel inferior, se les elevará al más alto grado posible 
de la cultura : dado que entendida así la democracia, lleva 
en la propia emulación para aspirar a ascender un elemen- 



106 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


to perenne de aristocracia selectiva, cual sería el de insti- 
tuir por el consentimiento de todos la primacía de lo mejor. 

Y eso es simplemente una exacta exposición de lo 
que nuestro compatriota dijo cuando escribiera que “desde 
el momento en que haya realizado la democracia su obra 
de negación con el allanamiento de las superioridades in- 
justas, la igualdad conquistada no puede significar para 
ella sino un punto de partida. Resta la afirmación. Y lo 
afirmativo en la democracia y su gloria consistirán en 
suscitar, por eficaces estímulos, en su seno, la revelación 
y el dominio de las verdaderas superioridades humanas”. 

“Con relación a las condiciones de la vida de Améri- 
ca, adquiere esta necesidad de precisar el verdadero con- 
cepto de nuestro régimen social, un doble imperio. El 
presuroso crecimiento de nuestras democracias por la ince- 
sante agregación de una enorme multitud cosmopolita; 
por la afluencia inmigratoria, que se incorpora a un núcleo 
aún débil para verificar un activo trabajo de asimilación 
y encauzar el torrente humano con los medios que ofrecen 
la solidez secular de la estructura social, el orden político 
seguro y los elementos de una cultura que haya arraigado 
íntimamente, nos expone en el porvenir a los peligros de 
la degeneración democrática, que ahoga bajo la fuerza 
ciega del número toda noción de calidad; que desvanece 
en la conciencia de las sociedades todo justo sentimiento 
del orden; y que, librando su ordenación jerárquica a la 
torpeza del acaso, conduce forzosamente a hacer triunfar 
las más injustificadas e innobles de las supremacías”. 

Después de leer tales palabras de percepción y sapien- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


107 


cía magistrales, siempre, inevitablemente, se recuerda la 
dolorosa comprobación que en los países de la América 
española han tenido esas grandes verdades de Rodó acerca 
del mero concepto aritmético de la democracia. Es que des- 
pués de ellas no es posible sustraerse a la asociación de 
ideas que trae a la memoria los tristes efectos padecidos 
en las naciones americanas por el error de dar sentido 
numérico al ejercicio de la soberanía popular para designar 
sus representantes en los poderes públicos. Y se asiste a 
la triste visión de lo que en la casi totalidad de las llamadas 
repúblicas de la América latina, ha significado en manda- 
tarios, legisladores y magistrados del caudillaje, el resul- 
tado que arroja el sufragio en esa democracia cuantitativa 
donde tan preponderante intervención tienen la ignorancia 
y la inferioridad moral, con su desastrosa influencia deci- 
siva de la mayoría. 

Cuando el insigne publicista inglés trata de los estudios 
críticos sobre Darío, Bolívar y Montalvo, aparte de ver en 
ellos tan altas como brillantes manifestaciones del patrio- 
tismo continental de Rodó, exalta la excelencia de esas 
obras declarando que en ellas mantiénese su autor en el 
elevado plano de un crítico constantemente lúcido y sereno, 
consciente y simpático, dueño de un estilo en el cual se 
combinan la elegancia y la originalidad hasta hacer de él el 
más eminente maestro contemporáneo de la lengua caste- 
llana: tal como lo acredita el autorizado juicio de los 
más esclarecidos ingenios españoles y americanos. 



108 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Oportuno es recordar aquí que entre estos últimos y 
respecto del estudio sobre el genial arcaista de Ambato, 
Francisco García Calderón — que tan alta autoridad tiene 
en el mundo del pensamiento y de las letras — ^ha dicho que 
le parece “igual a los mejores de Taine, hasta por el esfuer- 
zo de estudiar la época y el hombre” ; que “las páginas en 
que analiza al arte literario de Montalvo son de las mejo- 
res que escribiera el maestro”, y que no cree “que haya en 
la España actual quien pueda superarlas”. Y asimismo Max 
Henriquez Ureña ha expresado que “el estudio sobre Mon- 
talvo es una de las producciones más hondas e importantes 
de Rodó, pues a la vez que una biografía crítica es un aná- 
lisis político-social del medio y de la época”, a la manera de 
Taine, agregando que “la visión del Ecuador a mediados 
del pasado siglo surge de esas páginas cálida y palpitante; 
la descripción de la naturaleza resulta, por el arte supremo 
de la palabra, una maravilla igual a la que puede ofrecer 
la realidad ; y el análisis de Montalvo, esto es, de su carácter 
y de su obra, revela tal penetración crítica que nadie po- 
drá superarlo”. 

Al fijar Ellis la noción del liberalismo de Rodó afir- 
ma que éste analiza admirablemente la intolerancia del 
dogmatismo absoluto sobre la base del libre pensamiento 
racionalista. Por ello agrega que así como no pudo nues- 
tro pensador hallar en Sud América ambiente más fértil 
que en Norte América para el arte: también como repu- 
diaba a la intolerancia del materialismo utilitario del Norte, 
se oponía a la intolerancia del jacobinismo del Sud. Y 
termina estableciendo que si “por la devoción dedicada al 
ideal de conciliar al espíritu de Jesús con el de Atenas, 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


109 


puede llamarse a Rodó europeo, y más directamente fran- 
cés: al adaptar ese ideal a las necesidades de su Continente, 
y al establecerlo sobre una base democrática es el verdadero 
representante de Sud América”. 

Sus últimas palabras son para recordar que el tempe- 
ramento de los primeros libros del maestro era de duda 
y ansiedad, pareciendo esperar una evolución o revolución 
externa; pero que su visión se afirmaba cada vez más; 
que su revelación no era de afuera sino de adentro ; y que 
alcanzó una rara serenidad lúcida y siempre indiferente al 
aplauso. 


II 

Pero la obra de mayor aliento que hasta ahora haya 
dedicado la crítica, en idioma inglés, a la interpretación de 
las ideas y del arte de Rodó, es, indudablemente, la escrita 
por el profesor Isaac Goldberg de los Estados Unidos, y 
de la cual ha ofrecido una buena traducción la “Bibliote- 
ca Andrés Bello” de la “ Editorial- América” de Blanco 
Fombona. Desde las palabras preliminares adviértese una 
facultad perceptiva eminente por la amplitud y la claridad 
de su visión al precisar y definir el espíritu del pensador, 
y al calificar la doctrina de su apostolado. 

Ya allí presenta al criterio del lector la observación — 
cuyo olvido sería error y su ocultación, injusticia — de que 
Rodó nunca aspiró a fundar un sistema que pretendiera 
encerrar todos los fenómenos psíquicos en el molde de un 
dogma rígido, sino una estructura ideológica adaptable a 



lio 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


las diferentes idiosincrasias por la misma flexibilidad na- 
tural que le permitiera resistir a los cambios sociales que 
hacen envejecer y desaparecer a los sistemas cristalizados. 
Por ello advierte que a pesar de la quietud de su vida y de 
la serenidad clásica de su razonamiento y de su arte, “ha- 
bía en Rodó uno de los espíritus más dinámicos de su 
época”, de la cual comprendiera más que todos el rena- 
ciente individualismo que anima al movimiento modernis- 
ta y a la común evolución de las ideas. Y le reconoce, en 
la América española el pensador traído, como los más de 
los grandes hombres, por la necesidad de los tiempos, y 
afirma que aunque el caudal de sus ideas específicas pu- 
diera alguna vez ser aumentado o disminuido, el elemento 
medular de su filosofía, desde su exhortación a sucesivas 
adaptaciones al ambiente evolutivo perdurará inconmovi- 
ble al través de largas épocas. 

Al estudiar el “Ariel”, advierte que ya sus páginas 
contienen en germen las cualidades distintivas de la perso- 
nalidad de Rodó. Explica cómo, entre ellas, un profundo 
sentido de la incesante continuidad de la vida anima al 
eclecticismo que lleva al pensador a harmonizar en síntesis 
ética y estética los elementos paganos y cristianos. Y ve 
que de esas características derivan su tolerancia y su cons- 
tante anhelo de originar en cada persona moral una rea- 
daptación, nunca interrumpida, a las sucesivas mutaciones 
del mundo externo. 

Su altísimo y luminoso concepto de la democracia, 
como generatriz de la más capacitada dirección para la 
más benéfica trascendencia en el destino de la sociedad: 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


111 


concepto originalmente opuesto al de la democracia cuan- 
titativa de los políticos, y “con penetración digna de Toc- 
queville y viendo más y mejor que Bourget”, al decir de 
Clarín; su noción del americanismo, llena de conciencia 
de cuanto en las energías morales y materiales de los pue- 
blos de la América española puede ser eficiente para su 
progreso y su felicidad; su constante y apasionado culto 
de la justicia y de la libertad, entendidas y explicadas sólo 
como son posibles en su sentido ideal : por el respeto y la 
tolerancia mútuos ; la ponderación del juicio y del consejo 
del gran pensador; su maravilloso estilo, resplandeciente 
de metáforas pletóricas de ideas y de belleza; sus magis- 
trales y sugerentes parábolas; todo, en fin, lo que en la 
célebre despedida de Próspero es riqueza sustantiva y opu- 
lencia formal, está en el estudio del eminente crítico nor- 
teamericano señalado con tan hondo y claro entendimiento 
como poderoso y honesto criterio. Pero, por sobre cuanto 
ideológica y moralmente avalora ese examen de “Ariel”: 
la nacionalidad del escritor que lo hace da singularísimo 
valor al sincero reconocimiento y a la autorizada opinión 
que contiene de las ideas de Rodó sobre el espíritu, la vida 
y la obra del pueblo norteamericano, ideas que no se han 
visto siempre libres de interpretaciones erróneas y desfi- 
guración de su realidad. 

Así, coincidiendo con Havellock Ellis, Zaldumbide, 
Henriquez Ureña y otros de los más ilustres comen- 
taristas de Rodó, deja lealmente reconocida toda la 
admiración de éste por las cualidades intrínsecas de aquel 
gran pueblo, y el alto concepto que mereciera al pensador 



112 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


la extraordinaria actividad de su excepcional energía y el 
vertiginoso desarrollo de su progreso. Y Goldberg, como 
el eminente escritor inglés, hace constar asimismo que si 
Rodó veía todo eso, en la época en que escribió, como ge- 
nuina manifestación de voluntad y de espíritu utilitario 
en un pueblo sin profunda tradición orientadora “porque 
todavía no fuera capaz de sustituir al inspirado idealismo 
del pasado con una desinteresada concepción de futuro : lo 
hizo declarando también su fe y su esperanza en que en 
adelante aquella civilización alcance un destino superior 
por el sentimiento y la idealidad”. Pero, al preguntarse el 
crítico norteamericano lo que puede haber de cierto en 
aquel reproche a su pueblo, frecuentemente formulado por 
muchos escritores — y en Rodó condicional y sin la morda- 
cidad y la dureza de los más — reconoce que aún admitiendo 
que pudiera equivocarse el pensador sudamericano en su 
visión, confirmatoria de la que antes que él hizo a Spen- 
cer predicar a los norteamericanos “el evangelio del des- 
canso” : es indudable que le asisten los más razonables fun- 
damentos para no proponer como modelo a la juventud 
hispanoamericana la labor frenética por el propósito de la 
utilidad material sobre todo, que rige la vida del pueblo 
de los Estados Unidos. Le parece que aún no hallándose 
de acuerdo en los pormenores con nuestro pensador los 
norteamericanos pueden adherir respetuosamente a la te- 
sis de aquél, sin desdoro nacional. Y declara que es aplica- 
ble a su gran país la verdad de Max Henriquez Ureña 
cuando, refiriéndose a la América del Sud, afirma que 
“si la masa ignorante necesita instrucción la clase directo- 
ra necesita ideales”. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


113 


Los párrafos con que el vigoroso analizador da tér- 
mino al estudio de “Ariel” son expresivos de la más am- 
plia admiración. Y así como en otros anteriores dijera que 
basta leer los ensayos sobre Montalvo y Bolívar para ad- 
vertir que con toda razón se le ha comparado a Emerson, 
Macaulay y Carlyle, en los que finaliza su examen define 
con singular acierto la personalidad filosófica de Rodó, al 
atribuir al poder revelador de su entendimiento la eficien- 
cia de “un intenso, radiante y polícromo resplandor en la 
entraña de las cosas”. 

Pero es ante “Motivos de Proteo”, que alcanza su 
mayor eminencia el conceptuoso juicio de Goldberg sobre 
el espíritu y la obra de Rodó. Todo lo que en su doctrina 
hay de original e inconfundible y en su estilo de perspi- 
cuidad y belleza está clarísimamente visto e interpretado 
con exactitud. 

Empezando por reconocer que es en esa obra maestra 
donde Rodó da a su filosofía todo el perenne sentido mo- 
ral y humano que la convierte en un sistema de trascenden- 
talísima virtud dinámica, exalta su significación como in- 
vestigador y descubridor de las potencialidades del alma y 
de la intervención de lo inconsciente en la vida cotidiana. 
Así deslinda lo que hay nuevo en su concepto del “yo” 
como producto de todas las influencias creadoras de la 
compleja multiplicidad de cada espíritu individual; así se- 
ñala cómo con su excepcional visión de la proteica instabi- 
lidad de la vida. Rodó concibe y enseña la mutación de su 
empleo para un nuevo destino, cuando se haya agotado 
una facultad o haya fracasado una actividad. Y advierte 


TOMO II 


8 



114 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


que lo hace no por una mera exhortación a buscar en el 
inagotable tesoro de nuestras riquezas espirituales otro 
motivo orientador para reemplazar a la felicidad perdida, 
sino con la demostración en la realidad por el ejemplo de 
muchas vidas ilustres en todos los tiempos y en todas las 
razas. 

Expresa Goldberg, que ningún psiquiatra ha demos- 
trado más conciencia que Rodó de la importancia de los 
fenómenos mentales que parecen más insignificantes, por- 
que nadie ha explicado mejor por qué es imposible enten- 
der lo consciente de nuestra actividad moral sin el cono- 
cimiento de lo que el instinto profundamente arraigado 
en la naturaleza impone a todo lo que es impulsivo en la 
conducta. Por eso se complace en explicar cómo, cuánto y 
por qué admira el profundo y sutil análisis que de la voca- 
ción hace Rodó en esta obra, y expresa su convicción de 
que esa enseñanza debería ser estudiada por los padres de 
familia y educacionistas norteamericanos que frecuente- 
mente sofocan los idealismos en holocausto a las finali- 
dades materiales. Pues aunque la idea de la mutabilidad 
de la vida a favor de la ilimitada riqueza de las reservas 
espirituales ya fuera concebida : lo que es original en Rodó 
e inconfundible y nuevo en su obra es su sostenido y hon- 
do inquirir en la personalidad psíquica ; su visión luminosa 
de numerosísimos aspectos de ella nunca considerados por 
otro en su trascendencia propia ; y su descubrimiento en mu- 
chas vidas célebres de casos ejemplares de autore velación. 

Pero, aparte de esa característica, la originalidad que 
empeñosamente Goldberg reivindica para Rodó: es la de 
su propósito filosófico y la de su orientación moral. Por 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


116 


eso, con la más honesta y respetuosa fidelidad a los moti- 
vos que inspiraron al pensador, llama la atención del lector 
hacia el hecho real y efectivo de que viendo Rodó a la 
verdad — como a la vida — en perpetuo “devenir” y apa- 
riencia “proteica”, lógico y natural debía ser que no la 
considerase una “medida estática” sino una “fuerza diná- 
mica”, por lo cual no pretendió revelar la verdad a las 
almas, sino infundirles el amor de ella: “un diligente y 
desinteresado deseo de la verdad, que guíe nuestra mente 
por el camino de adquirirla”. Y para corroborar el dina- 
mismo de la doctrina de Rodó recuerda cómo para éste 
cada nueva verdad entendida no debe quedar en estado de 
mera cerebración, sino manifestarse en actos, como lo de- 
muestran con claridad indiscutible las dos sentencias del 
maestro citadas : “No es la verdad o el error que te con- 
vence lo que reforma tu alma, sino la verdad o el error 
que te apasiona. La realidad no es una fría pizarra sobre 
la cual hay escritas sentencias sino un vivo y palpitante 
engendrar de sentimiento y acción”. 

En el estudio de esta obra Goldberg deja la declara- 
ción de que el mismo Rodó ofreció el perfecto ejemplar 
de vida progresiva cuyas características explica en el capí- 
tulo ochenta y dos de su libro. Y termina el estudio decla- 
rando que los “Motivos de Proteo” deberían ser traduci- 
dos a todos los idiomas y formar parte de todo sistema 
de educación. 

* 


Igualmente pletórico de entendimiento e ideas pro- 
pias, de conciencia y admiración, es el estudio que el crí- 



116 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


tico norteamericano hace de ‘‘El Mirador de Próspero”. 
Todo cuanto en conceptos y en sentimientos, en ideales y 
en sensibilidad avalora los ensayos, discursos, prólogos y 
páginas de antología que ha puesto en esta obra el crítico, 
el sociólogo, el artista que integran la personalidad del 
autor, es estudiado por Goldberg con pleno dominio de 
sus nociones fundamentales y clara percepción de su be- 
lleza moral y artística. Pero para no dar a estas sintéticas 
notas una extensión incompatible con su objeto, apenas 
indicativo de lo que con más relieve caracteriza al cons- 
ciente respeto y a la fundada admiración que al crítico 
inspira la obra de Rodó, reciban aquí término sólo con 
algunas referencias más al eficaz razonamiento con que 
Goldberg destruye las erróneas interpretaciones de la tesis 
y la finalidad a que converge todo el pensamiento y el arte 
de la doctrina de nuestro eminente pensador y estilista. 

Con el más caluroso interés de su probidad intelec- 
tual, pone insistente empeño en no dejar prevalecer la 
injusticia de que se atribuyan a Rodó propósitos ajenos 
a su evidente aspiración de suscitar curiosidad y entusias- 
mo permanentes hacia la indagación de la verdad infinita y 
cambiante por la propia naturaleza de lo que la crea en el 
espíritu humano. “Sólo se propuso infundir el amor a la 
verdad y no una verdad”, repite, y confirma su convicción 
de que no tiene antecedentes la poderosa e ilustrativa in- 
sistencia de Rodó sobre la autotrans formación continua. 
Niega la afirmación hecha, de que “Motivos de Proteo” 
fuera un libro estático en su perfección para quien deseara 
recibir un impulso-guía, y explica que el gran libro de 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


117 


Rodó es dinámico en virtud del sentido de la necesidad 
del continuo incremento que predica. Y ante la afirmación 
de que “si Rodó probó la necesidad y la poesía de un ideal, 
no impuso ideal alguno como verdadero, con exclusión de 
los demás”, Gioldberg para destruirla recuerda que “eso 
hubiera sido contrario al propósito cardinal de Rodó, que 
era fomentar la autodeterminación de la personalidad”. 




“FRAY LUIS DE LEON” 

Y “EXALTACIONES” 


( Pot Jetóolmo Zolesi ) 




«FRAY LUIS DE LEON*» Y «EXALTACIONES” d) 

( Por Jerónimo Zolesi ) 


Montevideo, 7 de setiembre de 1929. — Señor Jeró- 
nimo Zolesi : Termino de leer la última de las obras con 
que días pasados me obsequiara, y con agrado tomo la plu- 
ma para expresar a usted el alto concepto que del mérito 
de ellas me ha dejado su lectura. Porque a esas densas 
y brillantes páginas las avalora el encendido fervor ideo- 
lógico y artístico de un espíritu tan seriamente informado, 
como apto para escribir con propiedad y gusto ejemplares. 

Puede decirse que en las letras de los países del Pla- 
ta la monografía de “Fray Luis de León” que usted die- 
ra a conocer en la conferencia leída en la Universidad, es 
uno de los trabajos que revelan mayor entendimiento del 
espíritu y de la obra del delicadísimo místico, formidable 
luchador y eximio sabio y artista que se manifestaran en 
el genial agustino de la cátedra, de las controversias teo- 
lógicas y de la vida literaria de Salamanca en el siglo 
XVI. Y es indudable que la “serenidad” que usted enal- 
tece en él fué uno de los más característicos valores que 
integraban la compleja y múltiple personalidad del re- 
nacentista que indiscutiblemente hubo en el preclaro fraile 


(1) Carta publicada en El Plata, de Montevideo, el 23 de setiembre, de 1929. 



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JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


manchego, aunque en nuestros días no falte quien empie- 
ce a preguntarse si existió un renacimiento español. 

Eso no sorprende, pues, como usted sabe, tampoco 
han faltado quienes se preguntaran si el gran lírico fué 
un místico, al verlo tan frecuentemente abstraído en la 
contemplación del mundo objetivo. Yo conocí alguien que 
padecía igual perplejidad sólo por recordar que el insig- 
ne monje había sido el primer exégeta de las escrituras 
bíblicas que, frente al Concilio de Trento, señalara en la 
Vulgata errores de interpretación que atribuía a ignoran- 
cia de las lenguas orientales en los Setenta. Pero, la rea- 
lidad es que aquel espíritu extraordinario siempre mostró 
en él junto a la beatitud contemplativa, que era la emo- 
ción de su misticismo, el apasionamiento intelectual y 
polémico que, sin duda, sobraba para motivar en el domi- 
nico de los modernos tiempos la afirmación de que Fray 
Luis “llevaba pólvora en la venas y fácilmente se en- 
cendía”. 

Es asimismo de justicia reconocer que su '‘Tribuna, 
Escolar ^’ — bellos modelos de disertación y ejercicios de 
recitado, todos de su pluma — ^está inspirada por un alto 
y eficaz sentido pedagógico. Y puede decirse eso sin des- 
conocer que a ciertas diferencias de criterio pertenezca 
el más legítimo derecho de no acompañar a todas las glo- 
rificaciones allí contenidas. 

También en esa obra sus traducciones de Trilussa 
conservan toda la eficiencia irónica y humorística de las 
fábulas originales. E igualmente: los comentarios que en 
ella dedica a Rodó me parecen los más apropiados para 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


123 


que la filosofía moral del gran maestro de América al- 
cance la más benéfica trascendencia en el espíritu de la 
juventud. 

Pero, aún después de reconocer esos y otros valo- 
res en aquellas obras, es “Exaltaciones” el libro en que 
culminan las dotes del erudito, del pensador y del esti- 
lista que distinguen al autor. Pocos entre los que acre- 
cientan la espesa bibliografía de nuestros publicistas, ejer- 
cen el alto magisterio moral y disponen de la depurada 
cultura que usted prodiga en los ensayos que dedica a 
San Francisco de Asís, a Rodó, a la Lengua y Literatura 
Itálicas, y otros de igual condensación sustantiva. Y en 
ellos, como en las páginas de antología que integran el 
volumen: digna de la médula doctrinaria y crítica es la 
labor formal en la expresión. En el estilo de esa prosa 
lírica, resplandeciente de sobriedad y buen gusto, un sin- 
gular dominio del idioma revela tanta maestría como arte 
en su manejo. 

Y conste que no formulo esta afirmación en el sen- 
tido de los ultrapuristas que miden la importancia de los 
escritos por la cantidad de voces y giros castizos que 
contienen. Porque ello llevaría a suponer que el mérito del 
escritor depende del número de palabras y modismos que 
conoce de la lengua en que escribe. Y no hay cómo poner 
en duda que no basta poseer el más rico caudal léxico 
para dar a una obra el valor literario que la superioridad 
del talento puede darle con menos idioma. 

En la prosa de usted la misma emoción que inspira 
al pensamiento infunde calidez expresiva a la palabra. 
Por ello en el arte de su estructura se funden el vigor, la 



124 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


claridad y la harmonía, dando a la expresión las más su- 
gerentes virtudes del estilo. 

Entre las interpretaciones que ofrece este libro, la 
que evoca al santo de Umbría da al milagro de liberación 
que le redimiera de las vanidades mundanas todo el sen- 
tido de la trascendencia que tuvo el apostolado redentor 
de aquella alma ejemplar del renunciamiento cristiano. 

También sus exégesis de la doctrina de Rodó poseen 
tanta conciencia como honestidad expositiva. Y si el es- 
píritu crítico de usted percibe toda la irradiación lumi- 
nosa de las ideas del insigne pensador y muestra su im- 
perecedero destino ante las nuevas generaciones : está a su 
nivel moral y estético la dignidad con qué se exponen 
dichos conceptos. 

Igual elevación y brillantez alcanza el autor en la 
monografía que dedica a la Lengua y Literatura Italia- 
nas. Con la misma suficiencia dominante del asunto a 
que atiende y el infalible gusto que embellece su estilo, 
sintetízase allí toda la evolución del idioma y las virtudes 
propias de su genio en los diferentes géneros literarios. 

Labor, pues, de ejemplar probidad intelectual y ar- 
tística, la que usted cumple en las realizaciones de sus 
obras, ella demuestra por qué la apreciación justiciera de 
las dotes del autor impone el reconocimiento expresado 
al comienzo de estas notas referentes a "‘Exaltaciones”. 
Por eso considero justo repetir aquí que pocos, muy po- 
cos, de nuestros publicistas, dan a la bibliografía literaria 
nacional exponentes de tan cuidada información, alta fi- 
nalidad y excelencias de estilo como las que su saber y 
su talento brindan en sus escritos. 



EL ALMA DE UN POETA 


( Leyendo a Emilio Oribe ) 




EL ALMA DE UN POETA (i) 


(Leyendo a Emilio Oribe) 


Hoy un nuevo breviario de poesía, honda y bella 
como la tristeza de que impregna a los versos de sus pági- 
nas, ha llegado a mis manos recordándome que ese libro 
es el tercero de los que me tienen en deuda con su autor 
y señalan otras tantas etapas de la revelación de su mi- 
men. Es “El Halconero Astral”, de Emilio Oribe, años 
antes precedido sucesivamente por “Las Letanías Extra- 
ñas” y “El Castillo Interior”. 

Toda el alma de un poeta vibra y brilla en esos 
versos, que con mérito desigual a ratos parece que pro- 
vienen de Herrera y de Lugones, como los de éstos de 
Darío y los de éste de los maestros de la decadencia lírica 
francesa. Pero aunque pueda verse en algunas estrofas 
la transmisión hereditaria de lo que en la obra de aquellos 
sucesivos cultores de la novedad de su tiempo fueran me- 
ros pecados de extravagancia, es indudable que no obstan- 
te esas aberraciones exteriores del gusto, el autor posee 
el excelso don que en el alma de Chenier dejara aquella 
convicción eternamente verdadera: “l’art ne fait que des 
vers le cceur seul est poete”. 


(1) Publicado en la revista Proteo, 



128 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Por eso, con insaciable curiosidad para el misterio 
nuevo de cada instante, acude siempre a la sapiente en- 
traña a que converge todo lo que el sensorio recoge del 
mundo material y moral, y allí ausculta a su vida y le 
oye mil voces que dicen cómo siente en la dicha y en la 
pena. Así, de su propia sensibilidad, excitada por la ima- 
ginación que multiplica las percepciones de los sentidos 
en todo lo que ante ellos pasa, la inquietud del poeta va 
extrayendo, como de una preciosa veta inagotable, todo 
el arte de su labor refleja: 

“Entró el obrero en la profunda mina 
y tras labor constante y sobrehumana 
trajo para las novias del mañana 
piedras de sacra estirpe diamantina. 

En la feral concavidad marina 
se hundió el esclavo, y de la mar arcana 
la perla alzó cuya atracción pagana 
pondrá en futura amante luz divina. 

Yo arranco gemas de mi propio abismo 
y versos de la entraña de mí mismo”. 


Pero, desde cuando su vocación artística empieza a 
hacerle exteriorizar las inquietudes y ansias indefinidas 
de la adolescencia, trasciende de su poesía la amargura 
de su visión pesimista, Y aunque a veces la alegría triun- 
fal del más sano optimismo confiesa la felicidad de su 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


129 


juventud, con frecuencia se diría que de ésta sólo conser- 
va el recuerdo inextinguible de los dones que perdió, y 
deja la certidumbre de que temprano fué alcanzado por 
el desengaño y que desde lejos viene herido por la de- 
cepción. 

Parece el hombre que regresa de una existencia de 
muchos años, maltratado por una vida que le sometió a 
la adversidad para que se gastara en padecerla y resis- 
tirla. Siempre hay en su espíritu entendimiento y simpa- 
tía para todas las tristezas; perpetuamente la receptivi- 
dad de su alma advierte y recoge todo lo que apena. Y 
así, en el huerto espiritual en que cultiva su belleza casi 
continuamente florece la emoción del más íntimo senti- 
miento de la soledad, el silencio, la sombra, la noche, la 
duda, el miedo que estremecían el alma del “cisne negro 
de Recanati”. Casi siempre la voz que todo eso adquiere 
en los versos de su arte suena como un lamento y en casi 
todas sus páginas se oye el canto amargo de la confesión 
de su angustia. Cuando canta sus sensaciones del frío y 
de las lluvias invernales, diríase que le inspiran las afini- 
dades de su espíritu con la desolación del paisaje: 

“El invierno otra vez ! En la firmeza 
de la lluvia la vida palidece 
y la aldea romántica parece 
que entre la capa de las brumas reza. 


Llora el invierno su nivoso encanto 
sobre nuestro interior. Todo mi llanto 
en las pupilas quédase en acecho. 


TOMO II 



130 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Y viajero de luz sigo mi marcha 
bajo el frío creciente de la escarcha”. 


Ante los cadáveres del anfiteatro de una facultad de 
medicina recoge todo el sentimiento trágico del ambiente, 
y sobre los yertos rasgos de aquellos cuerpos para siem- 
pre fríos su imaginación elabora su sueño y evoca la vida 
de cada uno, pensando con pena en la ambición que des- 
de otras tierras haya traído a algunos hasta donde mu- 
rieron y en las ilusiones de quienes, lejos, acaso aun les 
esperan : 

“Y quizás por todo eso los vencidos son bellos. 
•••••••«•••••••••••••••• 

Muchas veces de tarde cuando los resplandores 
del día se esfumaban, me he quedado con ellos 
para oir de sus carnes las voces interiores. 

Era la obscura sala, de hastío adormecida, 
la playa en que arrojaba sus náufragos la vida”. 

En esa continua inmersión en la tristeza de las co- 
sas, a veces hasta el entendimiento del alma de las gentes 
que le rodean y el dolor de las hostilidades que le alcan- 
zan en la ciudad donde vive, recuerdan al lector el espí- 
ritu torturado de Leopardi. Y cuando el poeta habla de lo 
que le lleva sufriendo por las calles “de este Montevideo 
tan colonial aún” y dice lo que aquí le ha transformado 
en un ser indiferente a la alegría, callado y taciturno — 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


131 


“aunque crean lo contrario los buenos aldeanos que com- 
parten mi vida exterior” — no es posible evitar que el pen- 
samiento vaya a todo aquello que divorciaba de su am- 
biente al autor de “Le Ricordanze” . 

Aun en los momentos en que le conmueve todo lo 
que le parece bello en la naturaleza, suele sentirla y amar- 
la con sentimiento y con amor panteístas, que le infunden 
el febril deseo de disolverse en su seno cual si así fuese 
a triunfar de la impenetrabilidad de su sentido, de ese 
sentido siempre oculto a todas sus inquietudes y a todas 
sus impaciencias. Y alguna vez el clamor de las decep- 
ciones que se alza en una sola estrofa es tal que nos pa- 
rece oirle desde el borde de un abismo en el alma que le 
exhala, y deja la sensación de un renunciamiento total. 

Afortunadamente siempre reacciona el poeta, y aun 
tras de todos los desencantos de la vida y tras la desola- 
ción del espíritu ante los misterios indescifrables a que 
parece destinado el entendimiento humano, vuelve a ver 
brillar al través de las tinieblas una luz que nuevamente 
le hace soñar, y hacia ella se encamina movido por la 
esperanza, como al empezar la primera jornada. Es el 
eterno milagro de la juventud que después de todos los 
desfallecimientos enciende nuevos entusiasmos en el co- 
razón y hace renacer la vida mejor, la que otra vez sien- 
te el deseo de crear y se anima a emprender. Y así, aun- 
que se oiga siempre la voz de las congojas por donde él 
va, en su camino suenan horas nuevas, en las que el alma 
inspirada recuerda que tiene alas y torna a volar, rauda 
y feliz, a su destino superior. 



132 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Entonces el optimismo más afirmativo canta toda 
la sinceridad de su fe, toda la dignidad de su arte, todo 
el orgullo de su obra. Y toda su conciencia y toda su 
esperanza, luminosas y fuertes como en los mejores días 
de una juventud desbordante de salud moral y de poten- 
te voluntad, parecen mostrar el triunfo de una vida due- 
ña de su felicidad y segura de su suerte sobre la tierra; 


“Pretendo ser bien mío en la obra mía. 
En la pampa solar de la poesía 
desde la luz del alba hasta el ocaso, 
debo domar un potro rudo y fiero, 
y convertir con ímpetu altanero 
su andar salvaje en armonioso paso”. 


“El vaso en que yo bebo, yo lo labro. 

Con pertinaz espíritu cántabro 
en darle perfección me reconcentro. 

Cuando termine mi obra duradera, 
será de oro purísimo por fuera 
y tendrá el vino de Boscan adentro”. 

Ante tales transiciones, pues, parece que todavía 
fuera igualmente aventurado afirmar que esa instabili- 
dad moral caracterice hasta el fin al poeta, o que un solo 
estado psíquico prevalezca para siempre en su espíritu, 
hasta ahora presa de las más opuestas influencias y acaso 
nunca más instintivo en la noción de su actual idiosincra- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


133 


sia que cuando en versos de acento desesperado pide a 
todo el favor de una voluntad. Por ello, también, hoy no 
es dado prever cuál llegue a ser en la intensidad de su 
emoción y en su belleza exterior toda la obra definitiva 
que le sea posible. Pero, indudablemente, cuando en su 
último libro se leen composiciones como “El Viaje”, 
“Campo”. “Los Discípulos”, “Oda a las torres de mar- 
fil”, y otras de tan sostenido aliento y elevado estro: 
ellas dejan en el lector la convicción de que se halla en 
presencia de un poeta destinado a obra gloriosa. Y enton- 
ces siéntense todas las inquietudes del deseo de que no se 
malogren sus preciosos dones, para honor de la poesía 
nacional y americana. 


Montevideo, 1919. 




LA RISHI ABURA 


(Por Adolfo Agotio) 




LA RISHI ABURA 


( Por Adolfo Agorío ) 


—«El amigo: Los milagros son como las 
flores de la pradera. Para los bueyesy heno. 
Para la abeja, provista de órganos sutiles, 
son cálices llenos de miel. Un relato mara- 
villoso contiene un tesoro de alma, apreciable 
para el alma sola que con él se alimenta. 
Triturado por la muela ^ lanzado a la retorta 
de las comprobaciones positivas, no revela su 
divino secreto. Permanece un hecho vulgar o 
una ficción absurda^. 


— «(í Ha ocurrido ? (¡Es posible P » 

—«El amigo .* Cuestiones aparte. Pregunta 
mejor cuál es el sentido. Los falsos milagros 
se reconocen en esto: no tienen ningún sen- 
tido». 

C. Wagner. 
(lEI Amigo 


Con esta obra inicia nuevo género en su producción 
el espíritu siempre activo, inquieto y ágil del autor. Su 
ansia infinita de conocimiento nos lo muestra interesado 
en la interpretación de lo que todavía es arcano en la 
naturaleza y sorprendente en la vida. Por esa enérgica 
exigencia intelectual se complace también en atender a la 
psicología de las grandes sugestiones y de los portentos 
de la fe. Y con aquella misma insaciable sed lleva su ima- 
ginación a la clásica patria del misterio y regresa trayen- 
do todos sus ensueños. 



138 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Allá donde la imponente majestad de la naturaleza 
y el espíritu de las civilizaciones volvieron más contem- 
plativas las almas y más penetrante el entendimiento para 
procurar el sentido de todo lo que calla su esencia y su 
destino, halló para su simbólica realización visionaria el 
ambiente en que primero fuera lógico mostrar en acción 
la apariencia posible de lo desconocido. Y desde el Asia 
lejana, donde sacras leyendas de supervivencia hablan al 
instinto comprensivo, con la fidelidad con que el estilo 
de su arquitectura habla del genio de la raza al espíritu 
de sus pueblos, el novelista trae a la vida refinada de so- 
ciedades europeas muy humanos habitantes del mundo de 
la obsesión. 

“La Rishi Abura”, que simboliza todos los peligros y 
todas las amenazas que el misticismo a que el autor alude 
teme y siente llegar de lo desconocido, y que es el objeto 
de la novela, personifica la muerte amante y vengadora, 
la pasión que perdura en otra vida y que con celos inex- 
tinguibles viene para matar: “Amor che a nullo amato 
amar perdona”. Con vaga forma de mujer, vela junto a 
las aguas donde la flor del loto la acompaña, acecha a 
la presa de su amor, repetidamente lucha con ella o con 
quién se interpone entre ambas, y a veces triunfa, se lleva 
la vida y deja un cadáver. 




No es excesivo ni complicado el proceso episódico 
de las visiones en la novela. James Clay, médico de una 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


139 


misión científica enviada a unos pantanos de la India pa- 
ra la extinción de los gérmenes pestíferos que les infec- 
taban, adquirió una fiebre que llevándole hasta la agonía 
alteró su sistema nervioso, haciéndole padecer después 
intensos ataques catalépticos con raros fenómenos “de 
hiperestesia cerebral, telepatía y visión a distancia”. Fre- 
cuentemente reía o se indignaba pareciendo que oyera y 
contestara preguntas que sólo a él dirigía un interlocutor 
invisible para los que le rodeaban. Y un sabio francés ini- 
ciado en el ocultismo hindú reconocía en el médico un 
médium excepcional, cuyo sueño hipnótico no sólo le re- 
lacionaba con espíritus circunstantes sino que le permitía 
ver a través de miles de leguas cosas tan imperceptibles 
desde Pondichery, donde residía, como la hora de los re- 
lojes de Londres, que indicaba con exactitud. 

Pero, cierta vez, un sacerdote de la soledad umbría 
y silenciosa de los bosques vino a traer al sabio la noticia 
de que había desaparecido la siniestra hechicera que en 
las noches de luna era visible en el estanque de los lotos. 
Y hubiérase podido decir que aquel aviso transmitía el 
anuncio de una sentencia ineludible, pues de allí a poco 
sufre el maestro de aquellos misterios religiosos violento 
acceso de nervios, pasado el cuál cree haber luchado con 
la temible desaparecida de la laguna sagrada ; y una tarde 
que enseñaba a un amigo las equimosis de la estrangula- 
ción que suponía intentada: él y su. visitante sienten en 
un pasillo de bambúes, extraño ruido anunciador de la 
presencia de la inexorable enemiga en busca de la opor- 
tunidad de concluir su obra. Después: como la celosa 



140 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


criatura de aquella fe no perdona, pasado poco tiempo 
consuma su venganza. 

Con el misterioso abandono de su templo natural 
por el trágico espectro no sólo había coincidido el homi- 
cidio del fiel adepto de los secretos reveladores de otro 
mundo y otra vida, sino el mencionado desarreglo moral 
de James Clay, cuyo espíritu aparece desde entonces con 
nociones incomprensibles y aptitudes inexplicables. Sabe 
que se ha casado con la Rishi Abura, a la cual supone la 
mujer amada en otra existencia y llama con su nombre: 
Lucy. Una tarde cree llegar con ella al club de sus ami- 
gos, algunos de los cuales presenta naturalmente a su es- 
posa donde él la ve: sentada en la silla desocupada de 
una sala de lectura. En otra ocasión un visitante que le 
espera en la penumbra de una pieza de su morada, al 
anochecer, se halla de pronto ante la mujer espectral, de 
cuyo furor le libra la llegada del dueño de la casa. Y 
todavía aparece para extinguir con su soplo la llama de 
una vida, en el episodio final de la novela, en un pontón 
que años atrás fuera teatro de una tragedia que aún ha- 
llaba continuación en las leyendas de las gentes de mar. 
Sólo una vez evoca el autor un espíritu de amor inmacu- 
lado y la sombra de una madre pasa, misericordiosa, en 
la dantesca narración de “El Misterio de los Perros 
Blancos”, drama que ofrece el espectáculo de una angus- 
tia apurada hasta la desesperación, en espera de un sa- 
crificio que por un rito cruel era, allá en el convento de 
un desierto del Tibet, destino reservado para algunas 
vidas. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


141 


* 

Según se ve, pues, el autor atiende fenómenos con- 
siguientes a ciertas creencias y a ciertos estados morales, 
y narra como espectador lo extraordinario, o lo pone en 
labios de quienes recuerdan cómo han intervenido en 
ello. Y en esa animación de seres de otra sustancia que 
los de la vida a qué llegan con pasiones humanas, no le 
preocupan ni le detienen las desautorizaciones de la cien- 
cia para lo que todavía no ha recibido su consagración 
como verdad. 

“N’ayant pu la comprendre, ils n’y croyaient pas”, 
dice Flaubert de Bouvard et Pécuchet, escépticos ante 
cierta capacidad fisiológica del corazón, y en general bien 
puede afirmarse que no han ido más allá que los dos risi- 
bles personajes los que con ciencia o sin ella niegan todo 
lo que escapa a su entendimiento. En buena lógica no pa- 
rece más justificable que otros radicalismos tan infunda- 
dos, el de los que no admiten la posibilidad de lo que no 
entienden y atribuyen a quimeras de la ignorancia cuanto 
entre lo que sucede no puede ser explicado por sus cono- 
cimientos y su razón. 

Si como dice Charcot “el milagro terapéutico tiene 
su determinismo”, ¿quién puede afirmar que es imposi- 
ble que los de otra fe le tengan y llegqen un día a recibir 
la interpretación de su origen y proceso naturales? Es el 
mismo autorizado maestro de “La Foi Qui Guérit” quién 
oportunamente recuerda que “la ciencia, que es evoluti- 



142 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


va, no tiene la pretensión de explicar todo porque a ello 
se opone su propia evolución, como es enemiga de las ne- 
gaciones sistemáticas que cada día desvanece con la luz 
de sus nuevas conquistas”. Y acaso por ello tan rápida 
y continuamente hoy crece el número de los sabios que 
ante lo maravilloso piensan y esperan en “las posibilida- 
des infinitas de la naturaleza”, que decía Huxley, y pa- 
rece más sugerente la doctrina de Ellick Morn respecto 
“del deber que tenemos de abrir el alma a la esperanza 
cuando vemos a los mayores representantes de aquella 
ciencia que fue positiva, o que así se llamó, acoger con 
los brazos abiertos al idealismo triunfante y estudiar los 
fenómenos por ella recibidos primeramente con desprecio 
que no tenía nada de científico”. 

Agorio en este libro parece que hiciera suyo el “ Will 
to Believe” de William James, la simpática fórmula del 
pragmatismo deseoso de probar que debemos esforzarnos 
en creer, porque está demostrado que son inagotables y 
preciosos los beneficios psicológicos y sociales de la fe. 
Son muchos los párrafos en que llega a ser elocuente su 
expresión por convencernos de que “aceptada la incapa- 
cidad de la ciencia para dirigir al espíritu humano, el co- 
razón se vuelve hacia la plegaria, se reconcentra en la se- 
vera majestad de las basílicas, gime en el divino silencio 
de los altares y cree ver en las suaves volutas de los ca- 
piteles perdidos en la bóveda, el perfume de la oración 
que sube y que se inmoviliza en la piedra”. Y concluye 
con la más nítida precisión de sus convicciones: “Nada 
es imposible, ni aún el mayor absurdo. No conocemos 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


143 


de la verdad más que algunos de sus fragmentos de dia- 
mante. Apenas llegamos a rozar las fronteras de las som- 
bras. Pero en la barrera que nos separa de lo desconocido 
se abren resquicios formidables y la inquietud chorrea a 
través de las grietas. Pretender ir más allá es suprema 
locura. Las sospechas se dispersan bajo el aliento de las 
fuerzas ignoradas, de los secretos sin historia, de las ver- 
dades insondables”. 

* 

Cuando se acaba de leer esta novela de espectros 
que en medio al sentido positivo de la vida vulgar trae 
el atrevimiento de su ficción de otro mundo : todo lo que 
en esas páginas es poética evocación de la existencia infi- 
nita hace más simpática y sugerente la filosofía com- 
prensiva y resignada que el autor extrae del misterio de 
lo maravilloso. E insensiblemente el pensamiento va ha- 
cia el eterno silencio de la esfinge, y se comprende más 
por qué frente a aquellas preguntas que tras de nuestras 
pobres verdades permanecen sin respuesta al través de los 
siglos, siempre reconquista para la resignación al espíritu 
desierto de las supremas certezas. Es un libro cuya fantás- 
tica apariencia contiene el simbolismo del estremecimiento 
nervioso dejado en los espíritus de nuestros días por la 
gravitación de esas “fuerzas de naturaleza ignorada” que 
menciona Lord Lytton en “El Anillo de Amasis”, y de 
esos “hilos ocultos que nos manejan” como dice Agorio, 
pues ofrece una alegórica presentación, en elevado pla- 
no intelectual y artístico, de ese misticismo actual que 



144 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


el autor ve y nos dice que consiste en “dejarse arrastrar 
por fuerzas ocultas, sentirse envuelto por millares de ten- 
táculos invisibles, ser víctima de infinitos factores des- 
conocidos”. 

Las dotes que para la narración otras veces acredi- 
tara el publicista, alcanzan en este libro el triunfo indis- 
cutible de despertar y conservar en el lector interés cre- 
ciente y ávida curiosidad hasta el fin. Aparte de lo que a 
avalorarla concurren la variada distribución de los episo- 
dios y el comentario interpretativo que aportan las refle- 
xiones intercaladas, pone en ella mucha seducción el arte 
del estilo, breve y nervioso, claro y estético, lleno de ima- 
ginación evocadora que le hace más correspondiente a la 
condición del asunto. Y aunque esta obra, como otras de 
Agorio, no deje de revelar, a veces, en algunos pasajes, 
composición improvisada y rapidez en la redacción, mu- 
chas son las páginas de ella en qué el estilista prodiga 
como siempre frases y oraciones intensas y brillantes de 
concepto y de buen gusto. Por eso si no faltan los párra- 
fos descriptivos o de doctrina que denuncian la labor apre- 
miante servida por la facilidad del escritor, abundan en 
“La Rishi Abura” la meditación serena y honda, y las 
más felices formas del arte del prosista con que culminan 
las dotes del autor en las más brillantes páginas de sus 
obras anteriores. 



“SELVA SONORA” 


(Por Mario Caitellanoi) 


TOMO II 


10 




«SELVA SONORA” (1) 


(Por Mario Castellaaos) 

Poeta, en el sentido eterno de la palabra; como lo 
hace la vida cuando lo que de ella alcanza a la más pro- 
funda intimidad del sentimiento da las percepciones emo- 
tivas que poseen inspiración original y artística aptitud 
propia: el sincero y fervoroso evocador de estos poemas 
en que todo es latido vital y voz de intuición, puede de- 
cir, como Beethoven, que escribe porque necesita arrojar 
lo que carga en el corazón. Y si lo que canta — de lo que 
él vive o de lo que él sueña, de lo que a él habla o de lo que 
a él calla — expresa su dolor más que su felicidad, es por- 
que el acaso, ese ciego distribuidor del infortunio y de la 
ventura, le condujo por donde fueron más las horas ma- 
las que las buenas. 

Pero, aunque en el desfallecimiento confiesa su an- 
gustia y no ahoga su queja, siempre el milagro de la reac- 
ción espiritual le vuelve con entusiasta fe al optimismo 
que conquista la dicha por el renacimiento de los más ilu- 
sionados impulsos juveniles. Y entonces el trino de las 
risas y la fiesta de los amores anuncian en el horizonte 
del poeta nuevo amanecer tras las sombras aciagas. Por 
eso a medida que de hoja en hoja se sucede la lírica in- 

(1) Publicado en la revista Cuba Contemporánea, de La Habana, en el 
número de noviembre de 1926. 



148 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


terpretación de todo lo que del ambiente y de las almas 
repercute en su destino, alternan en la obra poética de 
Mario Castellanos el acento desolado de quien apuró el 
entendimiento del sentido de las cosas hasta percibir el 
sabor amargo que ocultan a la frivolidad, y la canción 
victoriosa de su regocijo en las fugaces treguas ofrecidas 
por la adversa suerte en la lucha cotidiana. 

Y siempre, en cada realización de la poesía y del 
arte suyos, puede admirarse junto al dramático proceso 
de su fidelidad a cada esperanza inaccesible, y de su tor- 
turante psicología de cada nueva desilusión, el deslumbra- 
dor destello de sus imágenes, y la música de la medida 
y la sonoridad de las palabras en una versificación triun- 
fal. Porque si su inspiración se nutre en la sustancia de 
sus días; si su estro crece con la magnitud de sus moti- 
vos; si se muestra tan atento a la perspectiva infinita de 
su vida interior como sensible al mundo externo por la 
delicadísima entraña a donde llega y hiere todo lo malo 
y todo lo bueno: a la vez, por feliz coincidencia, es el 
opulento dueño y señor del verso magistral y definitivo 
de los poetas favorecidos por todos los dones necesarios 
para serlo gloriosamente dentro de escuelas o fuera de 
ellas, por sobre las novedades de cada momento, hasta 
donde es posible cuando la belleza eterna resplandece en 
la obra del que adopta “el idioma de un arte” para inter- 
pretar sus emociones. 

* 

Puede decirse que desde las primeras páginas algu- 
nos sonetos, de poderosa entonación lírica y métrica ro- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


149 


tundidad, muestran al poeta entre los dos polos antagó- 
nicos de su vida moral. Hay en el titulado Blasón un 
noble alarde de confianza en la propia energía y un exal- 
tado sentimiento de altivez lleno de fe en la voluntad, Y 
en el que sigue, dedicado A Pierrot, se deja oir toda la 
congoja del vértigo de las quimeras y de lo que en el 
dolor de los soñadores hace reír a los que con el mero 
sentido del más utilitario materialismo cumplen apenas 
el destino de sus irremediables aptitudes. 

Con frecuencia la sinceridad originaria de su ins- 
piración y de su arte, en el fiel trasunto de sus emociones 
sucesivas, muestra el contradictorio dualismo del poeta, 
siempre consecuente a la realidad psíquica diferencial de 
cada momento de su existencia. Así canta a la soledad 
que le ofrece refugio reparador para el cansancio de sus 
conflictos, y a la soledad de la cual huye llevado por el 
temor de sentirse en ella hasta el fin de sus días. Y aun- 
que en su Meditación nos diga que siente el egoísmo de 
estar solo 

como un deleite arcano, 
como una suave dicha, 
como un sutil encanto, 

no puede por ello sustraerse a la siniestra visión del ais- 
lamiento infinito, según lo expresa en las estrofas de La 
compañera inexorable: 

En vano intento disipar la idea, 
torturante, mortal, de que estoy solo, 
y que solo estaré perpetuamente. . . 



160 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Cuando la intimidad de las confidencias instruye, 
como en Savia de Otoño, acerca de lo que desde la in- 
fancia fuera en su idiosincrasia motivo de tristeza, o re- 
vela — como en Intima dolencia, Ver sin mirar y otros 
reflejos de introspección — ^mortificantes incongruencias 
del estado psíquico con las imposiciones de la vida, o con 
los aspectos del ambiente: ella habla al lector del dolor 
de las ideas, que conocemos todos, y de lo que, a veces, 
a muchos ha parecido hostilidades provenientes de lo ex- 
terior. Leyendo esas confesiones he recordado los versos 
en que con la amarga noción de la triste verdad de ellas 
dijera la sabiduría de Voltaire: 

Qui n’a pas l’esprit de son age 

de son age a tout le malheur, 

y también por qué, en ocasiones, sintiéndonos extraños 
a cuanto nos rodea, vamos a buscar en nuestro ambiente 
interior el supremo bien de la conciliación moral que en 
vano hubiéramos pedido a todo lo que, fuera de nosotros, 
existe en el universo. 

Es tan humana, pues, la fuente de su poesía, en el 
autor de '‘Selva Sonora’', que siempre en el raudal de los 
versos que le dan forma adecuada corre la interpretación 
de mucho que para todos es algo de la vida que duele en 
el corazón, pero que sólo en los ungidos por el numen 
toma voz expresiva. Desde cualquier sendero por donde 
el caminante se interne en la umbría de esa vegetación 
llena de ruido de alas y querellas de ave herida, se ad- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


161 


vierte la actividad luminosa del espíritu creador que en 
el agitado curso de sus días puso en aquella tierra la si- 
miente de cuanto ahora allí florece. 

Por eso en estas páginas llenas de clamorosas sen- 
saciones aparece hasta la delicadísima sonrisa de sapien- 
te escepticismo con que de cuando en cuando el concepto 
de la vanidad de las convenciones humanas pone el sar- 
casmo de su burla igualmente sobre el triunfo moral de 
una vida honesta, o el mérito evidente de una obra indis- 
cutible, que en el elogio de la mediocridad engreída con 
lo que finge creer honorable o sublime, ... o con lo que 
en realidad cree extraordinario porque es suyo o de su 
industria. Y así, también — como lo muestran Elogio de 
la Vulgaridad, Me resigné a callar, y otras composiciones 
afines — en el privilegiado retiro del huerto propio del 
poeta, bajo el fuego del sol y de la sangre estalla en pé- 
talos de fulgentes colores y cáustica fragancia aquella 
diabólica flor originaria de los jardines espirituales de 
Grecia que se llamó desde entonces ironía. 

* 

Pero, cualesquiera fueren los sentimientos y las 
ideas que dominen el ánimo de Castellanos en sus horas 
de triunfo o de abatimiento, imprimiendo a sus poemas 
sello diferencial, es lo cierto que como quiera se juzgue 
su obra, en este libro de versos, siempre se advierte que 
su lírico caudal fluye de manantial sagrado y que la be- 
lleza irradia intensamente del conjunto de ella. Y sobre 



162 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


éste se destacan cinco o seis composiciones que por su 
hondo sentido, su delicadísima sensibilidad, la elevación 
de su estro, el largo aliento, la calidad del gusto y el do- 
minio del verso, son de tan encumbrada jerarquía que 
elevan a su autor hasta el plano de los más altos poetas 
de la América nuestra. El Canto (d Carnaval, el Elogio 
de la Vulgaridad, el Canto al Descubrimiento de Améri- 
ca, El Periodista, son definitivos para su consagración. 

En Canto al Carnaval la visión imaginativa del poe- 
ta evoca toda el alma pueril y sensual de la farándula 
que pasa por la calle llevando entronizada a la locura en- 
tre músicas y ruidos, luces y colores. Y del desconcierto 
de las carcajadas, los destellos y las muecas, el estrépito 
de bronces y tambores, el polícromo esplendor de las lu- 
minarias y la confusión de las canciones y los gritos, el 
poeta extrae su filosofía de la fiesta pagana bajo el cielo 
de la noche. Este poema, una de las más preciadas joyas 
del libro, es, por el vigor de su evocación descriptiva y 
la superioridad estética del verso, uno de los mejores que 
en nuestro idioma haya inspirado el tema. 

Contrastando con ese canto, el Elogio de la Vulgari- 
dad contiene toda la decepción recogida ante la derrota 
cotidiana de los valores espirituales por los convenciona- 
lismos del ambiente mundano. En sus estrofas se siente 
la presencia del espíritu de Flaubert “viendo dolorosa- 
mente” todo el aspecto grotesco y despreciable de “la 
mediocridad infatuada” ; toda la actitud risible de la 
oquedad moral que pasa entre reverencias al disfraz que 
viste para disimular su triste condición. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


163 


Otro poema culminante es el Canto al Descubrimien- 
to de América, que vibra con el sentimiento de cuanto 
siendo esencial en la estirpe de los pueblos de Hispano- 
américa puso en la intensa vitalidad de sus generaciones 
al través de los siglos, la hidalguía, el heroísmo y el es- 
píritu aventurero que en las más grandes empresas hu- 
manas le dieron glorias incomparables. Es un bellísimo 
canto de amor a la familia racial, en el cual la expansión 
del numen poético alcanza tan elevado y encendido acen- 
to como belleza rítmica y sonora. Y a su vez, el más no- 
ble concepto de la prensa y de la misión del periodista — 
consideradas una y otra en los aspectos en que la primera 
puede alcanzar más moral trascendencia y la segunda im- 
plicar más alto sacerdocio — inspira al poema que el autor 
llama El Periodista. 

Pero, no es mi intento, ni es posible, en estas breves 
páginas de sinceridad, que apenas contienen la espontá- 
nea anotación de las primeras impresiones dejadas por 
una lectura atenta y placentera del manuscrito original 
de estos versos, decir al lector del libro impreso lo que 
contiene cada uno de sus poemas en sentimiento, ideas, 
poder sugestivo, y artística o moral belleza. La grata sor- 
presa del descubrimiento propio y del hallazgo precioso 
tiene valor insustituible para informar del alma y de los 
ideales, del gusto y del talento puestos por el artista en 
la obra de su más inspirado fervor. 

Sea ella, pues, quien dé la noción integral del poeta 
a cuantos con experiencia del dolor de sentir hondo la 
vida, y con aptitud de percepción estética, leyeren este 



164 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


libro de poesía y arte inmaculadas. Entre tanto, sus ho- 
jas, como alas de potencia bastante para volar lejos y 
alto en el maravilloso mundo de la emoción y la fantasía, 
llevan a su egregio poeta hasta el sitial donde los que 
todos los días ponen algo del corazón en el crisol que de- 
pura las incongruencias de su idiosincrasia con el am- 
biente, ofrecen la fragancia de su más rica esencia en el 
ánfora resplandeciente del verso eterno por la belleza 
infinita del ritmo, de la estructura y de la sonoridad. 



“RAZA DE BRONCE»* 


(Novela de Alcides Arguedas) 




«RAZA DE BRONCE” d) 


( Novela de Aícides Arguedas ) 


Ilustre amigo: Ayer tuve el agrado de recibir su 
obra, “Rasa de Bronce”, con la cual me ha obsequiado. 
Al expresarle en esta carta mi agradecimiento por su 
atención y el placer de la lectura que le debo, cúmpleme 
confesarle que bajo el apremio de análogas obligaciones 
anteriores para con algunos obsequios literarios de otros 
amigos, proyectaba leer el de usted en la oportunidad de 
su orden cronológico, después de hacerlo con los que 
habiéndole precedido teníanme antes en deuda con sus 
autores. Pero, sucedió que, distraído, incurrí en la impru- 
dencia de dejar ir la mirada curiosa por la primera pági- 
na, y cuando horas después cerraba el libro advertía que 
era porque había concluido de leerlo todo. ¡Cuán pocas 
veces, para los que hemos gastado mucha alma y mucha 
vista en la atención del sentido y del arte de las cosas es- 
critas, tienen ese efecto mágico las obras que leemos! 
Mas precisamente esas excepciones consagran su excelen- 
cia mejor que muchas críticas favorables. 

“Raza de Bronce” es la novela de la montaña, como 
“Peñas Arriba”, pero de otra montaña que la del humil- 
de pueblo cantábrico que en la obra de Pereda vive su 
vida natural y feliz, pues la de ese libro es una montaña 


(1) Publicado en la revista Proteo, 



168 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


de dolor, porque lo es de una humanidad castigada, de 
una raza que es miserable presa de la maldad. Muestran 
sus páginas un rincón de la tierra que tiene un infierno 
de seres humanos. Allí no es superior en la especie el 
hombre blanco, y en ese mundo no es el indio el inferior ; 
aquél impone la barbarie y éste la padece hasta el mar- 
tirio. Y como la energía de la narración descriptiva de 
la naturaleza, y el vigoroso relato de las costumbres, ce- 
remonias y escenas episódicas, dan plasticidad a las cosas 
y vida a las gentes: es triste y amarga la visión de la 
grey esclavizada. 

Parecía que ya hubiesen conocido todas las abomi- 
naciones de la mayor iniquidad los aborígenes de Amé- 
rica, desde que la raza blanca necesitó sustituirles la feli- 
cidad efectiva que disfrutaban, por la civilización exter- 
minadora que les traía; pero su libro instruye de lo que 
todavía teníales reservado a las últimas generaciones in- 
dígenas. Eso explica, mejor que toda la ciencia de los 
sociólogos, qué es lo que en cualquier época ha inspirado 
al espíritu de conquista y por qué se prolongan tanto y 
disminuyen tan lentamente la inferioridad y el atraso de 
las naciones sudamericanas. 

Para los espíritus reflexivos hay más de una lección 
fundamental en esa obra de aparente entretenimiento por 
su género. En ella, fácilmente, el observador puede ha- 
llar trascendentales problemas de urgente solución, y en 
éstos obra gloriosa gobernantes y estadistas. Pero, prime- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


169 


ro y siempre — por sobre todos — pertenece su más celoso 
y perseverante cuidado a los hombres de alma y de cora- 
zón bastantes para complacerse en el sentimiento huma- 
nitario y en el entusiasmo por la caridad y la justicia, 
supremas fuerzas morales capaces de devolver su derecho 
a los que no necesitan otro auxilio para igualar los pro- 
gresos que hacen la felicidad de todas las sociedades li- 
bres y dueñas de sus destinos. Por ello y así la obra de 
usted es moral en alto grado y puede estar destinada a 
fecunda trascendencia. Es mi deseo que la tenga tanto 
como lo merece. 

Admirables las descripciones de los aspectos del va- 
lle y de la montaña bajo las diferentes luces del día, o 
en las mudanzas de las alteraciones atmosféricas. Cuando 
todo destella con la intensidad de los rayos meridianos 
o cuando todo se matiza y se esfuma en la claridad refle- 
ja de los crepúsculos; en el trastorno de los elementos 
por la violencia de la tormenta, o en la serena tranquili- 
dad del ambiente, siempre la emoción estética del artista 
traslada al trasunto escrito del paisaje toda la poesía de 
la hora. Así destácanse los polícromos y radiantes efectos 
de la refracción solar en las aguas del lago rodeado de 
montañas y en los distintos minerales de las rocas; la im- 
ponencia del Illimani; la avenida torrencial e inundante 
de las aguas de las cumbres y vertientes desbordando los 
ríos y arrasándolo todo. 

Y como la evocación del grandioso esplendor de la 
naturaleza serena o agitada, es la narración expositiva 
de viajes, percances, costumbres y ceremonias. La trági- 



160 JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 

ca peregrinación de aquella caravana de condenados a 
ir al yermo en procura de granos, errante de poblacho en 
poblacho y sorprendida por la tempestad que cuesta la 
vida a algunos de los viajeros; la investigación infalible, 
del secreto de la atmósfera, para conocer el rigor o la 
bondad del año próximo, por la averiguación de la seca 

0 las lluvias futuras mediante los peces y las aves del 
lago y del .cerro; los casamientos, el hambre, los entie- 
rros, el cambio de autoridades indígenas por la elección 
de nuevo “hilacata” ; la siembra, la cacería, la fiesta de la 
cruz: son cuadros y episodios con excepcional riqueza 
de colorido en su expresión de detalles y conjunto, con 
tanto "'verismo'^ objetivo cuando evocan la naturaleza 
material como sentido del espíritu que anima las tradi- 
ciones venidas del instinto lejano en los ritos y fiestas 
indígenas que muestran. Y con tanta eficacia como cuan- 
do describe la visión estética de la naturaleza o hace la 
presentación del alma enferma de la raza castigada : 
cuando muestra la psicología de sus negociantes, diseca 
y descubre rasgos de febril inteligencia en la lucidez y 
perspicacia, casi subconscientes, que brillan en las astu- 
cias y ardides de aquellos espíritus sojuzgados. ¡Cuánta 
recíproca picardía en el cambio de tunas por pescados! 

1 Cuánta truhanería comercial en el improvisado merca- 
do de Mecapaca y en la venta de ganado en la feria de 
Pucarani ! 

* 


Digno del descriptor y del psicólogo aparece en su 
libro el estilista. Con tanta justeza en el lenguaje como 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


161 


adecuación en el tono, siempre el estilo de sus páginas 
traduce fielmente la claridad de las ideas y el sentimiento 
de la emoción. Por ello son grandes el poder interpreta- 
tivo y la virtud sugerente que le animan. En el arte del 
dialc^do culminan muchas de las cualidades que más le 
avaloran. Diálogos como los de las escenas de los comer- 
ciantes, mencionadas, y los que mantienen en su azarosa 
expedición los compradores de semillas — entre ellos el 
del encuentro con Cisco — son tan admirables por su fiel 
correspondencia con la condición, el carácter y los propó- 
sitos de los personajes como por su sobriedad ejemplar. 

Cuando concluye su novela complace al ánimo la 
justicia que llega, y como si ella descargara al espíritu del 
lector del peso de una angustia ante el infortunio que 
agobia y ultima a la multitud de los indios, casi se siente 
el alivio de una pena. Es que las víctimas se han hecho 
jueces y van a castigar, no definitivamente, que no está 
en su poder el hacerlo, pero sí una vez más, llevadas a 
la venganza por el exceso de los injustos padecimientos; 
para volver a caer bajo rigor mayor por su rebelión na- 
tural; para proseguir su destino de martirio mientras 
haya generaciones, hasta que la muerte las extinga. Y 
bajo la sugestión de la triste realidad que refleja la lec- 
tura parece que se escuchara al sentido moral de la dig- 
nidad humana y del espíritu de la civilización preguntan- 
do, allá en la conciencia, si se cumplirá esa triste suerte 
y si antes no se levantarán las almas de los opresores 
hasta el plano de la luz que les redimiría de la barbarie 
con que afrentan a su raza. 


TOMO II 


11 



162 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Ha enriquecido usted la novela americana con una 
valiosa contribución de realismo fuerte y sano, honda 
piedad y austero arte. Con la más sincera felicitación por 
ese nuevo triunfo de sus talentos, reciba, como siempre, 
las seguridades de la más alta estima intelectual y litera- 
ria de este su afmo. amigo. 



HUERTO ARMONIOSO” 


( Por Aogel de Estrada ) 




HUERTO ARMONIOSO»» d) 


(Pof Angel de Eitteda) 


cLa poésie n*est étrangére á rien de ee qui 
est humain, á rien de ce qui existe dans le 
visible ou dans Vinvisible; chaqué ordre de 
faits a son organe dans une des cordes de la 
lyres . 

Víctor de Laprade. 

*Questions d*art et de moralcT^, 


I 

Sujeta al trabajo, al dolor y a la muerte, que ante 
la fe le impusiera la omnipotente justicia de un dios por 
su primer pecado, pasa la humanidad cumpliendo su des- 
tino. Y desde la senda donde se mueve entre el polvo que 
va sepultando sus generaciones surge, de tiempo en tiem- 
po, y se eleva al cielo como exhalación de las almas la 
luz de la inteligencia y del sentimiento más intensos : que 
después de brillar un instante en la eterna noche del in- 
finito se extingue, o cae como una lágrima para volver 
a la tierra donde naciera como una flor de la vida. 

Culminaciones del genio de los pueblos, por el nu- 
men alado de los artistas y los sabios, son como las lla- 
mas eternas de ese fuego sagrado que anima a la vida. 


(1) Publicado en Diario del Plata, el 31 de diciembre de 1912. 



166 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


al través de las edades y las ruinas que se suceden en el 
mundo, y se llama la esperanza. La esperanza que no 
envejece y que, según lo expresara uno de los más am- 
plios y bellos espíritus contemporáneos, es la misma en 
la antigüedad y en nuestros días, pues como llevaba a 
los habitantes de Atenas hasta el templo de Eleusis para 
iniciarles en el culto de Dionysos todavía conduce todos 
los años hasta Bayreuth a la peregrinación de los neuras- 
ténicos, escépticos, pensadores y místicos que sienten la 
misión religiosa del dios Wagner. 

Siempre bien venidos, pues, cuantos fueren capacita- 
dos por una fe para sentir y pensar intensamente. Bien 
venidos los poetas — aves de otros tiempos, canoras por el 
dolor o la alegría — que al elevar su canto entre todo el 
ruido de las máquinas que en nuestra época enfrían la 
ilusión y el entusiasmo, irradian el calor de la emoción en 
el siglo en que los prodigios de la industria han permiti- 
do decir que el hombre se ha hecho colaborador de Dios 
porque las invenciones modernas deben suplir a los olvi- 
dos de la creación. 

Contiene todas las harmonías de una lira estremecida 
por las vibraciones que imprimiera a su sonoro cordaje 
el sentimiento del exquisito artista que la pulsara en los 
buenos como en los malos ratos la colección de versos 
que, con el título de “Huerto Armonioso” , forma una 
de la más hermosas obras de la labor literaria de ese 
apasionado cultor de la belleza que se llama Angel de 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


167 


Estrada. Libro de vida emotiva y arte refinado, lleva en 
sus páginas toda la floración espiritual de los gérmenes 
que el placer o la pena sembraron, tantas veces, en el ab 
ma del poeta: siempre expuesta y siempre sensible ante 
todo lo que se halla a lo largo del camino, ante todo lo 
que hiere o consuela, hace amar o sufrir. 

He oído frecuentemente la comparación del prosista 
y del artista del verso que integran esta personalidad lite- 
raria. Y así he visto adoptar preferencias por el estupendo 
cincelador de la prosa o por el orfebre de la versifica- 
ción que coexisten en el autor: igualmente esteta cuan- 
do es el observador y el psicólogo de sus novelas y 
narraciones de viaje que cuando encierra su poesía 
en estrofas. Pero siempre tras esos paralelos y predi- 
lecciones ha sido necesario reconocer que ellos justi- 
fican la admiración y la simpatía de quienes las ex- 
perimentan y expresan. Porque si verdad es que el pro- 
sista muestra excepcional conocimiento del idioma y so- 
bresaliente maestría en el arte de su manejo, indudable 
es también que muchas de las composiciones incluidas en 
la obra mencionada dan lugar distintivo al poeta entre 
los de su patria y aún entre los de más allá de las fron- 
teras de ella. 

“La Canción del ArhoV\ “A una Alondra'*, “Rimas 
Romanas” , “Tríptico Mitológico”, y otras muchas, se im- 
ponen por el sentimiento que las anima y la inspiración 
que las eleva. Reúnen al buen gusto notorio del artífice 
de la forma que las esculpiera el encanto infinito de la 
poesía universal y eterna que para los que tuvieren la 



168 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


facultad de sentir, admirar y entender más allá de donde 
alcanzan los sentidos y la intelección vulgar: emana, co- 
mo el alma de las cosas, de cuanto llega al corazón desde 
todo lo que tiene vida o el recuerdo vivifica. 

Es que tanto cuando evoca al pasado en la historia 
de lá vida y en la vida del ensueño, como cuando canta 
a la patria, a la religión o al amor, en lo que permanente- 
mente tienen de bello y bueno, llega la creación del poeta 
entre una aureola de suprema belleza. La que pone siem- 
pre en las obras de la sinceridad el sentimiento profundo 
de una fe : esa fuente inagotable de entusiasmo y de con- 
suelo donde los felices beben hasta satisfacer su ideal. 
Sea loado, pues, fervientemente, el arte que viene de 
lo que en el ser moral es fundamento infinito de ori- 
ginalidad y de belleza, y responde al anhelo más impe- 
rioso de la conciencia en esta hora en que al decir del 
filósofo: falta de paz por la pérdida de la ilusión que 
hace la dicha, el alma humana se ve desamparada en su 
inquietud como no lo fuera nunca. 

¡Inmaculadas creaciones, forjadas en la fragua de 
la vida por las realidades dolorosas o placenteras de cada 
día ! Sólo ellas poséen el maravilloso privilegio de la suti- 
lidad necesaria para llegar, por las más secretas vías de 
las reacciones psíquicas, al alma y al corazón de todos los 
que ya saben que apenas por el milagroso error que hace 
de la quimera una verdad fueron dichosos, y que siempre 
por las heridas que las decepciones abren se fué su feli- 
cidad. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


169 


II 


A bordo del transatlántico ^Massilia^, en 
viaje de regreso desde Europa, Angel de Es- 
trada falleció, inesperadamente, casi en la 
bahia de Rio Janeiro, el 28 de diciembre de 
1923, Las palabras que siguen a éstas son la 
colaboración solicitada para el objeto de que 
ellas instruyen, y aunque fueron escritas, en- 
tonces, con la urgencia impuesta por el apre- 
mio de la fecha en aue aparecería el periódico 
en que iban a ser insertas, no he querido 
modificarlas ni ampliarlas para no quitarles 
la espontaneidad que las dictó. 


Montevideo, 15 de febrero, 1924, — Señor Alfredo 
A. Bianchi. — Estimado amigo: Recién llegada a mis 
manos su carta de último momento, en la cual recordan- 
do mi larga amistad con Angel de Estrada me pide “al- 
gunas páginas” para el homenaje que se le va a tributar 
en un número extraordinario de la revista Nosotros, 
tengo que atender casi sin tiempo a su amable pedido, y 
apresuradamente lo hago en estas líneas. 

Con la dolorosa sorpresa del inesperado fallecimien- 
to de Estrada vi llegar hasta mí algunas expresiones de 
pesar que traían también la delicada mención de aquel 
hondo vínculo espiritual. Originado en algunas afinida- 
des morales ese afecto amistoso se vió fortalecido al tra- 
vés de los años por muchas coincidencias de sentimientos, 
criterio histórico y gustos literarios. 

Además, contribuyó asimismo a mantener aquella 
simpatía el gran afecto de Estrada al Uruguay y el mío 
a su patria. Copio de una de sus últimas cartas, en la 



170 


JUAN ANTONIO 2UBILLAGA 


cual lamenta que las condenables especulaciones de un 
estrecho y anacrónico criterio localista todavía siembren 
discordia entre sus compatriotas y los uruguayos: “Eso 
es lo triste. Cuando se anda de viaje y se oye hablar a 
un colombiano, a un mejicano, a un chileno, se les dis- 
tingue por el acento; sólo los argentinos y los uruguayos 
se confunden; para saber que un hombre no es de Bue- 
nos Aires es menester que él nos advierta que es de Mon- 
tevideo. ¿Que eso es un detalle que no tiene importan- 
cia? ¡Qué no la ha de tener!: significa que somos en rea- 
lidad el mismo pueblo. Y en cuanto a los porteños de vie- 
ja raza, que llevados por nuestros padres desde niños a 
Montevideo, conversamos en sus calles con las sombras 
de nuestros abuelos, . . . podemos recorrer medio mundo, 
cruzar los Alpes, vivir en los Pirineos, y olvidar un poco 
al simpático Domínguez entre Byron, Schiller y Hugo: 
¡no importa!, el Cerro nos sigue pareciendo “un rasgo 
prominente”. Y usted sabe cuánto le quiero expresar en 
este ingénuo sentir”. 


Con respecto a la personalidad intelectual y litera- 
ria de Angel de Estrada, ¿cómo concretar en estas rápi- 
das palabras improvisadas y necesariamente breves, toda 
la justicia debida a los superiores atributos que la distin- 
gfuían? ¿Cómo decir todo lo que en gran saber, hondo 
pensamiento y rica imaginación; en delicadísima sensi- 
bilidad, refinado buen g^^sto, aptitud literaria y probidad 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


171 


artística puso siempre en su enorme labor constructiva 
y cimenta, honda y sólidamente, su vasta obra de escri- 
tor conscientísimo y consumado estilista? Apenas si cabe 
aquí la mención recordatoria de las cualidades culminan- 
tes entre las que le caracterizaban y por las cuales siem- 
pre resplandecerán con luz propia sus escritos. 

Extensísima, segura y siempre disponible en su me- 
moria era la ilustración de Angel de Estrada; pero prin- 
cipalmente él descollaba, entre los espíritus más prepara- 
dos, por su cultura histórica, artística y literaria. Y de 
esto — aparte del recuerdo en los que le trataron — queda 
testimonio perdurable en todos sus libros. 

Era igualmente admirable su excepcional conoci- 
miento de las razones de todo el dinamismo de la polí- 
tica en Francia. En gran parte acaso eso haya provenido 
de la estrecha amistad que mantuvieran con Estrada, que 
tan frecuentemente residía en París, muchas de las per- 
sonalidades francesas de mayor significación, pues, como 
es sabido, pocos sudamericanos han alcanzado de los 
hombres más representativos de Francia — en la política, 
el pensamiento, las artes y las letras — tan alta conside- 
ración intelectual y literaria. Siempre seguía con intere- 
sadísima atención y conciencia de iniciado en los secretos 
de los intereses motores y de las evoluciones partidarias, 
los conflictos de las diversas orientaciones colectivas y 
el choque de los ideales y egoísmos de los espíritus re- 
gentes de las multitudes. Cualesquiera fuesen las sustitu- 
ciones de los partidos en el gobierno; cualesquiera los 
cambios de los más altos funcionarios públicos; siempre. 



172 


JUAN ANTONIO ÉUBILLAGA 


con estupenda seguridad, le era dado explicar detallada- 
mente la historia de sus causas y proyecciones. 

Cualquier tema tratado por él revelaba que era tan 
extensa como profunda su cultura. Por eso todos los crí- 
ticos de mayor significación que han comentado con elo- 
gio su obra— aun aquellos que no compartieran la tota- 
lidad de su criterio en algún punto de su doctrina o de 
su concepto estético — ^han coincidido en señalar la ex- 
traordinaria conciencia puesta por Estrada en toda su 
labor intelectual y literaria. 


♦ 

En Angel de Estrada a la vez que un artista había 
un pensador. Aparte de la filosofía de la vida, de la re- 
ligión, de las costumbres y del arte que llena sus narra- 
ciones de melancólico sentido de los destinos de la huma- 
nidad; de interpretación de civilizaciones; de visión de 
vanidades; grande es la siembra de ideas luminosas en 
sus páginas, nutridas de inspiración e hirvientes de gér- 
menes sugestivos. Por ello siempre su lectura tendrá vir- 
tud estimulante para las más nobles actividades del espí- 
ritu. Y si algún día se extrajera de sus obras, con facul- 
tado criterio y gusto selectivo, los pensamientos de hon- 
do significado y primoroso estilo que contienen, se for- 
maría un volumen de mérito superior entre los que en el 
género contara la literatura de nuestro idioma. 

De los dones de imaginación, delicadísima sensibili- 
dad, refinado buen g^sto, y probidad artística, que tan 



ESTUDIOS y OPINIONES 


173 


pleno desarrollo alcanzaran en Estrada, son copiosos ex- 
ponentes los libros del poeta, del novelista, del viajero y 
del crítico que en él tuvieran altísima manifestación. En 
las páginas de cualquiera de ellos hállanse: luminosa 
irradiación imaginativa, exquisita percepción de senti- 
mientos, sutilísima penetración de la vida moral, magis- 
tral arte de exposición, depurado vocabulario. 

Sólo por las palabras podría ser diferente de lo que 
he expresado otras veces, cuanto yo agregara ahora so- 
bre la probidad artística y la aptitud literaria del gran 
escritor. Por eso complázcome en recordar aquí que es- 
cribiendo a propósito de '‘Cadoreto” dije que serían 
siempre admirables en Estrada su dominio de las épocas 
evocadas, y la consecuencia que por ello guarda con el 
espíritu de la sociedad y la vida de los tiempos, al pre- 
sentar, opuestas o afines, las almas de entonces en las 
diferentes clases ; y que la transparencia de su expresión 
de las ideas y de los sentimientos, y el infalible acierto 
en la sutileza de los matices que desdoblan el sentido de 
las frases, hacen a su prosa diáfana y bella por pureza y 
sobriedad, imaginación y medida. 

Acaso por todo lo que intelectual y literariamente 
eleva la calidad de su obra, se ha dicho de Estrada que 
no escribía para el vulgo. Eso es cierto porque es indis- 
cutible que para poder apreciar todo el mérito de sus 
obras son necesarios una cultura y un gusto que todavía. 



174 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


por mucho tiempo, no pueden ser vulgares, principalmen- 
te en América. Pero esa comprobación no podría tener 
significado de censura más que por el error de quién la 
hiciera creyendo que las clases más cultas no tienen tan- 
to derecho como las que no lo son a que se les dé el arte 
que merecen. 

Por mi parte, yo, que siento, como decía Laprade, 
“una suerte de predilección por los géneros y las obras 
impopulares, y singular desconfianza de los gustos y de 
las opiniones del gran número, creyendo que la esencia 
de la popularidad que buscan los escritores sin ideales es 
la vulgarización que basta para descalificar a un artista, 
porque en las condiciones actuales de la opinión y de la 
publicidad es principalmente por sus defectos que una 
obra se hace popular” : pienso también que Estrada era 
uno de aquellos destinados a no alcanzar los éxitos popu- 
lares “precisamente por la elevación de las cualidades que 
honran más al artista, por la profundidad de sus concep- 
ciones y la dignidad de su estilo”. 

El día que llegó a América la infausta nueva de la 
muerte de Rodó me envió Estrada muy sentido telegrama 
de condolencia por aquella pérdida irreparable para las 
letras y el pensamiento hispano-americanos. Que las pa- 
labras terminales de aquel telegrama sean hoy las de estas 
líneas escritas sin tiempo y digan también del ilustre esti- 
lista y pensador argentino : “que la antorcha que ha deja- 
do caer tardará mucho en fulgir en otras manos porque 
antes su llama tendrá que evaporar los llantos que la hu- 
medecen”. 



ATARAXIA 

( Por Aiolfo Agotio ) 




«ATARAXIA»» 


Por Adolfo Agotío) 

Cuando se vuelve de Atenas con San Pablo, después 
que en “lengua bárbara” el apóstol hablara de su fe a los 
que allí suponía esperando con un templo vacío “al dios 
desconocido”, todavía parece que no va a satisfacer a la 
conciencia helénica el nuevo espíritu de los tiempos que 
traía el gran iluminado del camino de Damasco. El sar- 
casmo en que culminara el genio burlón de la multitud 
congregada en el Areópago, cuando al oír al primer per- 
seguidor de los cristianos asegurar que se resucitaba en 
el cielo le contestaran que allá le escucharían otra vez, 
era el verbo del escepticismo ecléctico y tolerante que había 
sucedido a la antigua fe en la capital del mundo griego. 
Y hacía tiempo que la medula de ese escepticismo saturado 
de sal ática era indiferencia despectiva para las especula- 
ciones filosóficas y la fe religiosa. 

Aunque como antes la curiosidad vigilaba siempre 
toda novedad desconocida, el propio examen al cual ince- 
santemente se pidiera el conocimiento de la verdad había 
dejado en las conciencias la noción de la invalidez de las fa- 
cultades humanas para alcanzarla, ... y la duda que acogía 
sonriendo a los que llegaban convencidos de que la po- 
seían. Ya la lógica precisa y clara que satisfacía a la in- 
teligencia de los helenos era tan refractaria de las creen- 
cias ajenas como impermeable a todas las inquietudes la 
serenidad de los espíritus superiores. Hacía cinco siglos 

is 


TOMO II 



178 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


que ese sosiego espiritual había recibido denominación en 
una palabra griega: Demócrito habíale llamado “atara- 
xia”, dándolo por objeto a la vida. Y a esa concepción ha- 
bían convergido todos los sistemas especulativos; en ella 
había concluido la filosofía moral de las más opuestas 
escuelas. Por eso era el signo de la época en todas las con- 
ciencias ilustradas, después de las creencias y las ideolo- 
gías que sucesivamente se habían repartido la fe en las 
divinidades y en las especulaciones intelectuales. 

Desde entoces y como entonces, almas paganas y 
cristianas, de todos los tiempos, llegaron a aquella abstrac- 
ción inmunizadora contra la tiranía de los incentivos que 
suscitan emulaciones, rivalidades y luchas en la vida con- 
vencional de las sociedades. Y ese es el fenómeno que atrae 
la atención y el pensamiento de Agorio en su última obra ; 
es ese el estado moral que — en su esencia y en su simbolis- 
mo — contempla, interpreta y comenta en algunos espíri- 
tus de épocas, creencias y actividades diferentes. “La 
ataraxia es la única forma de abstracción del universo, 
la única manera de quebrantar la continuidad de la mate- 
ria, y, por consiguiente, de percibirla” define en las pági- 
nas preliminares, y dice de “la facultad ataráxica” de que 
se siente dotado: “ese gran sentido de percepción, ese ve- 
neno corrosivo que descompone, que analiza, que vence 
mi obstinada voluntad de creer”. 

Del espectáculo que ofrece el hombre entregado a 
los afanes en que emplea y consume sus energías, por 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


179 


móviles coincidentes o contradictorios, de los cuales — a 
veces a costa de la felicidad — hace su razón de ser hasta 
que muere, esta obra refleja la inquietud ante el misterio 
y la rebelión contra el destino. Por eso en ella está la evo- 
cación de la dramática realidad en que, desde los más re- 
motos tiempos hasta hoy, se debate la conciencia humana 
con el dolor de no poder penetrar el enigma del universo 
y de la vida. A cada rato, en este libro de intensa medita- 
ción y fulgurante estilo, se advierte la presencia del eterno 
atormentado por la mudez de la naturaleza en que se le 
diera existencia. Frecuentemente, en los diversos aspectos 
del mundo moral que evoca, aparece el alma que sabe la 
imposibilidad de conocer su propia esencia, dónde está y 
lo que le espera. Pero también sus hojas llevan impreso 
el gesto convincente de que el espíritu humano no es un 
resignado, sino un rebelde que tortura su fe en las certezas 
de su ciencia y su razón, ... y analiza su tortura. 

Es cierto que siempre parece que llegan de todos los 
siglos, como el verbo supremo de una angustia de todas 
las épocas, las interrogaciones que iban al través de la no- 
che en la mirada del poeta de la decepción : 

“E quando miro in cielo arder le stelle 
Dico fra me pensando: 

¿A che tante facelle? 

¿Che fa l’aria infinita, e quel profondo 
Infinito seren? ¿Che vuol dir questa 
Solitudine immensa? ¿Ed io che sono?” 

Mas también perennemente la voz del hombre ha lle- 
gado a todos los horizontes para decir la protesta de la 



180 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


criatura humana contra todo lo que le arrebata su felici- 
dad sobre la tierra hasta que desaparece con la irreme- 
diable ignorancia de su destino. 

Desconformidad consciente o instintiva, hay una ex- 
presión de ella en cada esfuerzo del hombre para escapar 
al infortunio antes de caer en lo desconocido. Sólo por 
eso — como el náufrago abrazado al madero que le sostie- 
ne sobre las olas mientras conserva fuerzas para no aban- 
donarle — se le ve entregado a una fe, un amor, un ideal, 
un deber, que le infunde entusiasmo, y a veces pasión, para 
dar a su vida febril actividad física, intelectual, o moral, 
hasta que se extinguen sus energías. Y es con la esperanza 
de alcanzar ese relativo bien que procura todas las formas 
de la propia superación. Pero siempre, tras los éxitos y los 
contrastes de las empresas en las cuales se diría que todos 
intentan aturdirse para olvidar la sentencia ineludible, cada 
mortal, como en la bíblica leyenda del opulento cosechero 
que tras una vida de fatigas iba a construir graneros don- 
de guardar sus inmensos tesoros, para poder ofrecerse todo 
lo que deseara, oye la inexorable voz de la voluntad om- 
nipotente, que le dice: “Necio, esta noche te vuelven a 
pedir el alma”. 

Del llanto de un niño que acaba de nacer, el autor 
extrae en las páginas iniciales simbólico significado, in- 
terpretando aquellos sollozos como el anuncio de “la infe- 
licidad necesaria, de la desventura razonable que hace po- 
sible el optimismo de nuestra existencia”. Y corrobora su 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


181 


aserto porque, según más adelante expresa, piensa que la 
criatura humana, “fuera de la violencia de su protesta 
permanente, acallando la inquietud interior con la ataraxia 
del aturdimiento, encontró la serenidad dentro de la gue- 
rra y la contradicción”. Después de esa exégesis del sen- 
tido de la vida que empieza interpreta, en sus motivos y 
en sus manifestaciones, diferentes formas de la abstrac- 
ción. 

La ve llegando de “lo inactual”, influyente en nues- 
tros días, como la transmite Beethoven en lo que sugiere a 
las almas contemporáneas. Ejercida por “lo actual”, la 
muestra en la febril actividad del periodismo impersonal 
que lucha por intereses de los cuales es vehículo y sostén 
su propaganda. En el mito griego de la titánica rebelión 
de Prometeo, mientras indómito padece todos los tormen- 
tos de su castigo sobre la roca del Cáucaso, la señala emer- 
giendo de “las fuerzas creadoras”. La desentraña de la 
expansión de las energías raciales que el espíritu de em- 
presa y de aventura “dispersa” en la trágica conquista del 
Nuevo Mundo. La percibe y la explica tanto en el “prag- 
matismo” que mueve a la consecución utilitaria de lo más 
benéfico en cada circunstancia diferente, como en el “mis- 
ticismo” que sobrepone su amor, su fe y su esperanza a 
todo lo que ofrece la vida a los anhelos de felicidad te- 
rrena. Ante el cadáver de un cuerpo joven que le inspira 
simpatía moral e instintiva solidaridad humana, siente 
cómo la produce “la presencia de la muerte”, y ante el 
vertiginoso existir de Hamlet advierte cómo se la experi- 
menta por el “envejecimiento” que deja la noción de que 



182 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


“nos vamos un poco para siempre todos los días”. La des- 
cribe en el apasionado “amor a la naturaleza” que perpe- 
tuamente enajena a las almas arraigadas a la región en 
que aparecieran. Finalmente, dice cómo es la sugestión 
dominadora “en el perfeccionamiento doloroso” que cum- 
ple altruista sacrificio para el bien de los otros. 

Y en toda la exposición ideológica, manteniendo la 
unidad de la doctrina, reaparece frecuentemente el con- 
cepto de la ataraxia, según la caracteriza el propio origen 
diferencial, al través de los múltiples aspectos de sus ma- 
nifestaciones en el curso de la vida. Así pasa su noción, 
siempre precisa en el espíritu del autor, entre las distintas 
apariencias del fenómeno ataráxico. 

Cuando la considera proveniente de las “fuerzas crea- 
doras” la dice “intensidad de ideal y ausencia de vanas 
supersticiones”, porque afirma que “el ideal cierra todas 
las ventanas que miran al mundo exterior” y “hay una 
finalidad suprema y abstracta que mata los órganos del 
conocimiento sensible”. Al contemplarla en el transporte 
místico — el estado en el cual un alma desdeñosa del mun- 
do físico, se entrega a íntimas relaciones directas con el 
infinito, según el decir de Remy de Gourmont — la define 
“el espíritu que niega el mundo exterior frente al objeto 
que lo afirma dentro del espíritu” porque, agrega, “la 
conciencia del perfeccionamiento no presta atención a to- 
das las pulsaciones del planeta”. Si ve que “el dolor útil” 
la crea, invulnerable a todo lo que en la vida interesa al 
cálculo y a la pasión, la muestra confirmando cómo “el 
espíritu superior tiende a reintegrarse en el infinito de 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


183 


SUS propias visiones”, pues “nuestra luz interior toma su- 
cesivamente el tinte de las diversas substancias que con- 
sume”. Y así siempre, seguro y claro en su concepto de 
la imperturbabilidad dominante en las actividades morales 
y materiales a que atiende en su obra. 

* 

De la sustancia doctrinaria contenida en la afluen- 
cia de ideas que este libro comporta, fluye un optimismo 
virtualmente dinámico por lo que sugiere y estimula. De 
todo el caudal de especulaciones psíquicas y morales que 
corre en el texto de estas páginas, convergen conceptos 
de hondo sentido y viva emotividad hacia el examen de 
lo que al hombre quita la amarga percepción del indesci- 
frable fatalismo que rige su apariencia transitoria. 

Pero la impenetrabilidad del motivo y del destino de 
la existencia humana y del mundo de su conocimiento, no 
impide al pensador de esta obra admitir el deber de alcan- 
zar la felicidad posible. Por eso este libro es de los que en 
épocas de desorientación y escepticismo hacen pensar y 
soñar, olvidar y esperar. Por ello, asimismo, su lectura 
lleva con frecuencia la mirada hacia atrás para recoger 
el sentido del pasado, con el fin de que cuanto en él pueda 
ser eficiente para el bien accesible prolongue su influen- 
cia en el futuro y — con todo lo que de diversas maneras 
abstrae subyugantemente en la actualidad de cada época 
coopere a la relativa dicha de las nuevas generaciones. 
“Chacun trouve a son tour le mur noire des mysteres”, 



184 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


según el harmonioso decir del verso de Vanhaeren, pero 
aunque a sabios e ignorantes la vida enseña a igual precio 
esa irremediable verdad de la condición humana, Agorio 
le agrega la esperanza, afirmando que “los enigmas aso- 
man en cada uno de nosotros como auroras de la vida 
interior”. 

En cuanto concierne al contenido literario de la parte 
formal de la obra, apenas cumple repetir lo que otras ve- 
ces impusieran el léxico empleado, el arte de la construc- 
ción y el buen gusto que elevan las dotes expresivas del 
autor. El lenguaje es el de su vasta cultura y el de su dis- 
tinción espiritual. Y el estilo también es el suyo de siem- 
pre : todo brevedad, precisión y transparencia, todo calor, 
emotividad y sugestión; opulento en oraciones de singular 
eficacia sintáctica y fonética, y en vocablos de tan ajusta- 
da exactitud en el empleo de su significado que acaso no 
se les pudiera sustituir ventajosamente. Por ello en ‘"Ata- 
raxia”, casi todo irradia tanta luz de ideas propias como 
de inspirado y sapiente arte expositivo. 


Montevideo, 4 de febrero, 1924. 



A DOS POETAS «NUEVOS^* 

( CarUa a Carloi César Leoai y Federico Morador ) 




A DOS POETAS «NUEVOS” (D 


( Cartai a Catloi Céiar Lea;! y Federico Morador ) 

Señor Carlos César Lenzi: Sus ‘"Poemas^* consagran 
un nuevo poeta. Es seguro que a muchos parecerán raros 
esos versos hechos fuera de los moldes empleados comun- 
mente. Poco importa lo que les exceptúe si tales como son 
tienen belleza. 

Yo no podría decir que todas sus composiciones me 
parecen igualmente bellas, ni que muchas para mí lo sean 
desde el principio hasta el fin. Pero sí que en todas — hasta 
en las más leves, aladas e imprecisas — hay algo, una estro- 
fa, un verso, que revela la sensibilidad, la imaginación y 
el gusto de un artista. 

Tiene esa colección mucha poesía de juventud, hecha 
con sensaciones de la vida. Por ello en esas páginas de 
confesión desfilan tantas sinceridades del temperamento. 
Y así alternan en ella los sueños de la fantasía y las evo- 
caciones sensitivas, la emoción del paisaje y el amor del 
retiro, el recuerdo de las almas grotescas y el orgullo de 
la propia calidad psíquica. 

Todo eso es triunfal aunque en ello, por lo que eter- 
namente hace imperfecta a la labor humana, puedan con 
frecuencia hallar dónde morder los que gustan saborear 


(l) Publicadas en la revista Proteo, de Montevideo, en el numero de 
diciembre de 1921. 



188 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


pecados en los “nuevos”. Pero esos fustigadores impla- 
cables de toda sinceridad personal que importe innovación, 
siempre fueron calificados por palabras de conciencia y 
de juicio definitivos: desde que aparecieran en la anti- 
güedad hasta cuando en nuestros días llamábales Menén- 
dez y Pelayo “fanáticos sectarios que, alardeando de in- 
dependencia literaria, son los primeros en no respetar la 
legitimidad de todas las formas que en el proceso histó- 
rico del arte se han sucedido, distinguiendo en ellas lo 
bello y permanente de lo accidental y transitorio”. 

Si se sienten ustedes “nuevos”, ¿cómo no serlo? Ya 
es vieja conquista universal la noción de que el primer 
deber del artista es el dar la consecuencia al propio sen- 
timiento. Y su derecho a la sinceridad es sagrado. 

¿ Creen ustedes, pues, ser “nuevos” ? Muy bien : sólo 
cabe desear que muchos sean de los que quedan y pocos 
de los que pasan. Porque, como usted sabe, entre los que 
aparecen y se suceden desde hace siglos hay que distin- 
guir los que realmente no pueden ser de otro modo y ne- 
cesitan producir la manera que traen al arte, y los que sin 
motivo en sus condiciones suponen posible ser lo que quie- 
ren ... y lo intentan hasta que al fin se van sin hacer ni 
fundar lo que no podía depender sólo de sus propósitos. 

¿Recuerda los “nuevos” del gongorismof Ya enton- 
ces decían, como lo puso Le Sage en labios de aquel Fa- 
bricio Núñez que los representa en su “Cí7 Blas”, contes- 
tándole a éste cuando le pedía claridad hasta para un 
soneto: “Tanto mejor si el soneto no es inteligible. Todo 
lo que exige sublimidad no puede tener expresión natural 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


189 


y sencilla. Su mayor mérito es la obscuridad: basta que 
el autor crea entenderlo. Somos cinco o seis los innova- 
dores que nos hemos propuesto transformar la lengua, 
haciendo lo blanco negro, y lo hemos de conseguir a pesar 
de Lope de Vega y de Cervantes”. 

¿Y los “nuevos” del romanticismo f Formaron legio- 
nes hasta en América, donde sólo pocos dejaron nombre 
imperecedero, y sabe usted que casi en su totalidad esos 
de nuestro Continente apenas eran como lo dijera aquella 
gran conciencia del arte literario citada antes : “gente que 
tomaba por inspiración el desorden, por bizarría la inco- 
rrección, por muy profundas las cosas a medio decir, y 
por rasgos de genio desbordado las más incoherentes ex- 
travagancias”. 

Así también los del decadentismo. Esos se reprodu- 
jeron apenas ayer en estas tierras americanas y los hemos 
alcanzado nosotros. Todos recordamos cómo desde que 
Darío, adoptando los artificios de aquel neoromanticismo, 
puso una sonoridad suya en la lírica castellana, fueron 
innumerables los que se lanzaron a ensayar la imitación 
de sus procedimientos y sus formas, suponiendo que sólo 
esas exterioridades hacían a aquel poeta. Pero precisamen- 
te de los que en Europa habían creado la novedad que Da- 
río trasplantaba a nuestro suelo y nuestro idioma, ya ha- 
bía explicado Guyau con visión honda: “Para cubrir con 
una ilusión la esterilidad del fondo es que los decadentes 
se afanan en el trabajo de la forma: piensan que es po- 
sible suplir el genio por el talento que le imite los procedi- 
mientos. Pero, si las obras geniales son las más sugeren- 



190 


JUAN ANTONIO 7UBILLAGA 


tes y las más capaces de suscitar otras como ellas, son 
también las más difíciles de analizar y de imitar. Están 
muy unidas a la vida, a la cual no es posible reproducir 
artificialmente”. 

Como en los de otras veces, pues, en los “nuevos” 
de hoy — que no serán los últimos — ^habrá espíritus aptos 
para la emoción inspiradora del arte creador de la belleza, 
y almas inertes, apenas capaces de simulaciones de la vida 
y de artísticos remedos. Bien venidos todos, bien venidos 
siempre, para que realicen su labor como la realizaron 
otros, con vario destino, en diferentes tiempos y países. 
Y hagan su arte, como sea, que ahora como antes y des- 
pués sólo dejarán obra perenne aquellos que, nacidos para 
oir y obedecer a la voz inconfundible de la naturaleza pro- 
pia, fueran llevados por el instinto a recoger del corazón 
todas las repercusiones de la vida. Pues aspirar a ser ori- 
ginal por la adopción de métodos, maneras y singularida- 
des artificiales, es suponer que ello es posible por voluntario 
capricho de simular rarezas. El origen de la verdadera 
genialidad en el arte no es electivo ni antojadizo: obedece 
a necesidades psicológicas; lo producen fuerzas irresisti- 
bles, facultades de vocación en que convergen todas las 
energías morales para engendrar la obra que lleva el sello 
personal por el cual se distingue y perdura. 

Usted, pues, que bien demuestra entenderlo así, en 
el libro con que se inicia, continúe fiel a sí mismo, hacien- 
do la obra de su sinceridad. Y con todo el entusiasmo 
poético cuyo poder imaginativo ya tanto dilata las perspec- 
tivas de su espíritu, deje que el vuelo de su numen le lleve 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


191 


sobre horizontes indefinidamente renovados, siempre li- 
bre y sin más norma que la de aquel supremo esteta que 
triunfa hasta en las más discutidas obras de Thibault: 
“En el arte, todo lo que no es bello es falso’*. 

♦ 

Señor Federico Morador; Indudablemente su obra 
es todo eso que en su concepto infinito y luminoso dice 
la palabra con que usted la llama: “ Poesía'’. Y poesía 
casi siempre muy sentida, a veces honda. Por ello, más 
que cuando el autor quiere que sea nueva es más nueva 
cuando es más suya. Y ello aunque no se la halle en algu- 
nas composiciones y haya prosa entre sus versos. 

Pero el estro que eleva esa poesía donde es espon- 
tánea su realización, revela que en la fuente de que ema- 
na hay una corriente incorruptible. Está allí el alma sen- 
sitiva y radiante, estremecida por todo lo que sacude los 
nervios, sonora por todo lo que golpea en el corazón. Eso 
es el poeta ; el de todos los tiempos ; el que^perdura al tra- 
vés de escuelas, maneras y nombres; clásico, romántico o 
decadente; siempre imperecedero. 

Comprobada, pues, la existencia de ese poeta, que es 
lo esencial, las preocupaciones de capillas, procedimientos 
y denominaciones son insignificantes . . . mientras no sofo- 
quen al fuego sagrado. Pues el numen poético sólo puede 
vivir en la libertad moral, intelectual y artística. Todo lo 
artificial que se imponga a su espontaneidad creadora, 
primero la estorba, después la marchita, y al fin la ex- 
tingue. 



192 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Por eso es inútil proponerse ser original con ardides, 
y es error abrigar la esperanza de alcanzar originalidad 
por descubrimiento de rarezas. Cuando es posible, cuando 
es fundamental en un espíritu, no aparece más que por la 
complacencia en la producción de la belleza, sin buscar 
exprofeso exterioridades diferenciales. Y como lo recuer- 
da Bourget: “ha quedado el ejemplo de todos los siglos 
para probar que la gran obrera de las producciones genia- 
les es la inconsciencia, y que el mejor modo de componer 
obras bellas es trabajar mientras en ello se sienta placer”. 
Ley natural de la creación artística de todos los tiempos, 
también era con la noción de ella que ya en sus días ense- 
ñaba Laprade que “toda obra de la inteligencia se debiera 
ofrecer como fruto necesario del espíritu que la concibe; 
que el libro debiera siempre demostrar que el autor no ha 
sido dueño de hablar otro lenguaje; que ha sido poeta, 
filósofo, historiador, fatalmente, por virtud de la obsesión 
interior que, como ejercida por Dios, sintiéramos en nos- 
otros”. 

No es fácil adivinar quiénes entre los que llegan en 
la falange de su generación, impedidos para esa consecuen- 
cia al dictado del alma, vengan destinados a concluir en el 
pecado de la equivocación estética, y quiénes por el senti- 
miento de la belleza que usted muestra en las mejores com- 
posiciones de su opúsculo ofrezcan la seguridad de perdu- 
rar sobre los extravíos de la labor inicial en las horas ju- 
veniles. Pero, indudablemente, ese renacer que ustedes 
anuncian con tanta exuberancia, trae en sus obras fe y do- 
tes bastantes para dejar una promesa y fundar una espe- 



ESTUDIOS y OPINIONES 


193 


ranza, evocadoras de otras renovaciones y otros triunfa- 
dores definitivos . . . que ya pasaron. 

Hoy por hoy: de esa poesía nueva — toda curiosidad 
y ensayo llenos de optimismo afirmativo y confiado — que 
frecuentemente llega tan sin encanto para muchos oídos 
como seductora por la sutilísima complejidad de las sen- 
saciones que la inspiran y de las imágenes que la expresan, 
no es posible prever la evolución y los destinos. Siempre 
sabrá más de ella el que en ella se complace, que los que 
no la pueden gustar con deleite en la totalidad de los ele- 
mentos que la integran. 


TOMO U 


It 




SOBRE ORTOGRAFÍA 

FONÉTICA Y LENGUAJE 


( Carta a don Julio Cejador ) 




SOBRE ORTOGRAFÍA FONÉTICA Y LENGUAJE 


( Carta a don Julio Cejador ) 


Ilustre maestro : Con mucho interés he leído el opúscu- 
lo sobre ortografía racional que usted patrocina y ha te- 
nido la bondad de enviarme. Agradezco su atención y 
reconozco en el autor muy conscientes y sinceros propósi- 
tos de servir a la depuración impostergable del habla cas- 
tellana, aunque creo que él hubiera favorecido a su obra 
no motivando la recomendación que contiene el prólogo 
“a los que se propongan refutar el libro”, para que dejen 
a un lado los enigmas y fantaseos, “las etimologías no 
seguras y otras menudencias que no amenguan el alegato 
sustancial”. Acaso las burlas y los calificativos abundantes 
en el folleto pudieran ofrecer, a quienes se viesen puestos 
ante inapelable justicia por las razones que con aquéllos 
alternan, objeto de preferible atención y cómodo refugio 
para eludir dificultades en lo esencial del asunto. 

Me parece muy útil la defensa de la ortografía foné- 
tica mediante la demostración de sus ventajas sobre la 
etimológica. Así, en América, las simplificaciones alfabé- 
ticas con tal objeto han alcanzado en Chile su más fun- 
dada realización, y creo que el alfabeto más racionalmente 
disminuido con el propósito de facilitar la ortografía sea 
el empleado, entre otras, en las ediciones de “La Pena de 
Muerte” por Carlos Newman (Santiago de Chile, 1896) 
y “El Kuerbo” de Poe (id. id.). 



198 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Es indiscutible que la Gramática y el Diccionario de 
la Academia, tales como son actualmente, revelan insegu- 
ridad y confusión de los fundamentos lingüísticos nece- 
sarios para establecer las normas lexicológicas y gramati- 
cales de nuestro idioma. Por eso, en vez de ofrecer la 
guía más autorizada, esos libros, que debieran contener 
la suprema legislación del lenguaje hablado y escrito, frus- 
tran las consultas frecuentemente porque dejan en la des- 
confianza y en la duda más perjudiciales, no sólo a los 
que sin ser filólogos ni gramáticos nos dedicamos a es- 
cribir, sino a cuantos también sin aquellas especialidades, 
necesitando usar de la palabra escrita y oral para ser bien 
entendidos en las cotidianas ocupaciones de la vida, se 
ven obligados a ajustar su ortografía, su fonética y su 
construcción al uso oficial establecido. Más que todos sa- 
be usted que aquellos libros les dejan sin auxilio por in- 
suficiencia e inconsecuencia de sus justificaciones etimo- 
lógicas; alteraciones del sentido de muchos vocablos; ex- 
clusión de innumerables palabras y modismos insustitui- 
bles; copiosa adopción de voces y giros extranjeros inne- 
cesarios; arbitraria imposición de reglas gramaticales 
derivadas de otros idiomas en que son indispensables, pero 
que en el nuestro contrarían, alteran y destruyen la orto- 
grafía, la prosodia, la sintáxis propias de su naturaleza 
y de su genio. 

Sin embargo de eso, como el autor lo reconoce, no 
faltan entre los miembros de la Academia personas de ta- 
lento y saber sobresalientes, y por eso y por ser universal 
la noción de los errores que corrompen al lenguaje y es- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


199 


torban su perfeccionamiento, es más inexplicable que se 
haga esperar tanto la revisión necesaria del léxico y de la 
gramática. Yo soy un convencido de que no puede demo- 
rar esa gloriosa empresa de civilización por la cual debe 
reconquistar su idioma nuestra raza. La adopción por 
la Academia, de la Sintáxis contenida en la magis- 
tral obra de usted “Gramática de la Lengua de Cer- 
vantes”, que es el tratado fundamental y completo de esa 
materia que hasta ahora faltaba a nuestro idioma y con 
el cual ha podido dotarle su extraordinario saber — adver- 
tida en América por todos los estudiosos y escritores que, 
más o menos, cuidan la propiedad y corrección de su len- 
guaje — puede ser el primer anuncio de una rectificación 
del criterio académico, y el hecho inicial de la gran refor- 
ma necesaria. 

' Por mi parte considero que, ahora, la fuerza desti- 
nada a imponer esa reforma está contenida, a la vez y 
tanto o más que en la imposibilidad de prolongar los cre- 
cientes perjuicios causados por la desorganización del len- 
guaje, en la suma de las enseñanzas definitivamente alcan- 
zadas por la profunda ciencia acumulada en esas obras 
que se llaman; “Gramática Filosófica” de Andrés Bello; 
las “Notas” a ésta y el “Diccionario de Construcción y 
Régimen” por Rufino José Cuerbo; el “Tesoro del Len- 
guaje”, la “Gramática y Diccionario del Quijote”, y otras 
de usted; el “Prontuario de Hispanismo y Galicismo” , del 
padre Mir; el “Diccionario de la Conjugación Castellana” 
de Emiliano Ysaza; la “Prosodia Castellana”, el “Diccio- 
nario de Ideas Afines”, y la “Arquitectura de las Len- 



200 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


guas” de Benot; el “Diccionario de Galicismo’’ de Baralt, 
y otras así monumentales. 

Creo, pues, que la reforma está fundada y asegura- 
da en ese tesoro de hondos estudios investigadores y de- 
mostrativos, porque en él está la mayor fiscalización de 
las impurezas y el más luminoso proceso de los errores 
autorizados, cuando no impuestos, en nuestro idioma. Y 
como esa labor es indestructible, se la irá conociendo cada 
día más hasta que, inevitablemente, su luz llegue a todas 
las conciencias en las generaciones que vienen. Entonces 
no será posible callar de quiénes fueran las obras que ha- 
brán devuelto su idioma a nuestra raza. Y la misión que 
con más honor podría cumplir la Academia en tal empre- 
sa, consistiría, indiscutiblemente, en adoptar con ponde- 
rada ordenación cuanto ofrece aquel precioso caudal acu- 
mulado en el curso de larguísimos años por los más gran- 
des y sabios trabajadores que hayan dedicado su vida a 
preparar la restauración definitiva del habla castellana. 

Es para contribuir a ese glorioso triunfo de la civi- 
lización hispana, que pertenece a la propaganda una ac- 
ción inicial imprescindible en el espíritu nuevo de las ge- 
neraciones que llegan a la juventud o la madurez, ávidas 
de conquistas científicas y de perfeccionamiento intelec- 
tual. Y es para esa labor preliminar destinada a llevar a 
las conciencias el germen de las nociones que pueden hacer 
reaccionar contra la rutina corrosiva de la vida del idioma 
y retardataria de su progreso natural, que es útilísima la 
divulgación de pequeños libros de gran contenido en su 
breve lectura, como el que motiva estos ligeros comen- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


‘201 


tarios, y los que debería editarse con estudios como el 
de la admirable “Introducción" del “Prontuario” de Mir 
y Noguera, y con las demostraciones más fundamentales 
de las sabias doctrinas filológicas contenidas en las obras 
de usted, principalmente, y en las de algunos otros gran- 
des maestros ya nombrados. 

Con la formación de una biblioteca así, de pequeños 
tratados sintéticos, o breviarios de la verdadera ciencia 
del lenguaje; ¡cuánto anticiparían ustedes la reforma que 
tanto apremia en todos los puebles de estirpe hispana ! 

Montevideo, 13 de marzo, 1921. 




“ENTRE LOS PASTOS” 

( Novela de Víctor Pérez Petit ) 




«ENTRE LOS PASTOS»* 


(Novela de Víctof Pérez Petít) 


Acabo de leer “Entre los Pastos”, la novela premia- 
da de Pérez Petit, que yo no conocía y que llegada ahora 
a mis manos, por obsequio del autor, se ha apoderado de 
mi espíritu durante algunas horas, sometiéndole a todas 
las transiciones de los sentimientos y las ideas que sugiere. 
Soy acaso el lector más refractario al lenguaje y al estilo 
de la incultura en la obra literaria del criollismo riopla- 
tense, pero al leer este libro me he sentido continuamente 
interesado por el proceso del conflicto pasional que pre- 
senta el escritor. Y el secreto de esa conquista total de la 
atención es que esa novela campera es muy humana y 
está llena de sentido de la vida. Reaccionan en ella los 
elementos eternos de la emoción que agita las almas y 
juega con los destinos haciendo la dicha o el infortunio 
en todas las clases de la sociedad. Ofrece los episodios 
dramáticos de dos vidas malogradas por la ocultación de 
sus pasiones, y un cuadro sangriento de nuestras guerras 
civiles. 

Cierto es que no desfilan en sus páginas las pintores- 
cas escenas del trabajo en la “estancia”, pero hay en ellas 
una visión clara y honda de mucha vida moral en las gen- 
tes de nuestros campos. El que escribe toda la psicología 
de esa obra tiene observado penetrantemente la índole y 



206 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


la idiosincrasia más comunes en el habitante de nuestra 
campaña; sabe cómo son en su país muchos carecteres 
campesinos; conoce la complejidad de ciertas existencias 
de aquel mundo espiritual. 

Las principales figuras tomadas del ambiente son 
de un realismo vivo, e inspiran y atraen la simpatía del 
lector hasta cuando se equivocan al juzgarse y ciegamente 
altivas aten tan contra la propia felicidad. Interesan igual- 
mente : cuando el hombre es valiente en la guerra y cuan- 
do la desgracia le convierte para siempre en un desespe- 
rado; cuando la mujer enamorada huye para no dejar 
ver su amor y vuelve en busca del amante que los celos le 
quitan, y cuando abnegadamente resignada con su vida 
deshecha espera el fin de sus días en la soledad. 

Y dignas de la evocación dramática de los sentimien- 
tos en aquellas almas incultas son las descripciones de la 
naturaleza y de la cruenta lucha civil en nuestra campaña. 
Fuertes y animadas las reproducciones del paisaje en su 
realidad polícroma, dinámica y sonora. Grande el aliento 
vital infundido a los cuadros marciales de las multitudes 
revolucionarias en marcha y a la animación épica de los 
combates. 

Pero todo eso, que tan elocuentemente habla de las 
facultades del psicólogo y del artista que han contribuido 
en el autor para la realización de esa obra, está dominado 
en la novela por la desdicha de aquellas dos vidas que 
arrojadas al margen de sus pasiones quedan condenadas 
a un dolor sin remisión. Como dos destinados al infortu- 
nio definitivo tras una lucha inútil, desde la primera vez 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


207 


que se les ve aparecen combatiendo contra su desgracia; 
valientemente, pero retrocediendo siempre, hasta la de- 
rrota final. A cada rato llega al espíritu del lector un sen- 
timiento amargo fluente de esa adversidad que parece 
fatal. Y alguna vez en el curso de la lectura, como ante 
una de las innumerables enseñanzas eternas de la vida, 
se piensa que acaso no sea otra la realidad en el camino 
de muchos, y se recuerda que no son pocos los que pasan 
jimto a su felicidad sin advertirla y sin tomarla, y que 
raras veces vuelve la oportimidad de hallársela en la senda 
por donde cada cual pasa para siempre. 

Así, recogiendo en la lectura de ese libro la sensación 
de la catástrofe que frustrara los destinos de las almas 
que viven en sus páginas, he sentido preguntar y respon- 
der a mis labios : ¿ qué queda tras la ocasión malograda ?, 
¿qué sigue al recuerdo del error que abandonó, siempre 
muy lejos, allá a donde nunca se regresa, el mayor tesoro 
que es dado recoger desde la cuna al fin? ¿El arrepenti- 
miento? Pero el arrepentimiento no devuelve la felicidad 
perdida, y es cierto que aunque se rehaga la vida muchas 
veces sus renovaciones podrán traer otras dichas, todas, 
menos aquella por la cual — parece saberlo el corazón de 
los que la perdieron — se hubiera aunplido el destino me- 
jor. 

--.■1 

“Chi vuol esser lieto, sia, jdi doman non vi é certeza”, 
la vieja sentencia que Médicis sembraba en el espíritu de 
su pueblo una noche del carnaval de Florencia, todavía, 
al través de los siglos, parece la voz de una verdad carita- 
tiva para todos los tiempos. 



208 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Es indudable que “Entre los Pastos” es muy meritorio 
exponente de la observación y el arte que permiten al au- 
tor hacer obra de descriptor, de psicólogo y de narrador. 
Pero también tiene esa novela, por encima de todo lo que 
en ella es propósito intelectual, método y habilidad artísti- 
ca, un poema de ternura y sentimiento con muy sutil pene- 
tración de las emociones, y acaso no poco abandono a los 
recuerdos del dolor hallado en la propia senda. Y eso será 
siempre la mayor seducción de esta obra de Pérez Petit, 
y lo que infunda más virtud sugerente a su lectura. 

Yo no sé si por ello habrán premiado a su autor en 
el concurso de El Plata, ni conozco la otra novela igual- 
mente premiada en la misma justa. Pero creo que el ju- 
rado al apreciar “Entre los Pastos” haya sido conquistado 
principalmente por la vibración de aquella cuerda sensi- 
tiva, y pienso que acaso por ella haya equiparado su mé- 
rito al de la otra obra triunfante en el mismo certamen 
literario. 



“ CADORETO ” 


( Novell de Angel de Estrada ) 


tomo u 


14 




«CADORETO» (1) 


( Novela de Angel de Estrada ) 

I 

No habrá sido ni será siempre dolor el mérito que 
exceptúa, pero en el ambiente moral de los pueblos que 
inician su organización y su cultura en la América nuestra, 
con frecuencia las dotes excepcionales padecen la injusti- 
cia, y muchas veces en medio al éxito que buscan y obtie- 
nen los que no pueden triunfar por los merecimientos pa- 
san cargando su superioridad como un castigo aquellos 
que más honor dan a una patria y a una civilización. Si 
se reduce el examen a nuestro país instantáneamente la 
memoria llena de citas ejemplares la comprobación de la 
tesis, en tanto que como la del más reciente y triste pecado 
de esa incapacidad de justicia acude sobre todas, a los la- 
bios, la del último y el mayor de los grandes muertos: 
Rodó. Y en el más próximo de los países de nuestra raza 
y nuestro idioma, donde, no mucho antes, tras una vida 
de dignidad y de amargura, plegaba su alas, abatido para 
siempre, el numen radioso de Almafuerte : también Estra- 
da realiza obra de alto amor y superior conciencia, con 
religioso silencio de pensador y de artista, mientras la 
baja finalidad de la nombradla en el vulgo extravía a mu- 
chos en la persecución del éxito por el ruido. 


(1) Publicado en la revista Nosotros, de Buenos Aires, en el número de 
enero de 1925. 



212 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


De esa labor gloriosa nuevo ejemplar presenta “Ca- 
doreto”, que aunque con otro arte y sin el sugerente subje- 
tivismo de '‘Redención” , por su diversa índole, es también, 
sin embargo de ello, una de las obras por muchas de cuyas 
virtudes y bellezas Rodó veía en el autor al más eminente 
de los prosistas argentinos. El alto y honroso juicio — que 
el insigne maestro expresó por escrito al propio novelista, 
y que frecuentemente repetía en sus conversaciones lite- 
rarias — se ve siempre confirmado por el superior concep- 
to que cada nueva obra de la referida producción obtiene 
de la crítica más autorizada en América y Europa. 

Y verdad es que en las letras americanas Estrada se 
destaca entre los que hacen arte escrito con más conoci- 
miento, corrección y dominio del idioma. Acaso no le haya 
superado alguien, hasta ahora, al escribir sus impresiones 
de viaje en “El Color y La Piedra”, “Calidoscopio” y 
otros libros en los cuales las brillantes dotes del artista 
hacen casi exclusivamente páginas de antología. No sé si 
entre los papeles dejados por nuestro ilustre pensador y 
estilista desaparecido en medio a la labor de su madurez 
intelectual, habrá quedado el estudio que proyectaba de la 
personalidad y de la obra de Angel de Estrada, pero si ha 
dejado concluido ese trabajo será, seguramente, todo el 
homenaje de justicia que deseaba tributar a las singulares 
dotes intelectuales y literarias del gran escritor argentino. 

Poema dramático en prosa, pero también novela his- 
tórica en el superior sentido del concepto — pues no lo es 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


213 


sólo por relativo acomodo de un asunto imaginado a luga- 
res donde ocurrieron sucesos memorables, por mera intro- 
ducción de famosos personajes en el argumento desarro- 
llado, o por otro recurso semejante — “Cadoreto” evoca 
el espíritu de una época presentando la vida de su sociedad 
allí donde más típica y característica fué. Es el animado 
espectáculo, grande y contradictorio, del místico, caballe- 
resco y bárbaro vivir medioeval en el recinto de su más 
sintética realización: en el castillo, donde alentara toda 
el alma feudal. 

Allá en una región del sur de Francia, donde muchas 
veces en el curso de los siglos diferentes razas trajeron 
el azote de la invasión y tuvieron largo batallar muchos 
intereses opuestos, muestra el autor, iluminado con su más 
poética fantasía, aquel ambiente social en que la fuerza 
de uno contrataba con la debilidad de otros el estado de 
las personas y la condición de los bienes ; en sus clases ar- 
bitrarias, para las cuales eran los privilegios el derecho 
y las ca gas el deber ; en el contraste de sus costumbres, 
de violencia o de ternura, resultantes y exponentes de los 
sentimientos, ideas, virtudes y vicios de aquella sociedad 
que padeció el conflicto milenario de los complejos facto- 
res étnicos y políticos traídos por los tiempos de transición 
que entonces vivía. Es en Carcasona, muy antigua colonia 
latina de la Galia Narbonense, que ya César mencionaba 
en sus escritos, y después histórico escenario de intensa 
vida medioeval. A través de las épocas, desde los más le- 
janos días, la necesidad creciente de defensa fué dándole 
mayor y diverso aspecto guerrero. Nacida y desarrollada 



214 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


en sucesiva lucha con los diferentes pueblos que por allí 
pasaron, viste la histórica ciudad una armadura que mues- 
tra la obra en ella dejada, en distintos tiempos, por razas 
y civilizaciones antagónicas. Hoy, todavía, el doble recinto 
abaluartado, de varios estilos, que cierra las callejas estre- 
chas y tortuosas de los primitivos barrios, su puerta prin- 
cipal y sus torres almenadas, son citados como el más 
completo modelo de fortificación en la Edad Media y pre- 
cioso monumento de su arquitectura militar. 

♦ 

Un prólogo inicia la novela y dialogan en él, al em- 
pezar, el astrólogo del castillo y el verdugo de la ciudad. 
Aquél llámase Cleón Gásparis y es griego, llegado a Car- 
casona prisionero, y el segundo, que llámase Flamenc, he- 
redó sus funciones de quien también era “maestro de altas 
obras”. Hablan en la torre de la Vade, desde donde el 
viejo sabio estudia el firmamento. El infortunio dió a ca- 
da uno su condición y conversa por sus labios todo el dolor 
de sus vidas, con la amarga filosofía de la injusticia que 
padecen. 

En ese diálogo conoce el lector el estado de Carca- 
sona, cómo vino el poder a quien lo tiene, la índole de los 
principales interventores en los sucesos. Se sabe que es 
dueño y señor de la comarca Rodolfo de Trincavel, bas- 
tardo encumbrado por la traición de un veneciano conse- 
jero del senescal Guillermo de Ormes que gobernaba en 
nombre del rey de Francia Luis VIH. Amelot es la esposa 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


215 


de Rodolfo: perdió el amor de éste y quedó ciega. Flor 
de belleza y alma inmaculada, su vida transcurre con la 
melancolía de sus infortunios. Castrucio, un aventurero de 
Venecia, es el traidor que entregó la cindadela al tirano, 
del cual, en retribución, ha sido hecho ministro. Es el ré- 
probo enfermo de ambición y capacitado para toda maldad. 

La plática entre los dos tristes resignados concluye 
cuando el eco de las trompas anuncia la vuelta del amo 
de Carcasona, que regresa de un viaje a Tolosa. Con él 
llega Cadoreto : el bufón, vástago de aquella triste estirpe 
asiática de contrahechos vivientes para la risa, desde los 
más viejos tiempos hasta los del legendario Tribulet de 
las cortes de Luis VII y Francisco I. Juglar y trovador, 
con noble corazón y luminosa mente, consagra su vida 
al culto de un amor y a la memoria de una amistad. Cuan- 
do entra al castillo va a saludar al anciano astrólogo en 
su torre: son dos almas de su tiempo, unidas por gran 
afecto, y cambian sigilosamente sus confidencias. Cadore- 
to da a su viejo maestro la noticia de que Rodolfo vuelve 
enamorado de Yolanda de Tolosa, a la cual se propone 
conseguir por la complicidad de aquel a quien con tal fin 
hará su esposo, y Cleón informa al leal amigo de que tras 
una visita de Castrucio, en la cual mostrárale a éste un fil- 
tro del que dos gotas bastaban para quitar la razón, habían- 
le robado la ampolleta que contenía el veneno, y que desde 
entonces temía que pudiera enloquecer la ciega Amelot. 

Y cuando tras la mutua confianza de sus secretos 
se separan en la comunión de sus zozobras, y hállase el 
astrólogo leyendo en el cielo de la noche signos que le 



216 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


anuncian un próximo fin, llegan de improviso el áulico 
maestro de armas y el escudero de Castrucio, el último 
de los cuales, a espaldas de su acompañante y tras enga- 
ñosas palabras, dá traidoramente a Gásparis la muerte. 
Con la narración del asesinato y del entierro del viejo 
Cleón termina el prólogo, cuyas páginas dedicadas a esas 
dramáticas escenas ofrecen todo el arte sobrio con que 
el autor es capaz de embellecer su más preciada labor li- 
teraria. 

* 

De ahí en adelante la obra está dividida en veintitrés 
cuadros, en los cuales se desarrolla todo el espectáculo de 
la vida feudal de Carcasona y de la acción y los conflictos 
que son el asunto de la novela. Se suceden las descripcio- 
nes del ambiente, con todo el color de sus costumbres, la 
psicología de sus pasiones, el esplendor de sus virtudes; 
y entre la poética visión, luminosa o sombría, de cuanto 
material o moralmente, y grande o ruin, fué distintivo del 
alma humana en la Edad Media, pasa artísticamente el 
proceso lógico de la gran tragedia final y va la ilación de 
la intriga que la prepara. 

En la acequiada plazuela del Calvario, ante la cruz 
y la virgen de su fe, trabajan los “Cofrades de la Cister- 
na de Nuestra Señora” : escultores, orífices, habilísimos 
obreros del arte de las pompas religiosas, cortesanas, gue- 
rreras. Allí llegan cierta vez el siniestro veneciano y su 
escudero Lobrati, que por orden de aquél diera muerte al 
astrólogo, y como van para comprobar la versión que es- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


217 


parcieron al respecto, disimuladamente promueven el co- 
mentario del tema y oyen decir al canónigo de la Cisterna 
que tan difundida y notoria es la heroica hazaña de Lo- 
brati, que ya en Narbona y en Tolosa cantan los trova- 
dores cómo fué que el escudero se batió, hasta darles muer- 
te, contra un demente y contra un lobo que ultimaban al 
anciano. 

Amelot, que por revelación de Cadoreto sabe y teme 
que en cualquier momento pudiera pasar de las tinieblas 
a la demencia, sólo siéntese tranquila en la compañía del 
juglar, fiel y celosa custodia de su vida. Con él cambia la 
visión espiritual de los recuerdos; a él le pregunta la rea- 
lidad presente de cuanto evoca su memoria del pasado; 
por los ojos de él tiene la percepción refleja de todo lo que 
anhela su curiosidad de ciega. Pero aunque las palabras 
de su leal acompañante son lenitivo de su alejamiento de 
las cosas que amó en la vida y le dejaron lágrimas y sus- 
piros de felicidad o de angustia, siente toda la desdicha 
de su falta de luz. 

Cuando en su amplio dormitorio, en una torre pró- 
xima al Alcázar, teje Amelot con sus doncellas para en- 
tretener las horas, mientras dura la ausencia de los caba- 
lleros que por hábito irresistible partieron de montería, 
álzase con frecuencia, de entre los copos, los husos y las 
ruecas, la ‘'Canción de Tela’\ Y tras las últimas notas del 
canto coreado por las damas, crúzanse alusiones al caba- 
llero que cada una espera, o del espíritu travieso de las 
jóvenes convergen sobre la deformidad del bufón, burlas 
que la señora de Trinca vel interrumpe para que no lo mor- 
tifiquen. 



218 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


II 

En aquellos pasajeros días de paz en Carcasona, al- 
gunos acontecimientos, diferentes aunque con igual arrai- 
go en el alma de la época, llevan el regocijo de sus fiestas 
a todas las clases de la sociedad : se bendice y eleva una 
campana en la catedral; se ofrece la representación de un 
Misterio compuesto por el juglar; se celebran las calendas 
de mayo, que inician la primavera. Entonces vibran inten- 
samente los espíritus con la exaltación de la fe, y la emo- 
ción artística y el hervor de la vida aceleran el latido de 
los corazones; es todo el júbilo del misticismo de un pue- 
blo que con fervor rinde culto a lo bello y a lo bueno : en 
el renacimiento de la naturaleza, en la obra de su arte, en 
el templo de su dios. 

Bajo las naves de San Nazario, y a la luz coloreada 
con la policromía de las vidrieras que la filtran; entre las 
nubes que se desprenden del turíbulo, y extinguidas las 
sonoras ondas del órgano, el obispo majestuosamente des- 
ciende de su trono, en medio del mayor silencio, y ante 
todo el personal de la corte, nobles y plebeyos, realiza la 
ceremonia de la bendición de la campana, suspendida fren- 
te al altar en una grúa. Ha dicho al canciller de la Cister- 
na y a los artífices que la ofrendaban, que para que sólo 
anuncie venturas y esperanzas hasta después de la muer- 
te, “es menester que la campana viva, pues por su misión 
sobrenatural deberá ser superior a su bronce: su gemido, 
su trueno, sus dobles fúnebres, sus repiques jubilosos, todo 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


219 


debe tener un alma”. Y cuando ya convertida en sagrado 
signo la entrega el prelado a los que le oyen, para que 
sus manos la conduzcan a la torre, y el pueblo desde el 
atrio la eleva con su esfuerzo hasta la cúspide donde “va 
a reinar sobre el templo”, que en ese momento estremecen 
las harmonías de la música sagrada : con el primer repique 
que agita al aire estalla el grito de las supremas alegrías 
en los fieles que arrodillados la contemplan. 

La representación del Misterio compuesto por Cado- 
reto es en honor de las nupcias de Yolanda de Tolosa, lle- 
gada para casarse con Felipe de Galhac a quien Rodolfo 
tiene ofrecido en cambio de la dama el mando de Carca- 
sona, con el compromiso de no entregar la ciudad a su 
primo Raimundo cuando este representante de la rama 
legítima de los Trincavel llegue por sus derechos. El fiel 
exponente del modesto y simbólico arte teatral de la Edad 
Media tiene lugar en un vetusto teatro romano donde, 
como en todas las piezas del género, hablan divinidades y 
genios, toman lenguaje humano las cosas inanimadas, y 
tienen palabra la fuente, el roble, el manantial, la ruina. 
Y desde que las trompas anuncian el principio, apenas 
los actores se han ocultado en las cosas que van a personi- 
ficar, óyese el murmullo de la embelesada muchedumbre, 
de todas las clases, que rebosa en los escaños, adarves y 
muros vecinos, hasta que al terminar la escena hiende los 
aires una estruendosa aclamación a Cadoreto que, hincada 
una rodilla en tierra, recibe los dones y homenajes mien- 
tras Felipe de Galhac y las damas arrojan lluvia de mone- 
das sobre la multitud. 



220 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


* 

En la noche del primer día de primavera la fiesta 
de la nueva estación anima con la luz de sus teas y la lo- 
cura de su dicha toda la vida de Carcasona. De la multitud 
que festejando el renacimiento de la naturaleza rodea a la 
imponente mole iluminada del castillo, la gente joven alza 
y lleva la alegría de sus entusiasmos desde la ciudad hasta 
los bosques, trenzando guirnaldas y bailando zarabandas 
y carolas. Todo es ardor en los corazones y fosforescencia 
en la mente; la galantería y la espiritualidad encienden la 
emoción y embellecen la palabra. Pero en el castillo, con 
el esplendor del fausto, la fiebre de las danzas y las car- 
cajadas de la alegría, entre la multitud de damas, caba- 
lleros y burgueses, pasan la intriga política y palaciega, 
mantenidas por sentimientos e intereses opuestos; ya para 
defensa de lo que es legítimo en el derecho o sagrado en 
las conciencias, ya para urdir la trama siniestra de las in- 
justicias, de los delitos, de cuanto en el curso de los tiem- 
pos va poniendo máculas en la historia de la humanidad. 
Y terminados la danza y el canto compuesto por Cadoreto 
al renacer primaveral, una atención prevenida podría ad- 
vertir en el ambiente toda la esgrima de las ocultas inten- 
ciones y de los malos propósitos con que los intereses en- 
contrados y las pasiones opuestas allí cruzan sus armas 
simulando coincidencias y cordialidad. 

Rodolfo de Trincavel, aparentando reconvenir amo- 
rosamente a su esposa porque desde el claustro abierto se 
expone “a las traiciones del relente”, cuida que le oigan 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


221 


para que se piense que las imprudencias de la augusta da- 
ma pueden enfermarla. Cadoreto, que vaga entre los cor- 
tesanos prodigando versos y risas, aprovecha la cinta roja 
que ostenta en la frente como símbolo de su locura, para 
destilar el acíbar de su mortificación en los oídos de los 
enemigos de Amelot, que son los suyos, y para prevenir 
sus ataques y frustrar sus planes. Su palabra desconcer- 
tante, en la frase o en la estrofa, corta como un acero y 
quema como una llama. Y llevado por las propias exigen- 
cias de la lucha, cuya vorágine le arrastra desde que se 
impuso el deber de malograr los intentos de su señor — 
servidos por la perfidia de su privado — el bufón multi- 
plica su diligencia y apenas escapa de un atentado de que 
le hace víctima su amo. 

Aquí, con toda la poesía y el relieve de la imagina- 
ción y del dibujo vigorosos del artista que los anima, des- 
tácanse la evocación de una “Pastorar, en la que se re- 
presenta un “Rosario Florido’^ sobre las márgenes del 
Aude, y la de la cita y aventura de Yolanda con su amante, 
mientras álzase y óyese en la noche la “Canción de Alba”. 

* 

Después de esto toma mayor actividad el desarrollo 
de la acción fundamental del poema. Las miras del sombrío 
personaje que pone en conflicto las pasiones y complica 
la vida en torno suyo, avanzan precipitadamente hacia la 
hora de los sucesos en que culminará su ambición. Para 
dar realidad a los sueños que conducen su destino, acepta 



222 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


todos los medios y apura todos los recursos, se despoja de 
sus simulaciones, desnuda su cinismo, no se detiene ante 
los mayores delitos. 

Así por momentos crece en el alma del veneciano el 
fuego que mantiene hirviente la sangre de sus venas, y 
mientras no le apague la muerte reducirá a cenizas la di- 
cha o la vida de los que estorben el paso del aventurero 
hacia el poder soñado como próxima realidad en la fiebre 
con que su impaciencia le anima y le consume. Y como la 
pasión que Yolanda inspira al señor de personas y cosas 
en Carcasona favorece el desarrollo de la trama del mi- 
nistro, éste, creyendo innecesaria toda discreción, arroja 
los últimos escrúpulos de su prudencia e induce a Rodolfo 
a tomar violentamente el amor que se le niega. Pero una 
vez más crúzase en su camino Cadoreto, que, tras una lu- 
cha sangrienta, malogra sus designios cuando van a ser 
realizados, viéndose él precisado a pasar por muerto, ocul- 
tándose en la catedral. 

Allí, en su ignorado refugio, una noche en que duer- 
me el bufón al pie del órgano, sueña la vida de cuanto lo 
rodea, sueña la animación del mundo de la iglesia. Y oye 
que todos los santos, las vírgenes, los ángeles, los monjes 
y los caballeros que ve, le saludan y hablan con júbilo 
desde los vidrios, las paredes y las tumbas, donde se hallan 
pintados o esculpidos, para llamarle suyo, para ofrecerle 
auxilio, para preguntarle de las cosas de la tierra, para 
recomendarle que “no quiera poseer como propio el mun- 
do que visita como peregrino”. 

Y cuando en su sueño las voces y gritos que atruenan 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


223 


el espacio de las naves dicen a su conciencia que la gloria 
de Dios llena los cielos y la tierra, y parécele que todo 
anuncia la presencia del alma de la catedral, despierta y 
siente que la visión milagrosa continúa, pues ve avanzar 
a Amelot por la puerta de la iglesia con el pensamiento 
puesto en él, y al estallar la voz de la adoración del juglar 
en un inevitable grito de júbilo, la augusta ciega, que con 
profunda emoción ha reconocido su acento entre el espan- 
to de lo que supone un espectro del amigo muerto, advier- 
te, asombrada y radiante de alegría, que en aquel momento 
sus ojos recobran su sentido y vuelve a ver. Pero sólo dis- 
gusto y rencor lleva al alma de Trincavel la recuperación 
de la vista por su esposa, y por ello todavía tiene un mal 
pensamiento para la memoria del bufón, que supone muer- 
to, porque recuerda que para rezar por él iba la dama al 
templo cuando ocurrió el prodigio. 

III 

Entonces el que como la propia sombra del poderoso 
señor de la ciudad sigue sus pasos, vigilando sus debilida- 
des y acechando sus peores intenciones, indúcele a acéptar 
la ultimación de su proyecto de privar a Amelot de la ra- 
zón mediante el filtro robado al sabio a quien dieron 
alevosa muerte. Y como para mayor tentación del amo 
explícale que cuando la baronesa esté realmente loca fácil 
será probar que lo fué siempre, y que entonces su alianza 
con el soberano de Tolosa por el matrimonio con su hija 
frustrará las pretensiones del verdadero barón de Trinca- 



224 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


vel. Pero la demencia provocada en Amelot colma la su- 
cesión de los crímenes impunes del régimen sin ley que 
pesa sobre nobles y plebeyos, y va a ser el origen de la 
expiación de todos los delitos de la tiranía. 

Tras el fracaso de una conspiración tramada por un 
sobrino del tirano, gentiles hombres y caballeros de la 
corte quedan prisioneros del veneciano, que en esas cir- 
cunstancias cree llegada la oportunidad de todos sus triun- 
fos y con perverso refinamiento apresta y comienza el 
festín de sus maldades. Por su orden el veneno va a con- 
cluir la vida de Flamenc, y mientras éste agoniza en los 
torreones de la puerta Narbonense, donde también se halla 
encerrado Cadoreto, va allí Castrucio a atormentar con 
sus revelaciones al bufón, a quien anuncia que es hijo del 
verdugo que en su presencia espira, y que de él heredará 
la infamante obligación de ser "‘maestro de altas obras”. 
Y en otra torre de la misma puerta principal, que guarda 
a los nobles conjurados, acude en pos de Trincavel para 
acusar de adulterio a Yolanda ante su esposo y denunciar 
a éste el culpable de su deshonra, obligando así a los riva- 
les a jugar la vida en un combate en que la “Justicia de 
Dios” castigue y premie: último cuadro del poema, en 
cuyas trágicas escenas hallan fin los conflictos creados y 
mantenidos en la corte feudal por los intereses y pasiones 
que agitan la vida de su ambiente. 

* 

Fuera de la ciudad y más allá del río, tras los arcos 
del puente, extiéndese la planicie del combate judiciario, 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


226 


junto a la cual se ha levantado un castillejo, en cuyo simu- 
lado adarve se halla con sus guardias Rodolfo de Trinca- 
vel, y distribuidas en torno, para presenciar el espectáculo, 
Amelot con sus doncellas, las damas de Carcasona y las 
venidas de todoi el feudo. En graderías y tablados circun- 
dantes se amontona el villanaje de la ciudad, rumoroso y 
riente como en una fiesta, mientras los chalanes comercian 
sus bujerías, trovan los juglares y es pregonado y ofre- 
cido el hypocrás. En el lado opuesto al castillejo se destaca 
el patíbulo, con la horca y sus dogales, y a él suben, mo- 
mentos antes de empezar el combate, para presenciarle, 
la esposa acusada, el canónigo y el nuevo verdugo. Pero 
ante la iniquidad que congrega allí a aquel pueblo, fermen- 
ta la rebelión en el espíritu de la nobleza. 

Conforme al uso de los tiempos, apenas bajan los 
paladines a la arena y ocupan sitios opuestos, uno acusa 
a Yolanda de impureza y otro proclama su inocencia, y 
prometiendo ambos demostrar lo que afirman, jura cada 
cual sobre un 'crucifijo la buena fe de su causa y entregan 
“las prendas del juicio” al señor de Carcasona. Después 
inician el combate tan pronto como se da la señal del cho- 
que, y entonces, derribados y heridos los contrincantes en 
el segundo asalto, sólo sobrevive, aunque desfalleciente, 
el defensor de la dama, quien al requerírsele el juramen- 
to que le comprometería a abandonarla para siempre, re- 
bélase contra el fallo y jura protegerla de sus perse- 
guidores. Es ante tal desobediencia a su omnímodo man- 
dato que estalla toda la cólera del déspota y que, ciego de 
pasión por la ofensa de su orgullo, sólo siente el anhelo 

15 


TOMO II 



226 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


de una venganza ejemplar, y después de repetir en alta 
voz a sus súbditos que la única ley de todos es su volun- 
tad, anuncia que ella manda, en castigo de los que no la 
acataron, que el rebelde sea decapitado, y que Yolanda 
vaya a la horca y sus cómplices al destierro. 

Pero aún no se ha extinguido el eco de sus órdenes 
inexorables cuando inesperadamente parte desde el patí- 
bulo el apóstrofe de Cadoreto al tirano, negándose a re- 
conocer ley en su palabra, declarando que va a impedir 
sus decisiones, y acusándole ante el pueblo del asesinato 
de Gásparis y de la demencia de Amelot, Y la ira larga- 
mente contenida desborda en todos los espíritus agravia- 
dos y estalla la rebelión, lanzándose los nobles contra los 
defensores del barón de Trincavel, que en medio de la 
confusión del combate muere por mano de la propia es- 
posa demente, que le hiere con el arma del paladín venci- 
do. Cadoreto, que ha caído traidoramente alcanzado por 
un dardo, agoniza sobre el patíbulo mientras le hacen ca- 
ballero, y el réprobo veneciano es asesinado bajo un re- 
tablo por su siniestro escudero, para robarle sus tesoros. 
Así allí aquella vez distribuyó su premio y su castigo la 
"‘Justicia de Dios” pedida para aquel día, y así concluyó 
el dominio del usurpador y volvió Carcasona a depender 
del rey de Francia. 

♦ 

Al concluir la lectura del poema y rememorar con 
las visiones de sus cuadros los intereses y caracteres que 
en ellos chocan, y la forma expositiva de hábitos apaci-» 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


227 


bles y conflictos apasionados que los animan, adviértese 
en sus múltiples aspectos toda la conciencia que como 
siempre ha puesto Estrada en esta obra de evocación y 
arte exquisito. Aunque poética ficción, destinada a mos- 
trar, siempre al través del prisma mágico de una realiza- 
ción de belleza, la vida de la sociedad y los sucesos del 
argumento que desarrolla, en el tiempo y en el ambiente 
en que les imagina, revélase en todas sus páginas magis- 
tral dominio de la época. Es admirable la consecuencia 
que, por su conocimiento y su comprensión, guarda Estra- 
da con el espíritu de la sociedad y la vida de los tiempos, 
al presentar, opuestas o afines, las almas de entonces en 
las diferentes clases. 

Y la capacidad interpretativa que lo demuestra tras- 
ciende tanto de la animación de aquel mundo bárbaro y 
exaltado, místico y caballeresco; de las descripciones de 
costumbres, fiestas y ceremonias ; de las intrigas que ape- 
nas son pretexto para la composición de las escenas, co- 
mo de la riqueza del léxico y de la propiedad del lengua- 
je, siempre ajustado a la ideología y a la técnica de la 
época, siempre adecuado a la clase y a la índole de cada 
actor. Para el que conozca la personalidad artística y la 
producción literaria de Angel de Estrada, no es posible 
decir algo nuevo del estilo del autor en el libro que me 
ocupa. Tiene el arte refinado y superior de todos los an- 
teriores. La transparencia de su expresión de las ideas y 
de los sentimientos y el infalible acierto en la sutileza de 
los matices que desdoblan el sentido de las frases, hacen 
su prosa diáfana y bella por pureza y sobriedad, imagi- 



228 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


nación y medida. Como siempre su buen gusto presérvale 
de afectaciones y recursos sorprendentes; no padece ne- 
cesidad de extravagancias ni de neologismos. Y es casti- 
zo, a la vez, en el idioma y en el arte de su empleo, aun- 
que lo sea más en palabras que en giros. Así, por su pro- 
bidad artística y por su mérito literario, esa obra es un 
triunfo digno del de las mejores producciones del autor. 



TRES NOVELAS URUGUAYAS 




TRES NOVELAS URUGUAYAS 


I 


“La Perdida Atlántida” 

Montevideo, 15 de febrero, 1931. — Señor Carlos Al- 
berto Clulow. — De mi mayor estima : Escribo estas páginas 
apenas para no demorar la expresión de mi agradecimiento 
por el obsequio literario que me ha traído “La Perdida 
Atlántida”. Pero aunque no sean más que las que permite 
la brevedad del tiempo que les puedo dedicar, deben cum- 
plir la obligación de justicia impuesta por aquella lectura. 

Una vez más triunfa en su nueva obra su talento de 
poeta y su arte de escritor. Y justo es consignar aquí que 
digno de tales dotes — destinadas a ilustrar excepcional- 
mente su nombre — es el motivo en que ahora las emplea. 
Porque el propósito de evocar el real o imaginario mundo 
de la Atlántida, existente y desaparecii|pdo según la leyen- 
da que en los días de Platón ya venía de los Homero y en 
los de éste de la más remota antigüedad egipcia, bien me- 
rece la inspiración y la fantasía conceptivas y artísticas 
que en su novela se elevan hasta vencer a las dificultades 
de tal empresa. 

Es una vidente y poderosa evocación del alma de un 
pueblo inmemorial: trágica en las sangrientas ritualidades 
de su fe ; viva y palpitante en sus pasiones ; violenta e ine- 
xorable en sus conflictos políticos. Y esa exhumación in- 
tuitiva que levanta desde el fondo de los siglos y pone 
de pie a una multitud fabulosa, a la cual da término un 
cataclismo cuyos supuestos rastros todavía discute la cien- 



232 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


cia, aparece en su obra, cual una realidad, iluminada por 
el fulgor de la poesía que en el colorido y en el movimien- 
to le da singular belleza física y moral. 

Insensiblemente — por sugestión del arte que en esas 
páginas hace vivir a los últimos reyes de una dinastía de 
legendaria estirpe divina y nueve mil años de existencia — 
el pensamiento va hacia el vano destino de las grandezas 
del poder y de las civilizaciones en la eterna instabilidad 
de los mundos y de las cosas humanas. Es el antiguo filo- 
sofar del desengaño por la decepcionante realidad de siem- 
pre, que — hoy como en el pasado — no posee la virtud de 
rectificar los extravíos que malogran el bienestar de las 
naciones. Todavía, como antes, la luz de la experiencia 
no impide que los pueblos reincidan en el error de la am- 
bición infinita. 

Y de siglo en siglo se renueva el vértigo de la expan- 
sión ilimitada de los más grandes países, hasta degradar su 
superioridad con la injusticia y descender a la ruina mate- 
rial y al deshonor en la memoria de los hombres. Así se 
sucede fatalmente, como el cumplimiento regular de una 
ley ineludible, la caída de los más poderosos imperialismos 
ejercidos y desarrollados con todos los sistemas de 
gobierno. 

Por eso el espectáculo de las conflagraciones sociales 
del pueblo por usted levantado de ultratumba, como pudo 
ser sobre su Continente desaparecido, rememora y confirma 
el aserto de que la humanidad es una al través de todos 
los tiempos. Pues la que vive hoy, por iguales imperfec- 
ciones que la que usted reanima en su libro, incurre en 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


‘233 


los mismos atentados que aquélla contra la propia felici- 
dad, como si también cumpliese un aciago destino a cuyo 
padecimiento hubiera venido castigada. 

Hace usted que sólo sobreviva a la catástrofe el amor : 
único sentimiento redimente del culto a los intereses sin 
corazón. Una frágil barquilla lo aleja del horror y del 
oprobio del mundo sepultado. Va hacia remotas tierras, 
para realizar una vez más el sueño inextinguible de la 
creación de nuevas generaciones con mejor destino. Ape- 
nas los amantes alcanzan la felicidad y encienden la vida 
a pesar de la muerte. 

Pulcro el lenguaje; impecable la construcción; pro- 
pio y sugerente el estilo; los elementos más preciados de 
la forma concurren a hacerla en su poema digna de la 
emoción que vivifica la sustancia de la obra. Y creo que 
eso complementa y eleva tanto la calidad de ella que la 
destina a la consagración en los más altos ambientes li- 
terarios. 

Con el deseo de que se supere siempre, para honor 
de las letras contemporáneas, reciba mis congratulaciones 
por ese nuevo triunfo. 


II 


‘Lo 8 Amantes de Granada” 

Montevideo, 26 de enero de 1931. — Señor Manuel 
Acosta y Lara. — Distinguido escritor: Su novela “Los 
Amantes de Granada” , que acabo de leer con el mayor 



a34 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


agrado, no permite sustraerse al dominio de sus episo- 
dios emotivos cuando se vuelve la última hoja del libro. 
Bajo el influjo sugerente de las vidas de pasión y de las 
almas angustiadas puestas por usted en conflictos de amor 
y de odios raciales, el lector queda rememorando las esce- 
nas que se suceden en el curso de los cuadros de la novela, 
todavía abstraído por su intensa dramaticidad. Así se sale 
de la visión de ese ambiente de su fantasía en que se paga 
la dicha con el sacrificio de la fe, y en el cual el amor in- 
evitable de los hijos compra su triunfo al caro precio del 
dolor de los padres. 

Y ese ímpetu sentimental, cuyo vertiginoso torrente 
en la sangre de sus héroes arrasa todos los obstáculos de la 
religión y el amor de sus mayores, da a la obra escrita 
por usted un sentido propio que la destina a perdurar en- 
tre las más vivas leyendas de altruismos e hidalguías, idi- 
lios y venganzas, inspiradas por la gloriosa y civilizadora 
permanencia secular de los árabes en España. No necesita 
usted ser comparado con otros para mostrar su valía de 
escritor, pero siempre que se léen novelas en que rivalizan 
pasiones y noblezas de moros y cristianos, viene a la me- 
moria el recuerdo de Ultimo Abencerraje’*. Y esa 
reminiscencia de aquella breve narración — cuyo asunto se 
presenta en época posterior a la de la novela de usted, ya 
que se desarrolla mucho después de que perdida Granada 
para los musulmanes, su último soberano “lloraba como 
mujer lo que no había sabido defender como hombre” — 
hace que el lector advierta que al concluir la lucha de sen- 
timientos que es el motivo sustancial de las dos obras 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


235 


ocurre en “Los Amantes de Granada” lo contrario que en 
el romance de Chateaubriand, donde la lealtad a la fe de los 
antepasados y al honor de la raza puede más que el amor 
y malogra la vida feliz de quienes en él tenían la más se- 
gura ofrenda de su mejor destino. 

Es un contraste diferencial que entraña conceptos 
opuestos, pero propios del espíritu de los distintos tiem- 
pos en que escribieran cada una de esas novelas sus auto- 
res. En las almas que irradian emoción por el magnífico 
arte del escritor francés prevalece al fin, sobre la energía 
de lo instintivo, el romanticismo de los días en que a él le 
tocara vivir, y en la suerte de las criaturas que las dotes 
de usted ponen de pie rige una noción menos romántica 
pero más humana de las fuerzas naturales en el mundo 
moral. Y, en estricta justicia, cumple reconocer que la 
fidelidad de esas interpretaciones es signo que no falta 
en las obras que perduran al través de las épocas. 

En cuanto al artista de la concepción y de la forma, en 
su novela — escrita con evidentes pureza de lenguaje y co- 
rrección sintáctica — creo que sus facultades culminan en 
las descripciones : algunas de las cuales, como la del incen- 
dio de los campos de Castilla, revelan raras dotes 
perceptivas y evocadoras ; así como en el eficaz movimien- 
to de los estados psíquicos y de las situaciones morales, 
casi siempre inesperados y sorprendentes. Por ello, página 
tras página, su inventiva despierta mayor curiosidad en el 
lector y mantiene creciente interés hasta el fin. 

Con mi mayor aprecio intelectual y literario, reciba 
mis congratulaciones por los altos valores de qué ha lo- 



236 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


grado dotar a la obra que motiva estas palabras sin otro 
significado que el de la sinceridad que las dicta. 


III 


“Dona Ilusión en Montevideo’’ 


Montevideo, 12 de agosto, 1929. — Señor Horacio 
Maldonado. — Distinguido escritor y amigo: Aunque sólo 
sea cómo me lo permite el breve tiempo de que me es dado 
disponer al terminar la lectura de “Doña Ilusión en Mon- 
tevideo”, vayan a usted mis congratulaciones por el mé- 
rito de esa nueva producción de su talento literario. Me 
parece el mejor de sus libros y creo que por su objeto es 
único en nuestro ambiente, donde hasta ahora no se ha 
escrito otro de evocación y reflejo de la baja materialidad 
y del vértigo febril predominantes en la vida contemporá- 
nea, ni de la desorientación moral que en ésta agobia de 
inquietud a los espíritus. 

Obra de sensibilidad, observación e ideas : todo 
en ella parece trasunto de sensaciones, refleja conflictos 
psíquicos del tiempo nuevo, e inspira el pensamiento en 
el amor al bien. Claras y tristes percepciones las que des- 
filan en esas páginas — tan meditadas como fácilmente 
escritas — ellas ofrecen el espectáculo de la derrota coti- 
diana de los sentimientos incompatibles con los egoísmos 
que se sacian en el infortunio ajeno ; de la vana exaltación 
de la fuerza muscular y la destreza dinámica que triun- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


237 


fan en los deportes; de la degeneración del carácter, que 
envilece la vida y degrada la felicidad. 

Inevitables fenómenos renovados en cada época de 
descomposición, ni espiritual ni materialmente perduran 
para siempre, y sus deformaciones y paradojas, en cos- 
tumbres, letras, artes, no prevalecen más allá del período 
anormal que en el tiempo apenas es excepción a la regla 
eterna. Para comprobarlo bastaría recordar las caracte- 
rísticas de la decadencia en cualquiera de las civilizaciones 
que brillaran y se extinguieran antes o después de los días 
de la disolución romana : precisamente cuando reaccionaba 
contra ellas y triunfaba por el sacrificio el arquetipo del 
amor y del altruismo que el Jesús de su novela recuerda 
por el nombre y los propósitos redentores. 

Pero es cierto que en la actual, como en otras 
semejantes, según ya en el siglo pasado lo decía del pueblo 
eslavo Saltykov: el hombre, entre la adulación, el engaño 
y la calumnia, se mueve sm advertir que en la orquesta 
de la vida ha dejado de sonar una flauta porque algo ha 
desaparecido del mundo, y cada cual va tras su presa. . . 
despojado de la conciencia. 

Por eso también en las letras se satisfacen por el 
mismo alivio todos los que son aptos para imaginarse que 
van a resultar iguales o mayores que Hugo si repiten lo 
que éste proclamara en el prólogo de su '‘Cromwell” en 
1827: “Mettons le marteau dans les théories, les poéti- 
ques et les systémes. Jetons bas ce vieux plátrage qui mas- 
que la fa9ade de l’art. II n’y a ni regles, ni modeles”. Todo 
lo cual no sirve para impedir que después de los extravíos 



238 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


de hoy, como después de los de antes y de mañana, recu- 
peren como siempre su conciencia moral e intelectual las 
sociedades, y sólo se glorifique en la posteridad a las obras 
del genio y del talento. 



EPÍSTOLAS BREVES 




EPÍSTOLAS BREVES 


A Gustavo Gallínal. 

Acabo la lectura de su “Hermano Lobo y Otras Pro- 
sas’\ cuyo obsequio agradezco, y me complazco enviándole 
mis congratulaciones por el mérito de ese nuevo exponente 
de su labor literaria. Fervorosas y delicadas expresiones 
de sensibilidad, percepción, ensueño y arte, todo en ellas 
muestra calor emotivo, acendrado culto a la belleza y pul- 
critud de estilo. 

Más de una vez el diálogo, por su encendido idea- 
lismo, y el tono, la sobriedad y otras virtudes formales, 
recuerda la manera de la distinción espiritual y el gusto 
de Angel de Estrada. Muy eficaz es la evocación del alma 
bárbara y violenta de quienes ejercían sin piedad el des- 
potismo de su soberbia — omnipotente por la fuerza que 
era el derecho de los tiempos que vivían — frente a la diá- 
fana y sencilla del prodigioso hijo de Asis que por sobre 
las convenciones y las vanidades sociales fue capaz de dar« 
después Jesús, el más perfecto ejemplo de abnegación 
cristiana. 

Asimismo “La Lámpara Maravillosa’^ “La Estre- 
lla de los Reyes Magos”, y las “Miniaturas” , ofrecen en 
sus páginas la luz multicolor de las ideas y los sentimien- 
tos recogidos de la poética sugestión de las leyendas; del 
sentido de los gestos infinitos de la vida; de la animación 
de las cosas para que hablen el lenguaje eterno con que a 


TOMO II 


16 



242 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


los que parecen elegidos dicen las supremas revelaciones 
que callan al vulgo ante el cual tienen la mudez de los mis- 
terios inextinguibles. Y por todo ello pasan, dinámicos y 
eficientes, la inquietud, el entendimiento y la inspiración 
con que discurre un espíritu activo y ágil, cuya curiosidad 
y cuya fantasía vuelan como abejas ávidas de la más grata 
sustancia de todo lo que florece en el mundo. 

Vayan a usted, pues, mis mejores votos para que con 
la férvida perseverancia de esa labor, que tan positivos 
valores intelectuales como literarios acredita, crezca siem- 
pre su obra para honor suyo y de las letras nacionales. 

A Juan Bufghl. 

Tras la obligada lectura de algunos libros de fin de 
año que le precedieron, he podido leer “La Senda Fami- 
liar’', que usted me ha enviado y cuyo obsequio agradezco. 
Es la privilegiada ruta por donde van sólo los que son 
capaces de gustar el zumo que destila la entraña de la rea- 
lidad en las horas y los días vividos inolvidablemente. 

¡Cuán lejos la original inspiración que a sus versos 
infunde vital aliento y natural belleza, de todas las falsi- 
ficaciones poéticas que satisfacen a la ingenua adopción 
de aspectos sentimentales... para versificar extravagan- 
cias! Es toda una sensibilidad, doliente y sonora al con- 
tacto de las zarzas del camino, la que en esas estrofas 
expresa — con voz propia — un profundo sentido de las 
cosas, las almas y las vidas, e irradia poesía de amargo 
entendimiento, honda emoción y sincero arte. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


243 


Algunas de las más artísticas realizaciones de su lu- 
minosa visión — como “Otoñ(d’\ “No digas tu dolor”, “El 
árbol muerto”, y otras — hacen buscar repetidamente en 
su lectura el placer de las ideas y de los sentimientos in- 
terpretativos que sugieren. Me parece que la última de 
las referidas sea, después de “La Canción del Arbol” de 
Angel de Estrada, la más evocativa que en la poesía ameri- 
cana se haya dedicado al tema. 

Que esa expansión emocional, pues, tan intensa co- 
mo sana, tenga muy durables energías y alcance largos 
tiempos, para honor de la lírica contemporánea y satis- 
facción de los ideales que nutren su obra poética, son los 
votos que formula este lector que se complace en expre- 
sarle sus congratulaciones por el alto mérito de su libro. 

Montevideo, ii de enero, 1925, 


A Ltrfia LuIbí. 

Concluida la lectura de sus estudios “A través de 
libros y autores” vuélvese muy grato el deber de corres- 
ponder a su obsequio con la opinión del lector. Y es que 
mientras iba pasando por esas páginas la vista, el lápiz 
anotaba en las hoj illas intercaladas sorprendentes hallaz- 
gos: sorprendentes por afinidades y coincidencias mu- 
chas veces advertidas en conceptos y en criterio. Obra de 
penetrante entendimiento, estímulo generoso y opiniones 
sinceras, dondequiera se la consulte ofrece luminosas 
interpretaciones, simpatías de selección, probidad intelec- 
tual. 



244 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Me parece de los más altos valores de su libro su 
estudio de las novelas de Reyles. Creo que contiene el 
más analítico examen de los tipos psicológicos concebi- 
dos y llevados por el autor a los conflictos de esas nove- 
las. Es la primera vez que veo expresada una impresión 
que también yo recogí de la lectura de algunas obras de 
Reyles. Me refiero a la que usted señala, antes que to- 
dos, respecto de la semejante idiosincrasia que ofrecen 
algunos personajes de nuestro ilustre compatriota con los 
de muy eminentes maestros de la novela rusa, en cuyas 
obras también aparecen destinos malogrados por quiebra 
de la voluntad. Tal como usted lo dice: “hay una gran- 
deza sombría, una desesperada belleza, en esos cuadros 
morales en los que vive la dramática pintura de los nove- 
listas rusos”. 

Entre las palabras de conciencia y sensatez, percep- 
ción y buen juicio, que avaloran sus notables estudios, 
las que dedica en uno de ellos a los que creen que la ori- 
ginalidad es atributo de la ignorancia, me recuerdan al- 
gunas de otros espíritus también muy clarividentes en la 
psicología del mismo caso. “El mediocre — dice usted re- 
firiéndose al falso poeta — se satisface en su mediocri- 
dad, y cree haber llegado a las cumbres mismas de la 
poesía, que para el verdadero poeta se alejan cada vez 
cuanto más alto asciende en la áspera cuesta'^ Y eso me 
trae a la mente el dicho de Ossip-Lourié : “El mediocre 
respira siempre satisfecho en su mediocridad, y nunca 
entra en lucha con sí mismo porque siempre está con- 
tento y admirado de lo que cree que vale”. Es el frecuen- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


246 


te caso de los que deslumbrados al encender la primera 
antorcha de la fantasía llaman a su lucecilla “el fuego 
sagrado”, y alardeando desprecio — que puede ser incom- 
prensión — a la obra del genio creador en todos los si- 
glos, incurren en la inocencia de afirmar que traen la 
mayor innovación genial. ¿ Recuerda el dicho de Goethe 
a propósito de ellos? “Estos jóvenes, decía, se imaginan 
que el día de su bautismo fué el día de la creación; pero 
deberían pensar que eso no ha de haber sido así porque 
ya entonces nosotros fuimos sus padrinos”. 

Imposible sería, sin incurrir en el exceso de escribir 
otro libro, seguir con el comentario de cada una todas 
las ideas que brillan en el curso de los estudios que con- 
tiene la obra. Pero aunque estas rápidas y breves pala- 
bras “a vuela pluma” sean apenas las que permiten la 
urgencia del tiempo disponible y el propósito único de 
ofrecer sincero testimonio de algunas impresiones del lec- 
tor, no deben terminar sin la mención de las dos confe- 
rencias con que finaliza el libro. Digan ellas, pues, para 
concluir, que “La Poesía de González Martínez” me pa- 
rece muy acertada interpretación de las dotes caracterís- 
ticas del poeta, y clarísimo discernimiento de influencias 
y evoluciones en la lírica americana. Y que en “Tres as- 
pectos de la poesía uruguaya contemporánea” se ve una 
vez más confirmada la sagacidad crítica de la autora, 
que con plena conciencia de los extravíos del gusto que 
falsifican el arte y malogran positivas facultades, aqui- 
lata con seguridad lo que en mérito artístico importa la 
obra que realiza el espíritu creador de belleza imperece- 
dera. 



JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


‘J46 


Todo ello, pues, al revelar evidente capacidad de 
justicia literaria, le muestra habilitada para ejercer la 
crítica en el plano y con la benéfica influencia a que sólo 
pueden elevarla una cultura superior, muy delicada sen- 
sibilidad, y un buen gusto cada día más depurado por 
mayor entendimiento y superior sentido estético. 

Montevideo, 9 de setiembre, 1925. 


A Carloi Alberto Clulow. 

Concluyo de leer su segunda colección de poemas, 
que no me parece solamente una realización de lo que 
prometía la primera porque supera usted lo que era lógico 
reclamar de las singulares dotes reveladas. En sus nuevos 
cantos anticipa ahora lo que su ejecutoria inicial daba de- 
recho a esperar en tiempo acaso no lejano. . . pero no 
inmediatamente. Es que en las cincuenta páginas de esos 
'‘Ritmos del Tiempo”, que usted ha acelerado vertiginosa- 
mente, hay más poesía que en no pocos gruesos volúmenes 
de versos que, a falta de otro mérito, más de una vez sir- 
vieron para satisfacer a sus autores con los buenos nego- 
cios de la popularidad que vende mucho. 

Indiscutiblemente: viene de muy hondo sentido de 
la acción heroica el aliento épico infundido a las estrofas 
de su “Gesta Bravia”. Pero si eso basta para confirmar 
la presencia de las más preciadas facultades del poeta, 
ello también arranca la expresión del deseo de que se las 
emplee en empresa que merezca toda su excelencia. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


247 


Temprano llega usted a donde se tiene el deber de 
empezar la obra grande y permanente que esperan los que 
recibieron el derecho de pedirla cuando conocieron su la- 
bor precursora. Y todo le es propicio: está en sus domi- 
nios la inagotable cantera de precioso material para pro- 
veer a la construcción del templo destinado a la preclara 
perennidad de un nombre, y aparece usted dotado por la 
naturaleza con las “espaldas atlánticas” del héroe emer- 
soniano, para transportar de aquellas entrañas a un acró- 
polis las moles con que sólo es posible edificarle. Adelan- 
te, pues, y haga su obra propia, ya que tiene con qué ser 
personal e inconfundible: que sólo siendo así se es para 
siempre “alguien” ... en el concepto de distintiva supe- 
rioridad que al término daba Talleyrand. 

Montevideo, 20 de junio, 1926. 


A Julio Manuel Agular. 

He tenido el agrado de recibir el folleto en el cual 
usted ha publicado las ideas recogidas de la lectura de las 
obras de Rodó y de los trabajos sobre éstas realizados por 
algunos críticos. Mucho agradezco ese obsequio y la ama- 
ble dedicatoria con que usted lo ha acompañado. 

Si de un escritor que empieza puede anteverse el por- 
venir por las dotes que revele su primera producción, es 
indudable que las que luce el trabajo contenido en su 
opúsculo sobran para inspirar fe en la futura obra de 
quien con tal ensayo se inicia. Palabras de admiración de 



248 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


las ideas y del arte de Rodó, le hacen honor en cuanto son 
entendimiento de su doctrina y complacencia en su belle- 
za. Porque sólo de ese entendimiento y de esa complacen- 
cia puede esperarse la aplicación de sus normas de con- 
ducta para la orientación de cada vida y el perfecciona- 
miento de cada alma, que siempre, en las nuevas genera- 
ciones, sería la mejor manera de honrar la memoria del 
maestro. 

Es también indudable que usted — como el insigne nor- 
teamericano Goldberg — logra una eficaz rectificación a 
errores de concepto en críticos que al alterar la verdad 
de las ideas en la doctrina de Rodó atentaron contra la 
justicia debida al significado de su obra filosófica y artís- 
tica. Y así, pues, esas páginas de polémica literaria cum- 
plen una digna misión reparadora al desvanecer inconsis- 
tentes adulteraciones ideológicas y ligeros cargos de im- 
perfección humana, de que alguna vez — por excepción — 
se hiciera objeto a la doctrina o al arte del más ilustre pen- 
sador y estilista de nuestra América. 

Por lo que respecta a la medida del mérito diferencial 
de los estudios de la personalidad y de la obra de Rodó — 
cuyo conjunto es la más alta expresión de su gloria — su 
acierto es y será siempre inseparable de la justicia en la 
apreciación de la labor interpretativa realizada en cada 
uno. Y eso, necesariamente, impone el deber de examinar 
hasta conocer y explicar hasta demostrar la condición in- 
telectual y artística de cada esfuerzo honesto realizado* 
para interpretar fielmente el sistema ideológico del maes- 
tro. Todo lo que así no fuere, sólo podría ser afirmación 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


249 


desprovista de los fundamentos del juicio. Pero, también 
de esto no ha querido tratar usted, aunque no lo diga como 
con noble modestia lo dice de Ariel'* y “Motivos de 
Proteo". 

Con mis sinceras felicitaciones por las brillantes ap- 
titudes de escritor que evidencian esas primeras páginas 
publicadas por usted, reciba la expresión de mis fervientes 
votos porque siempre sea justipreciada la labor superior 
que este triunfo inicial promete. 

Montevideo, lo de julio, 1927. 


A Alicia Porro Freiré. 

Después de leer los versos de “Polen" natural es que 
digan los labios y escriba la pluma palabras de agradeci- 
miento por el obsequio y de congratulación por el méri- 
to de esa obra de delicadísima sensibilidad y artístico buen 
gusto. Así lo impone la sugerencia emotiva y formal que 
consagra la poética inspiración y la capacidad realizadora 
que usted muestra. 

Son las suyas las canciones del camino de uno de 
esos raros espíritus alados que — como las luciérnagas 
que ponen en la noche la belleza de su rastro luminoso — 
van anunciando entre las sombras el pasaje de una vida 
con luz propia. Son los poemas infinitos de todo lo que 
desde el corazón sensibiliza las cosas que más hieren en 
el drama moral de cada día vivido intensamente. Y si es 
cierto que esa expansión vital es atributo de los que pare- 



350 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


ce que vinieran destinados a sentir más íntima y profun- 
damente el dolor y la dicha, también lo es que sólo ella 
imprime inconfundible sello original a las creaciones. 

Por lo que respecta a su versificación, la verdad es 
que para tributarle el elogio que merece de ’a justicia del 
lector, apenas hay que decir que es digna de las emociones 
que la inspiran. Porque es indudable que ella ejerce tanta 
seducción como la poesía de la cual es instrumento expre- 
sivo y transmisor. 

Hace y maneja usted magistralmente el verso: que 
da a sus estrofas toda la harmonía que en la honda sonora 
de la palabra rítmica es vínculo de las afinidades sensiti- 
vas. Irradia de la sustancia poética con la gracia inmar- 
cesible que embellece imperecederamente su forma en me- 
dio a las disonancias transitorias de todos los extravíos. 

Por eso para hacer poesía de todas las épocas y be- 
llos versos para siempre no ha sido necesario que usted — 
como los que en nuestros días renuevan la presencia de 
los “incomprendidos” de todos los tiempos — pretendiera 
descubrir insospechadas estéticas inaccesibles para cuantos 
tuvieren aptitud perceptiva de la belleza universal; ni re- 
cónditos ritmos que al no aparecer en expresión percepti- 
ble .. . escapan a la acústica de aquellos para quienes se 
escribe; ni argüir otra retórica que la que hasta hoy fué 
de evidente eficacia para la obra inmortal de los más 
grandes genios literarios. Es que toda la historia de las 
letras depone contra un arte cuyos propios cultores, mien- 
tras no convencen con obras de belleza, se adjudican el 
privilegio de estar iniciados en secretos y claves para des- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


261 


entrañar méritos de ella, y se encargan de demostrar que 
creen que necesita de explicaciones como las que copiosa- 
mente le dedican para procurar que se la entienda. Pero, 
como es sabido, el arte verdaderamente genial nunca ne- 
cesitó de explicaciones adventicias para alcanzar la admi- 
ración de todas las razas y todos los siglos. 

Montevideo, enero, 1928.. 


A JtfM M. Fllartígaa. 

He recibido su “Literatura Nacionalista en el UrU' 
guay”, que ha llegado trayendo entusiastas optimismos 
y generosas palabras dedicatorias. Doble obsequio que de- 
bidamente agradezco. 

Veo que un férvido sentimiento regionalista anima al 
contenido de ese opúsculo con el calor de una fe y la ima- 
ginación de un poeta. Por eso todo en él está razonado 
con sinceridad, es afirmativo sin timideces y vuela tras 
los ensueños de la fantasía. Es un deber, pues, el recono- 
cimiento de esos valores aunque no se compartan todas 
las tesis sustentadas en la obra. 

En su transitorio significado se puede acompañar el 
apotegma que usted sienta cuando dice que “el gaucho fué 
la primera gran verdad de nuestra América”, pero hoy 
las transformaciones sociales traídas por el tiempo obligan 
a reconocer que aquello ya sólo es verdad histórica, por- 
que al gaucho se lo llevó su época. ¿No hará también el 
espectáculo de la verdad vivida que muchos no puedan ver 



262 JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 

cómo, según su decir, “América habló a Europa en el len- 
guaje extraordinario de la libertad y efectuó en su histo- 
ria el difícil ejercicio del derecho”? Porque, desgraciada- 
mente, tras la independencia estos pueblos, casi siempre, no 
han podido más que hablar de la libertad y vivir despoja- 
dos de ella por caudillos que se impusieron contra el de- 
recho. 

Y, asimismo, de esas certezas que la realidad impone 
es la de quienes consideran que todavía está lejos de cons- 
tituir una raza el mestizaje de todas las sangres que ahora 
quita aspecto propio a las multitudes de la América hispa- 
na. Sólo cuando esas transfusiones produjeran caracteres 
físicos y morales comunes y hereditarios, perdurables en el 
organismo e impresores de originalidad en las obras — co- 
mo los tenían los aborígenes — podría ser algo con sentido 
racial eso que en esta América hace rato que algunos están 
llamando “humanidad nueva”. Entonces, si así ocurre, esa 
refundición de savias y esa amalgama de herencias espiri- 
tuales, habrán dado a la América raza con cuerpo y alma 
nuevamente suyos, con civilización trascendente y obra 
propia. 

Entre tanto ; pedir a nuestros artistas que expresen el 
espíritu de una raza será pedirles que como Dios saquen 
de la nada un mundo. Y en cuanto a la literatura gauches- 
ca — a la cual yo no tendría por qué negar lo que en ella 
importan su colorido, su imaginación y su traviesa causti- 
cidad, ni por qué desconocer que creaciones como el “Mar- 
tín Fierro” de Hernández o los cuentos de Viana, por 
ejemplo, son imperecederas obras maestras dentro del gé- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


263 


ñero — ahora, y cada día más, valdrá como genuino docu-» 
mentó artístico de un estado social desaparecido, aunque 
sobre él sería quimérico pretender fundar algo nuevo en 
las letras de nuestro tiempo. 

Pero, como dije al empezar, esas convicciones discre- 
pantes, cuya confesión es deber de sinceridad, no pueden 
obstar al reconocimiento de los méritos que avaloran su 
obra. La hallo tan frecuentemente dotada de honda percep- 
ción, intensos pensamientos y felices expresiones, que me 
parece que tal como es basta para revelar un espíritu cuya 
elevación de ideas y cuyo talento de escritor le destinan a 
obras superiores. 


Montevideo, 1929. 


A Efneito V. Stlvelra. 

Los versos de su obsequio imponen al lector un aplau- 
so de justicia por las dotes que revelan. Pero precisamente 
cuando el don de ver y de sentir la poesía de la naturaleza 
y de la vida, y el fácil dominio del verso que da derecho a 
usarlo, coinciden para integrar las realizaciones de la emo- 
ción creadora y de la imaginación que embellece — como 
en “Tientos ’’ — ^no es posible sin malograr el caudal de tales 
facultades emplearlas en algo inferior a su dignidad. 

La obra de su opúsculo muestra que su autor es un 
poeta, pero el lenguaje de las palabras deshechas por la ig- 
norancia del gaucho que ya no existe : si fué el mísero re- 
curso expresivo de esa gente de otra época hoy está fuera 



254 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


de SU tiempo, llega tarde, y no es de lo que viene sino de 
lo que se ha ido. En aquel tipo primitivo y transitorio— 
que tuvo su acción histórica en la vida americana y su le- 
yenda romántica en la posteridad — era posible y natural 
ese idioma rudimentario, hecho de la deformación de los 
vocablos, porque como no los conocía se veía en la nece- 
sidad de pronunciarlos mal. Pero hablar ahora como en 
aquellos lejanos días se veían precisados a hacerlo quienes 
tenían en su lastimosa incultura sobrados motivos para 
servirse de esa lengua destrozada, sería tan anacrónico 
como querer resucitar al gaucho, que no ha sobrevivido 
al ambiente que lo produjo ni en las espesas y abrumado- 
ras multitudes de nuestros analfabetos. 

Yo reitero mis congratulaciones al poeta de fina sen- 
sibilidad, lozana inspiración y rítmico sentido que aparece 
en su obra. Y me complazco en expresarle los más sinceros 
votos para que sea el artista que sus aptitudes líricas me- 
recen. 

Montevideo, 1928. 


A Blai S. Gvaovew. 

Muy grata la lectura de sus "‘Canciones de la Noche 
Estrellada” , esa lírica expansión de los más íntimos afec- 
tos. El florecimiento poético de su raigambre sensitiva 
es la gloria del fervor vital en el mundo de cada corazón. 
Acaso por ello, esas corrientes afectivas reservan inagota- 
ble fuente de originalidau i quien llega dotado de senti- 
miento bastante para recoger de ellas la emoción que viene 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


255 


de la más honda vida psíquica y trasciende en artísticas 
creaciones. 

La sinceridad de su poesía confiesa todo lo que va del 
alma al labio para decir el amor a los suyos. Y las predi- 
lecciones que revela en su obra ennoblecen la inspiración 
de su numen. Evidentemente no es usted el poeta profe- 
sional, ni un preocupado por el anhelo de parecer “incom- 
prendido” mediante la adopción de las nebulosidades y las 
artes de “los que premeditadamente se dan por desequi- 
librados para ostentar apariencias de religión inaccesible 
y secreta”, como expresara el alto criterio de González 
Serrano, aludiendo a los cultores de las extravagancias que 
eran el ‘‘modernismo’^ de su tiempo. 

Todo en su labor parece hablar de una vocación acaso 
muchas veces sofocada en el decurso de los días, pero 
resurgente, de cuando en cuando, hasta concretarse al fin 
en una obra integral de sus realizaciones. Y el arte de la 
forma muestra al poeta, en su versificación, inmune a las 
contaminaciones del mal gusto. Dicen sus estrofas que 
sabe usted que la imaginación y la fantasía, los sentimien- 
tos y las ideas, las emociones y los conceptos, las sutile- 
zas y las complejidades que pueden ser contenidas en el 
verso ... no son el verso, que posee belleza propia y es 
por sí solo algo y otra cosa que la poesía a cuya expresión 
nace destinado. 

Es que a pesar de toda la impotencia artística des- 
tructora de los valores estéticos del verso, y por sobre to- 
das las rarezas mil veces renovadas de siglo en siglo, para 
sorprender al vulgo: todavía, y siempre, un verso para 



2B6 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


ser tal es menester que posea aquello por lo cual no es 
prosa, ... lo único por lo cual es verso. Siempre, como 
cuando él lo escribiera, continuará siendo verdad el símil 
de Víctor Hugo: “La abeja construye con cera, artística- 
mente, las seis caras de su alvéolo, y después lo llena 
de miel. El alvéolo es el verso, la miel es la poesía”. 

Acepte con estas breves palabras de espontaneidad, 
mis congratulaciones por su obra. 

Montevideo, 21 de setiembre, 1927. 


A Sflvla Gtterrfco. 

Aunque sólo haya de ser en estas líneas que ape- 
nas me permite el tiempo disponible, llegue a usted la 
expresión de mi agradecimiento por el obsequio de su pri- 
mera obra y mis congratulaciones por el mérito de ella. 
Es evidente que el interés y las emociones que despierta 
la lectura de esas páginas incipientes implican muy auspi- 
ciosa revelación de dotes vocacionales para el arte de no- 
velar. Porque interesar la atención y mover el sentimien- 
to: todavía como cuando en la leyenda oriental salvaban 
la vida de Scheherezade, son las supremas dotes del na- 
rrador para conquistar el ánimo de oyentes o lectores. Y 
poco importa cuál sea la especialidad distintiva del cuen- 
to. Maravilloso, leyendario, romántico, realista, fantástico, 
humorista : consagra el talento del autor siempre que cau- 
tiva el espíritu de aquellos a quienes va destinado. 

Como todos los géneros literarios los cuentos evolu- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


267 


donan según el gusto propio de las épocas y las civiliza- 
ciones y en ellos, también, las escuelas no se forman ca- 
prichosa o arbitrariamente, porque todas tienen su razón 
de ser y aparecen a su hora. Es que no hay variación de un 
arte sin causa en el alma de los tiempos y sin raíces en 
la moral, en las costumbres y en la educación contemporá- 
neas. Y una escuela siempre es una interpretación del nue- 
vo gusto en la evolución psicológica y estética del espíritu 
humano a lo largo de las generaciones que se suceden. 

Bien venidos, pues, “Los Príncipes Acules'', que, co- 
mo los Reyes Magos al anuncio del advenimiento de 
un espíritu luminoso, partieron en viaje de milagro, tras 
una buena estrella, y traen preciada carga de dones. Idea- 
les embajadores del numen de las letras, vienen con fas- 
tuosos atavíos desde las prodigiosas comarcas de la be- 
lleza y del arte, y llegan diciéndonos cómo eran las almas 
y las vidas que hallaron en su camino. Y con la sapiencia 
del corazón, que aprendieron en la felicidad y el infor- 
tunio, perciben y muestran los conflictos y las incongruen- 
cias que ponen el drama y la comedia en el destino de las 
criaturas. 

¿De qué regiones esperar, pues, más gratos mensa- 
jeros? ¿En qué mensajes más gratas primicias? Yo, como 
la mejor manera de tributarles la justicia merecida, adhiero 
a cuanto el brillante prologuista dice de las diversas dotes 
de la autora y de todos los valores de la obra. 


Montevideo, 20 de noviembre, 1927. 



268 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


A Alfredo S. Clulow. 

Acabo de leer sus “Tres Ensayos”, y al expresarle 
mi agradecimiento por su obsequio me complazco en pre- 
sentarle mis congratulaciones por los evidente^ progresos 
que sus páginas revelan. Bien muestran cuán rápidamente 
dilata usted el dominio de sus conocimientos, adquiere 
mayor manejo del idioma, y aumenta los recursos de su 
pluma. Todo eso concurre a enaltecer, cada día más, los 
valores sustanciales y formales del examen y el estilo que 
prefiere y procura realizar en su labor de crítico y de li- 
terato. 

Pero, aparte de esas impresiones, creo que nada sirva 
más a la justicia de un elogio al mérito de los trabajos in- 
cluidos en su mencionado folleto, que adherir a las ma- 
gistrales palabras de su ilustre prologuista, el doctor Er- 
nesto Quesada. Porque todos los conceptos que ellas ex- 
presan son dignos de la superior conciencia que las dicta; 
todas las ideas que contienen llevan la luz de la autoridad 
intelectual que las emite; todos los juicios y enseñanzas 
que prodigan tienen el acierto de la visión y la moral de 
quien les establece. E indudablemente acuerdan a usted 
un alto honor. 

Crea, pues, que como aquel esclarecido espíritu lo 
afirma: las obras que se dan a la publicidad quedan en- 
tregadas a todos los métodos de examen y a todas las opi- 
niones ; crea, asimismo, que, a pesar de todo lo que pudiera 
ser verdad en la crítica de Coronado a Pérez Petit las 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


269 


obras de éste no perderían lo que en ellas sea realmente 
mérito, lo que en ellas importe un valor positivo intelec- 
tual o literario ; crea, finalmente, que el ingenio que usted 
reconoce en Coronado, tampoco desaparecerá por la ra- 
zón que puedan contener los reparos opuestos en su ar- 
tículo a la censura que aquel crítico cultiva. Y a propósito 
de eso traiga a colación, de entre sus recuerdos de historia 
literaria, que cuando en cierta malhadada vez el gigan- 
tesco Sainte-Beuve cumplió con el deber de reprochar a 
Balzac que pusiera en sus novelas “descripciones tan bajas 
que después de leídas obligaban a lavarse las manos y ce- 
pillarse las ropas”, ... el genial creador de “La Comedia 
Humana” fundó una revista expresamente “para darse 
el placer, como él decía, de pasar su pluma al través del 
cuerpo del desdichado crítico”. Pero así como todo ello 
no tuvo poder para que dejaran de ser lo que eran esas 
dos enormes personalidades de las letras, tampoco logra- 
rán más eficacia en nuestros días semejantes recíprocas 
negaciones de las obras del talento. Por lo demás, sabe us- 
ted también que nunca han faltado los que como Lan- 
frey quisieran que sólo hubiese crítica combatiente, di- 
ciendo de ella como él: “c’est une guerriére et non une 
virtuose”. 

Montevideo, lo de noviembre, 1924. 


A Carlos M. Prlacivallc. 

Acabo de leer su novela titulada “La Muerte de los 
Trovadores” , y no quiero demorar en expresarle a usted 
el agradecimiento debido a su obsequio y el elogio que en 



260 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


justicia impone el mérito de su obra. Es sabido que son 
pocas las novelas de positivo valer escritas hasta ahora en 
el Uruguay. Apenas siete u ocho compatriotas han aportado 
valores perdurables a ese género, que tan múltiples y ele- 
vadas cualidades exige en el que le cultiva. Pero esta nove- 
la de usted es más que suficiente ejecutoria de su derecho 
a incorporarse al reducido número de sus más selectos 
cultores. 

Acaso por las dificultades consiguientes a los serios 
y muy diversos estudios que requiere : la evocación del am- 
biente social de una gran época histórica, con sus aspectos 
distintivos imperecederos, sólo raras veces ha sido llevada 
triunfalmente a la novela en las letras americanas. En és- 
tas, hasta hoy, el honor de las más altas realizaciones de 
esa complejísima obra artística pertenece a la literatura 
argentina, en la cual culminan Rodríguez Larreta, con “La 
Gloria de Don Ramiro’’, y Angel Estrada, con “Cadoreto” 
y “Las Tres Gracias”, que señalan cumbres por pocos 
alcanzadas en nuestra América. 

Como este último en la primera de las novelas citadas, 
usted ubica la acción de la suya en una de las principales 
ciudades del antiguo Languedoc. Estrada lo hizo en Car- 
casona, la milenaria patria adoptiva de los Chenier, cuyo 
genio clásico mostrara para siempre que llevaban en la 
sangre el fuego divino del alma griega y su arte milagro- 
so. Y usted pone en Tolosa el episodio que, con honesta 
información y evidentes facultades artísticas, trae a la 
novela histórica uruguaya. 

Es evidente que yo no podría decir del suyo, como 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


261 


del poema en prosa de aquel, que abarca “todo el espec- 
táculo, grande y contradictorio, del místico, caballeresco 
y bárbaro vivir medioeval en el recinto de su más sintética 
realización, en el castillo donde alentara toda el alma feu- 
dal”. Pero también es indudable que el libro de usted pre- 
senta uno de los más dramáticos aspectos de la vida y las 
almas del mismo siglo, con los hondos y emotivos rasgos 
psíquicos y sociológicos por los cuales quedó grabado im- 
perecederamente en la sucesión de los tiempos. 

De él son faces muy felizmente sintetizadas en esas 
páginas escritas por usted con tanto saber del idioma como 
arte del estilo : el espíritu de los sentimientos y costumbres 
propios de los días evocados; el conflicto de los fanatis- 
mos naturales en la exaltación religiosa y en el fenómeno 
herético de todo lo que reacciona contra aquélla; el infor- 
tunio que, por el determinismo ineludible de las luchas 
colectivas, alterna con el bienestar y el progreso en la evo- 
lución de la sociedad y de las civilizaciones. Y todo ello 
importa un triunfo muy honroso para usted, porque le 
eleva al plano de los más eficaces evocadores de las cos- 
tumbres, de la psicología y de las pasiones que mueven me- 
morablemente a los pueblos en la evolución de su vida 
destinada a la historia. 

Diciembre de 1930. 


A T. M. González Barbé. 

Distinguido escritor: El libro de narraciones “Cuen- 
tos Gauchos”, con que usted acaba de obsequiarme, trae 
la revelación de un observador y un poeta del escenario 



262 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


campesino en que con mayor rudeza deja sus ineludibles 
consecuencias el conflicto de los defectos y virtudes de los 
temperamentos y las costumbres. Y allí, donde todavía las 
gentes no han podido ser otra cosa que lo que el instinto 
y la incultura impusieran en sentimientos, conceptos y 
conducta, atiende usted a la tribulación de las almas y las 
vidas. 

Rápidas, fulgurantes impresiones las que ha incluido 
en esas páginas: tales como su visión se las ofrece apor- 
tan a la obra que integran no sólo el mérito de su arte de 
escritor sino también el valor histórico que nunca falta en 
los libros de sinceridad que por la enseñanza de sus tes- 
timonios son de benéfica trascendencia. Porque cuando 
usted desentraña las causas del infortunio de los prota- 
gonistas de sus cuentos, obliga a ver toda la obscuridad 
espiritual de ese mundo de miserias y degeneración, que 
evoca, anima y exhibe en la desnudez de vicios y pasiones 
que frecuentemente llevan a injusticias impulsivas y tra- 
gedias criminales. 

Pues esas breves novelas de su pluma, en casi todos 
los casos presentados, muestran cómo en aquel ambiente, 
junto a los móviles altruistas y al valor tradicional: la 
pereza, la ignorancia, la bebida, el desenfreno de los sen- 
sualismos, el despecho de los más vanos engreimientos, 
son las cosas que engendran indigencia, fomentan odios, 
derraman sangre y conducen a la muerte o a la cárcel. 
Y eso induce a pensar en todo lo que aún queda por hacer 
allí a estadistas, gobernantes y educadores, para corregir 
inveterados extravíoB y enseñar en hábitos, carácter, ante- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


263 


los de progreso, amor al trabajo, conciencia del deber, ins- 
trucción, y ambiciones superiores. 

Es indudable que ese libro que por la consecuencia 
debida a la realidad psíquica y social de aquellos cuyas 
vicisitudes trasunta sólo reproduce — como todos sus con- 
géneres — ^modalidades y lenguaje camperos: llega en días 
de cultura cuyos gustos se alejan cada vez más de los del 
tiempo en que aquella expresión literaria era natural. Pe- 
ro aunque la vertiginosa evolución contemporánea vuelva 
aceleradamente más anacrónico el cultivo de las cosas que 
fueron y son arte de otra época, es de justicia reconocer 
que las dotes del autor avaloran esas páginas con el rea- 
lismo de las evocaciones y la emoción que les dan vida. Y 
puede afirmarse que la propia virtualidad de ese talento 
ha de llevar al escritor al complejo ambiente de la sociedad 
civilizada, para hacer obra en el plano superior a que tie- 
ne derecho. 

Acepte, pues, mis congratulaciones por su primer 
libro, y mis votos por la más feliz realización de todo lo 
que él promete. 

Montevideo, febrero de 1930. 


A Julio Raúl Meodilabariu. 

Pasa el tiempo, y el espíritu de las épocas que 
se suceden vuelve más heroico al arte. En esta paz 
alcanzada tras la más cruenta conflagración humana to- 
davía el alma contemporánea se resiente de su anestesia 
en los campos de batalla. Dicen que ahora la humanidad 
se desquita, con una vida vertiginosa, del dolor y de la 



264 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


muerte padecidos en la gran catástrofe. Será así, y acaso 
por ello hoy la insensibilidad cunde y el materialismo pre- 
valece. Pues, lamentablemente, es cierto que como un re- 
sabio de aquel egoísmo que culminó en las horas de ex- 
terminio, en estos días que vivimos se vuelven universales 
el “sentido positivo” de la existencia y el “criterio prácti- 
co” en la conducta. 

Asistimos a un renacimiento del culto a todos los sen- 
sualismos; mientras se invoca el derecho la fuerza es ob- 
jeto de idolatría; triunfan los deportes; nunca la huma- 
nidad ha recompensado los más altos merecimientos del 
genio o de la virtud con la fortuna con que hoy premia 
los golpes que en algunos minutos de el púgil en el “ring”. 
Con más frecuencia que antes la ambición de la riqueza 
o la gloria acepta cualquier expediente deshonesto que las 
produzca, y antepone al ascenso por el mérito el éxito por 
cualquier medio. 

Son perceptibles, a cada rato, la multiplicación de los 
que vuelven la espalda a los ideales del ensueño, y la es- 
casez de la conciencia artística en la muchedumbre. Bas- 
tan las heregías que prodiga la necedad en cualquier ex- 
posición de arte para advertir la pequenez del número de 
los entendidos entre los espectadores. Y por eso también, 
porque ahora el entendimiento de la poesía no es vulgar, 
el poeta es un héroe. Pero, ¡pobre poesía en el ambiente 
frío de todas las cosas que materializan la vida! Apenas 
le ofrece asilo parte mínima de la juventud y fuera de ella 
el calor de muy pocos corazones préstale abrigo. Felices, 
sin embargo, todavía, los que la cultivan con el fervor de 
usted, porque sólo él puede preservar de las hostilidades 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


26B 


circunstantes y sostener la energía necesaria para llegar 
hasta la cumbre sagrada donde el ideal realizado perdura 
gloriosamente. 

Si el artista que se supera progresa, usted, cuyo re- 
ciente libro es digno de los anteriores precisamente por su 
superioridad, va en marcha triunfal hacia las más brillan- 
tes revelaciones de su numen. Porque “Voz de Vida"' es 
reaparición del poeta — siempre interpretativo y evocador 
de la poesía refleja de las cosas — en plano cuyos más di- 
latados horizontes le ofrecen nuevos aspectos del mundo 
y de las almas para que la luz de su fantasía los llene de 
colores y esplendor. Hay en ese libro composiciones — co- 
mo “Rompientes’', “Ola”, “A Shackleton” y otras — tan 
personales, inspiradas y sutiles, que arraigarán largamente 
en el recuerdo del lector su artístico testimonio de la in- 
tensidad de las visiones y los sentimientos vividos por 
usted. Muchas estrofas de simpatía y piedad, dicen en esas 
páginas que no hay dolor ajeno para el poeta; es frecuente 
en ellas el entendimiento psicológico; y por sobre todo, 
el amor al llamado del mar y el anhelo de ir lejos, en con- 
tinuo viaje hacia la novedad misteriosa: alas en el cora- 
zón y en el alma que piden espacio para llevar por el mun- 
do una curiosidad insaciable, tras el placer de conocer, ad- 
mirar y crear. 

Vayan a usted mis mejores votos por que pueda rea- 
lizar plenamente la obra de su sentimiento de la vida y 
del arte, y por que alcance toda la gloria merecida. 


Montevideo, 19 de junio, 1923. 




PROSISTAS Y POETAS DEL URUGUAY 


(Carta a Alejandr* Andrada Coello) 




PROSISTAS Y POETAS DEL URUGUAY 


(Carta a Alejandro Andrada Coello) (t) 


Montevideo, 5 de mayo, 1921. — Señor Alejandro 
Andrade Coello. — Muy distinguido amigo: Sus cartas, 
mensajeras de altas sugestiones, con frecuencia llegan co- 
mo aladas confidencias escoltando los libros que me envía. 
Así traen casi siempre doble obsequio y por ello si el agra- 
do es mucho la obligación es más. Desde hace años su pro- 
ducción intelectual me tiene acostumbrado a las visitas de 
su espíritu en libros llenos de erudición y arte por el más 
diverso empleo de la mente y del sentimiento. Versos, crí- 
tica, pedagogía, historia, testimonios de muy diferentes 
aptitudes, en obras que revelan intensa vida moral, positi- 
va ilustración, gran conciencia literaria. 

Los últimos folletos enviados por usted, y que con- 
cluyo de leer, lucen también lo más característico de toda 
su labor. El crítico de “Tres Poetas de la Música'', Max 
Henríquez Ureña, tiene y rememora muchas de las bri- 
llantes dotes de erudición y entendimiento de su hermano 


(1) Desde los días de esta carta hasta los de la publicación del libro en 
que aparece, algunos de los escritores que entonces se iniciaban crecieron 
hasta adquirir personalidad descollante en las letras nacionales, y no han si- 
do pocos los nuevos valores intelectuales y literarios revelados después de 
los comprendidos en aquella rememoración. Es ese el motivo natural por el 
que, necesariamente, los primeros no figuran allí con el concepto más tarde 
conquistado, ni están en esas notas todos los publicistas del país hasta hoy. 



270 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Pedro : uno de los que primero y más hondo hablaron del 
espíritu y de la obra de Rodó. Y las “Anforas” y la tra- 
ducción de “Los Trofeos’' de Heredia son triunfos que 
anuncian a la lírica americana el alma de un verdadero 
poeta. Ha hecho usted bien en dedicarle esas páginas de 
evocación, en horas de recogimiento espiritual e intimidad 
artística, por las sugestiones de una música magistralmente 
interpretada. Por ello le felicito. 

No conocía su estudio “Juana de Ibarhourou”. Está 
lleno de entendimiento y de belleza, como toda su obra de 
examen y de arte. Lleva el sello más característico de sus 
simpatías literarias: la admiración consciente y demostra- 
tiva del mérito que le entusiasma. Los pensamientos de 
su colección en “El Magisterio Ecuatoriano” tienen la 
coherencia de una misma orientación educatoria. Eso pue- 
de hacerlos trascendentes en la cultura, porque los espíri- 
tus nuevos siempre están necesitados de luz sobre las sen- 
das que les tocará elegir en su vida. 

Veo que la decepción que, según me dice, le ha deja- 
do la obra de un poeta de mi país, cuyos elogios en nuestra 
prensa actual le hicieron solicitarla, no ha extinguido su 
curiosidad por las letras uruguayas. Me pide usted que le 
haga conocer cuáles son los prosistas y los poetas que, 
según mi opinión, más enaltecen aquí la vida intelectual 
y literaria, “antes y después de Rodó”. Como nada impide 
que satisfaga ese pedido: he dedicado a ello varios ratos 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


271 


que mis ocupaciones habituales me dejaran disponibles y 
aquí va, expresada con las más pocas palabras que lo per- 
miten, toda mi sinceridad al respecto. 

Creo que Francisco Acuña de Figueroa, de la época 
colonial y primitiva del país, haya sido uno de los más 
grandes poetas festivos y epigramáticos del habla caste- 
llana, y cuyo estro satírico y asombrosa facilidad de versi- 
ficación no han sido superados. Produjo mucho improvi- 
sadamente, y en incesante ejercicio de su númen hizo de 
su inspiración labor de todas las horas, siempre sin fatiga 
y sin descanso, dejando por eso, como era consiguiente, 
junto a la obra de la plenitud de sus facultades la obra de 
la producción forzosa y del descuido. A la vez fué poeta 
religioso, y algunas traducciones suyas, como la del 
per Flumina BabilonW, son de lo mejor que en el género 
tiene la literatura española. Y también elevó su canto a la 
misma altura las veces que entonó la oda y la elegía. 

Es una de las más geniales y representativas persona- 
lidades de las letras de América. Era la figura elegida por 
Rodó para hacer de ella y del ambiente de su época un 
estudio como el que realizó a propósito de Montalvo, su 
tiempo y su patria. Pero lo impidió la muerte del gran 
maestro y crítico de América. 

Ahora un hombre nuevo, espíritu culto y escritor muy 
correcto, el doctor Gustavo Gallinal, se ha propuesto ha- 
cer un estudio de la originalísima personalidad del poeta 
y de su compleja obra. Bien sería de desear que el éxito 
posible a tal empresa fuera el más aproximado a la mu- 
cha justicia que se debe a aquella gran figura literaria. 
Las composiciones de Acuña de Figueroa, impresas por 



272 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


el gobierno, forman una colección de doce volúmenes, aun- 
que tengo entendido que quedan muchas inéditas. 

Andrés Lamas, fue una de las más grandes persona- 
lidades de los primeros tiempos de este país, y una de las 
de mayor volumen intelectual en América. Estadista, po- 
lítico, economista, historiador, periodista: era, sin dispu- 
ta, un espíritu superior que sobresalió, por su profunda 
ilustración y sus múltiples talentos, entre los más eminen- 
tes hombres de estudio y publicistas del Uruguay, la Ar- 
gentina y el Brasil. Podrá usted recoger aproximada no- 
ción de la amplitud de su cultura y de la luminosidad de 
sus ideas, en la obra inconclusa sobre “ Rivadavia y su 
Epoca”, que escribió por encargo del gobierno argentino. 

De Juan Carlos Gómez ya sabe usted lo que fué, por 
lo que en dos escritos de “El Mirador de Próspero” dice 
Rodó y por lo que en su estudio completo y definitivo es- 
cribió Melián Lafinur del gran tribuno. Yo, en mi estudio 
de la obra de Rodó sintetizo las ideas de éste sobre Gómez, 
como en el del libro del doctor Melián expongo el concep- 
to que aquél merece a éste. Para mí fué, ante todo, un 
gran maestro de moral política: maestro en la doctrina y 
en la conducta ; y como escritor : el más grandilocuente de 
nuestros periodistas y uno de los más fuertes polemistas 
que ha tenido la prensa en América. Como literato, aparte 
de todo lo que fué por el estilo de sus artículos de diario, 
ha sido uno de los más celebrados poetas del romanticismo 
de su tiempo en los países del Plata. 

Alejandro Magariños Cervantes, Fué, en su época, la 
más representativa y autorizada personalidad literaria de 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


273 


nuestro país. Por su talento poético descollaba en lo que en- 
tonces era la poesía del romanticismo en América, y como 
novelista sobresalía también dentro de lo que en el Conti- 
nente era la novela de la misma escuela. Su obra en verso y 
en prosa era conocida y celebrada en todos los países ame- 
ricanos y muchísimo en Europa. 

De los poetas uruguayos sólo Acuña de Figueroa, 
antes, y Zorrilla de San Martín, después, han logrado po- 
pularidad comparable a la que alcanzó Magariños Cervan- 
tes. Como se dice ahora de Zorrilla se decía entonces del 
autor de “Celiar” que era el poeta nacional. Y por el ele- 
mento poético de los versos de ese poema y por el asunto 
de la prosa de “Caramurú” , Magariños Cervantes era re- 
conocido, dondequiera llegaban sus obras, como el más ge- 
nuino escritor americano. 

Después, en América igual que en Europa, con el 
transcurso de los años fué, como siempre, evolucionando 
el gusto, y la manera “romántica” , sustituida poco a poco 
por otras escuelas — que a su vez también se llamaban de- 
finitivas — iba dejando su lugar a nuevas modas literarias 
en el espíritu de la juventud que con cada época llegaba. 
El “realismo” , el “naturalismo”, y después todos los suce- 
sivos ensayos con efímeros triunfos de los “decadentes”, 
fueron suplantando, aquí como en todas partes, al “ro- 
manticismo”, hasta hacerle perder su predominio y el de 
sus autores. Con estos se iba Magariños Cervantes, que 
durante su larga vida fué en su país el espíritu central y 
director de toda la cultura científica y artística, viendo re- 
conocida y acatada su autoridad y su influencia durante 
varias generaciones. 


TOMO n 


18 



274 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Uno de los espíritus más cultos y de mayor talento 
que ha producido el Uruguay fué Agustín de Vedia. Hom- 
bre de grandes virtudes cívicas y excepcional ilustración; 
estadista en la más alta acepción de la palabra; escritor 
conceptuosísimo, de estilo sobrio y claro, con admirable 
precisión de lenguaje; elocuente orador; brillante y valien- 
te periodista en ambos países del Plata. Muchas son sus 
obras de gran aliento y siempre magistrales. Su estudio so- 
bre ‘‘La Constitución Argentina'*, labor de muchos lus- 
tros, es lo más sabio, hondo y luminoso producido al res- 
pecto hasta la fecha de su publicación. Su tratado “Mar- 
tín García y la Jurisdicción del Plata" es, hasta hoy, el 
más informado y criterioso examen de ese árduo tema 
internacional. Y así, fundamentales, son invariablemente 
todas las obras de su vigor mental y de su mucho saber. 

En cuanto al doctor Juan Zorrilla de San Martín, 
sabe usted como yo que es el poeta de “La Leyenda Pa- 
tria” y del “Tabaré”. Años hace que se leen elogios y cen- 
suras sobre las dos obras capitales del viejo bardo. Pero 
aunque los modernistas se excedan a veces en sus nega- 
ciones del mencionado vate, yo creo que es indudable 
que ha poseído gran vuelo lírico y me parece justo recono- 
cer que si es cierto que en “Tabaré” no hay epopeya, ni 
siquiera canto épico que la semeje, en cambio el poema 
de ese imaginado mestizo tiene bastantes elementos de 
americanismo poético rioplatense, y bellas imitaciones bec- 
querianas, para agradar por muchos años al gusto de estos 
ambientes literarios. 

Con esto, sin embargo, no pretendo decir que eso sea 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


276 


la poesía americana, cuyas únicas características posibles 
tan bien definió Rodó. Asimismo Zorrilla ha sido orador 
y prosista de palabra sonora y romántica entonación. 

¡Lástima que se haya dedicado tanto a halagar los 
sentimientos del vulgo en el terruño, por lo cual no ha ha- 
blado a los uruguayos más que de sus indios, de sus gau- 
chos, de Artigas, el caudillo de la provincia primitiva que 
fué nuestro país de hoy, y al cual ha llegado a considerar 
procer parecido a San Martín y hasta a Bolívar! Pero 
continuará siendo en el Uruguay, por muchos años y con 
justo título, el poeta del ‘‘Tabaré’* y de “La Leyenda 
Patria”. 

Francisco Bauzá, ha sido, hasta ahora, el historiador 
de más talla habido en este país. Hasta hoy no se ha es- 
crito algo que supere su “Historia de la Dominación Es- 
pañola en el Rio de la Plata”. Aunque limitado a una épo- 
ca; por la seriedad de su información, la facultad sinté- 
tica, la ecuanimidad del juicio y la adecuación del estilo 
que lucen en ella, es el autor de la obra de más aliento, 
y más acabada en todos sus aspectos, con que cuenta la li- 
teratura histórica uruguaya. Además ha dejado un libro 
de “Estudios Literarios” , otro de “Estudios Constitucio- 
nales”, y otro sobre “La Institución del Banco Nacional” : 
todos llenos de grandes conocimientos, con honda doctri- 
na y bien escritos. En ellos como en la “Historia de la 
Dominación Española”, se podrá no compartir a veces 
sus puntos de vista, y no acompañar algunas de las conclu- 
siones de su criterio, pero no es posible con justicia des- 
conocer la importancia que los exceptúa de la producción 



276 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


común. Fué orador elocuentísimo y estadista sobresaliente. 

Enrique Kubly, era una de nuestras mayores per- 
sonalidades intelectuales y literarias. Formadas su cul- 
tura y su educación mental bajo sabia disciplina pedagó- 
gica en Suiza, en uno de cuyos más afamados estableci- 
mientos pasó su primera juventud, eran excepcionales su 
preparación clásica, el vigor de su razonamiento, y la fuer- 
za, sobriedad y belleza de su estilo. Venido a América, su 
carácter apasionado y sus dotes de escritor lo llevaron a 
iniciarse muy joven en la prensa argentina, destacándose 
memorablemente en "La Capital” de Rosario de Santa 
Fe. Después llegó a su patria, donde vinculaciones de fa- 
milia lo hicieron darse a conocer en la prensa oficial : cir- 
cunstancia que lo llevó a solidarizarse con una situación 
política muy divorciada de la sociedad y apasionadamente 
combatida en la prensa de la época. Esto, aunque desde 
un principio se reconociera todo su talento, hasta por los 
adversarios — a cuyos más altos y consagrados represen- 
tantes hizo sentir su superioridad — le restó prestigio y mo- 
tivó injusticias en el ambiente convencional de entonces. 

Durante mucho tiempo sus enemigos no le han perdo- 
nado el profundo desprecio que expresaba por las mayores 
reputaciones formadas por la política en algunos partidos 
de su tiempo. Y verdad es que tampoco tomaba en serio 
los valores intelectuales y literarios consagrados, en su 
mayor parte, por esa misma política. 

Como periodista conquistó unánime reconocimiento 
de sus extraordinarias facultades, y a este respecto pude 
apreciar de cerca las dotes que le exceptuaban, pues par- 



ESTUDIOS y OPINIONES 


S77 


ticipé, poco después de iniciarme en el periodismo, en algu- 
nas campañas suyas contra los desacreditados gobiernos 
frente a los cuales estuvo años después de regresar del 
desempeño de varias legaciones en Europa. Pocas veces, 
en la prensa, se han visto unidos en una misma personali- 
dad tan poderosas dotes de razonamiento y tanto vigor, 
sobriedad y elegancia de expresión. Hombre de vida mun- 
dana, escribía comunmente de regreso del teatro, y eran 
tales el calor, la seguridad y la rapidez de su producción, 
que en tres o cuatro horas daba originales para tres, cua- 
tro y hasta cinco columnas de diarios del mayor tamaño. 
Y en eso se hallaban, correctamente escritos, un hondo 
artículo editorial; varios sueltos de vivo comentario, sa- 
tíricos o de polémica; artículos dialogados, de eficacísima 
comicidad; crítica de costumbres, etc. Era una fuerza ver- 
daderamente temible para los gobiernos frente a los cuales 
se ponía. 

Puede usted leer con provecho, para adquirir idea del 
valor de Kubly como pensador y literato, sus obras: 
“Las Grandes Revoluciones’", con prólogo de Pí y Mar- 
gal!; “Los Dioses Caídos”, poema escrito en su juventud, 
con una carta de Campoamor; y “El Espíritu de Rebe- 
lión”, crítica de historia y de filosofía, denso de ideas y 
de bellezas de estilo. En la Revista Nacional de Rodó, 
Martínez Vigil y Pérez Petit, dejó “El Marido de mi Mu- 
jer”, obra de teatro en tres actos, de gran comicidad. 

Rafael Fragueiro, uno de los poetas románticos de 
más hondo sentimiento, más vuelo y arte más perfecta. 
Su poema “Los Buitres” es una obra maestra, dentro de 



278 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


SU escuela. Escrito en décimas, son tales la elevación ima- 
ginativa y la sonoridad de ellas, que muchas veces igualan 
a las más bellas de “El Vértigo” de Núñez de Arce, al 
cual ha imitado como a Becquer y a Heine. Y conste así 
que no acompaño a los que, invocando el impedimento de 
una estética propia y de un concepto nuevo de lo poético 
se declaran impermeables a las bellezas de la obra del men- 
cionado poeta de “Tristezas”, de Campoamor y demás ar- 
tistas españoles del siglo XIX que sintieron y realizaron 
la poesía a la manera de su época. 

Después de los lejanos tiempos de Acuña de Figue- 
roa, el único poeta epigramático y satírico, admirable, que 
aparece en nuestro ambiente es Wáshington Bermúdez. 
Aparte de los epigramas coleccionados en libro, la colec- 
ción de su periódico satírico El Negro Timoteo guarda 
valioso testimonio de su numen festivo y mordaz. Fueron 
características suyas una lozana inspiración y una fecun- 
didad que parecían estimuladas ante la corrupción y los 
vicios sobre los cuales hacía caer, casi cotidianamente, la 
causticidad de su castigo. 

Entre los pocos novelistas cuyo mérito sea digno de 
tenerse en cuenta es de los mejores Eduardo Acevedo Díaz. 
Conocedor de las costumbres, psicología y lenguaje del 
habitante de la campaña ganadera de este país, puso en 
juego los sentimientos y pasiones de esa gente, pintando 
con exactitud su vida en la paz y en la guerra, su pericia 
semibárbara en las faenas camperas y sus proezas en las 
luchas contra el extranjero y en las guerras civiles. Es 
notable el vigor en la descripción de casi todas las esce- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


279 


ñas; con frecuencia es hondo el sentimiento del paisaje; 
siempre es adecuada la expresión de los personajes. So- 
bresale entre sus obras ”IsmaeV\ y es una excepción a sus 
preferencias de novelista “Brenda”, ensayo romántico en 
cuya acción principal sólo hace intervenir a la sociedad 
distinguida. 

Otro poeta de popularidad acá ha sido y es Carlos 
Roxlo. Versificador y rimador abundante, con perpetuo 
y vivo entusiasmo por los gramillales, las aves y las flo- 
res del país, se ha sentido siempre inspirado por esas co- 
sas y las ha cantado con facilidad durante muchos años. 
Con esos poemas han alternado notas de ternura y sen- 
sibilidad afectiva, arrancadas a su lira romántica con 
inspiración y sentido de la belleza artística. 

Con tanta exuberancia en la prosa como en los ver- 
sos, escribió también una '‘Historia de la Literatura Uru- 
guaya”. Hace años de eso, y parece que vió a aquella lite- 
ratura con lentes de mucho aumento y le resultó tan gran- 
de que no interrumpió los comentarios hasta el séptimo u 
octavo de los gruesos tomos producidos. Pero donde es 
más erudita mucho no tiene que ver con la literatura del 
país, y en la otra parte casi siempre es panegírica con gra- 
ve alteración de valores y detrimento de la realidad. Roxlo 
también es orador romántico, fácil y abundante. 

Falto de la popularidad que consiguiera el anterior 
con los motivos a que dedicara y dedica preferentemente 
bellos versos, pero con más alta inspiración, aparece Ma- 
nuel Bernárdez pulsando su lira por las glorias patrióticas 
más populares. Así ha cantado, con estro a veces elevado 



280 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


muy por encima de la grandeza efectiva del asunto, las 
hazañas con que la historia, o sólo la leyenda — de las épo- 
cas en que* estas comarcas eran más insignificantes por la 
escasez de la población y su pobreza — ^halagaran al patrio- 
tismo que acá todavía es capaz de experimentar las mayo- 
res satisfacciones por eso. ¡ Cuánto mejor sería para todos 
los países de América que recíprocamente se oponen tales 
orgullos, que rivalizaran en alcanzar el mayor bienestar y 
la más alta dignidad por el más grande desarrollo económi- 
co, por los progresos de la civilización, por la más intensa 
cultura de los espíritus y la más gloriosa fecundidad cientí- 
fica, literaria y artística 1 Pero, como poeta épico, en el 
Uruguay, creo que Bernárdez no ha sido superado en 
el calor de su inspiración y en el vuelo sostenido en algu- 
nos de sus cantos nacionales. Y conste que el que reconoce 
tal poeta siempre ha considerado censurable la actuación 
del político que a la vez hubo en el mismo ciudadano. Ber- 
nárdez también es un brillante prosista. 

Carlos Reyles, es nuestro más eminente novelista. Ha 
cultivado principalmente la novela psicológica, delineando 
y poniendo en conflicto, como nadie, los caracteres, las 
pasiones y los intereses atribuidos a los personajes que 
pone en acción. Es la suya obra siempre intensamente in- 
telectual; hecha de proftmda observación, muy estudiado 
plan y cuidado del estilo. 

Cualquiera sea el criterio con que se acepte o se re- 
chace las tesis que sustenta en sus diferentes novelas, siem- 
pre es lo cierto a su respecto que en todas ellas hay que re- 
conocer y admirar al pensador y al artista que las concibe 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


281 


y realiza con tan valiente independencia moral como pro- 
bidad literaria. En “La Rasa de Caín'', “El Terruño", 
“El Canto del Cisne", y “Diálogos Olímpicos" es donde, 
hasta ahora, más brillan todas sus cualidades distintivas. 

Dos altas personalidades intelectuales y literarias de 
otra época mantienen todavía en actividad las dotes que 
ilustraron sus nombres. Son el doctor José Sienra Carran- 
za y el doctor Luis Melián Lafinur. El doctor Sienra, 
de ejemplar honestidad cívica, es un escritor de ideas 
propias, con brillante estilo, y imo de los poetas román- 
ticos con más hondo sentimiento y elevado estro ; estadista, 
jurisconsulto y orador de los de más talla en los países 
del Plata. Sus dos tomos de “Cuestiones Americanas" son 
de lo más luminoso que se haya escrito respecto de la si- 
tuación y los destinos de los pueblos de origen hispano 
en nuestro Continente. 

El doctor Melián es también un ciudadano de virtu- 
des ejemplares; erudito, en el más alto concepto del vo- 
cablo; eminente jurisconsulto; historiador con extraordi- 
naria probidad intelectual; elocuentísimo orador: jamás 
ha leído un discurso, a pesar de ser siempre los suyos ex- 
cepcionalmente sabios y hondos; cultor, a ratos, de la 
poesía clásica, deja también bellas traducciones. Su obra 
“Juan Carlos Gómez" es el estudio más fundamental que 
existe respecto de aquel insigne tribimo. 

Tomo de mi estudio de Rodó y su obra, en “Crítica 
Literaria", lo referente a los que le acompañaron en la 
Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales. 
Daniel Martínez Vigil, estudioso prestigiado por la espon- 



282 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


taneidad y el calor de su palabra, que ya en esa época 
anunciaba al verbosísimo tribuno que en él debía preva- 
lecer sobre el literato, hasta motivar, como otro insigne 
orador contemporáneo, que se dijera a su respecto que sus 
mejores versos, artículos y libros serían siempre hablados, 
pues, cual por mágica virtud de su elocuencia, todo vol- 
víase discurso en sus labios. Víctor Pérez Petit, que des- 
de sus primeros ensayos había dejado ver en él, al través 
del carácter inexorable de sus juicios, al erudito conoce- 
dor de todas las literaturas y al crítico sagaz que más 
tarde, tanto o más que con su labor de poeta, novelista y 
dramaturgo, habían de darle personalidad propia y desco- 
llante en nuestro ambiente literario. Y Carlos Martínez 
Vigil, que ya en aquellos días de juventud poseía magistral 
conocimiento de la literatura clásica española y de la gra- 
mática castellana, a cuyos superiores estudios dedicaría 
después muy serios trabajos, en los momentos que para el 
cultivo de sus gustos intelectuales le dejaran libres sus ta- 
reas de ilustrado jurisconsulto y honestísimo periodista. 

Alto lugar tiene conquistado en el país y fuera de él, 
como hombre de ciencia, el doctor Joaquín de Salterain, 
pero creo que a más elevado sitial tiene derecho como 
poeta. Pocos, entre los que más ternura y sonoridad arran- 
caron a la lira romántica rioplatense, igualan al sentimien- 
to y a la delicadeza de su inspiración, en muchas de sus 
composiciones, y al buen gusto con que, casi siempre, su 
arte embellece al verso. Lea “Intimidades”. 

Luis Alberto de Herrera, ha sido ante todo un escri- 
tor político, combativo, raudo y afluente, en diarios. 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


283 


opúsculos y libros. Jefe de uno de los dos partidos tradi- 
cionales en que se divide la opinión del país, a él ha con- 
sagrado todos los sacrificios de su civismo, en la paz y en 
la guerra. Pero ello no ha impedido a su ilustración y a 
su talento hacer obras que demuestran la labor del estu- 
dioso y su encendido fervor por los ideales. Entre ellas 
recuerdo ahora: "Por la Patria”, "Tierra Charrúa”, "El 
Acuerdo de los Partidos” , "Desde Wáshington” , "La Doc- 
trina Drago”, "La Diplomacia Oriental en el Paraguay” . 

Javier de Viana, es el autor incomparable de cuen- 
tos camperos. En ello América no ha producido otro supe- 
rior a él. Forma una biblioteca de muchos volúmenes la 
colección de sus cuentos, escritos casi cotidianamente, siem- 
pre con facilidad y muchas veces con precipitación que, 
como tenía que ser, ha dejado perceptibles diferencias en 
su mérito. Viana ha sentido hondamente el alma y la vida 
del gaucho y de nuestro primitivo hombre de campo, cuya 
transformación, desde hace años, se viene realizando por 
el progreso de los métodos extranjeros adoptados en la 
industria ganadera y la introducción de la moderna ma- 
quinaria agrícola. Conocedor y admirador de la psicología, 
de las costumbres y del lenguaje de aquellas gentes, les 
ha infundido en las páginas de su obra aliento vital inex- 
tinguible, y cuando en la realidad hayan pasado para siem- 
pre : ese monumento — aunque en él sólo se les halle enno- 
blecidos y embellecidos — les salvará de la muerte. Puede 
usted hallar todas las dotes sobresalientes y características 
de este escritor, y pocos de los humanos desaciertos que 
no faltan en ningún artista, en "Gurí”, "Gaucha” y "Cam- 
po”, tres de sus mejores obras. 



284 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Estudiosísimo profesor de filosofía, Carlos Vaz Fe- 
rreira es uno de los más prestigiosos catedráticos de nues- 
tra Universidad. Bien informado expositor de las doctri- 
nas filosóficas de todas las épocas y todas las escuelas, se 
ha dedicado mucho a la psicología y es también un aveza- 
do comentarista de las modernas teorías sociológicas y 
sistemas pedagógicos actuales. 

Con sus disertaciones ha formado folletos y libros 
de texto y de estudio de diversas materias, tales como: 
‘"Apuntes de Lógica Elemental” , “Cuestiones Escolares”, 
“Curso Expositivo de Psicología Elemental”, “Lecciones 
sobre Pedagogía”, “Conocimiento y Acción”, “Lógica Vi- 
va” — refutada por el padre Castro, — “Los Problemas so- 
bre la Libertad”, “La Exageración y el Simplismo en Pe- 
dagogía”. Como recapitulación de observaciones me pare- 
ce de las más interesantes su opúsculo “Moral para Inte- 
lectuales”. 

Julio Herrera y Reissig, es el poeta del simbolismo 
más extravagante introducido en nuestro país por algunos 
impresionados por el peor Darío y otros modelos y maes- 
tros de aquellos tiempos. Dotado de talento y con grandes 
condiciones naturales de poeta, pero extraviado por la tri- 
vialidad de las exterioridades modernistas, vivió preocu- 
padísimo de parecer raro, llenando de extravagancias, con 
ese objeto, la mayor parte de su obra. Pero, aunque ella 
revela continuamente la mano del orfebre atormentado en 
hacer fOi*mas que parecieran extrañas y afligido por sor- 
prender al lector con el vocablo inesperado, muestra tam- 
bién que el autor logró imprimir a sus estrofas, en muchos 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


286 


de sus cantos y poemas, imaginación original y novedad 
propia en la rima, que con frecuencia elevaron a muy alto 
plano esa poesía. 

Con diverso mérito, son las tres poetisas mayores del 
Uruguay: Deltnira Agustini, María Eugenia Vaz Ferr ei- 
rá y Juana de Ibarbourou. Creo que actualmente no las 
haya de más alto numen en otro país de lengua castellana, 
Delmira Agustini, muerta muy joven, reunía a un carác- 
ter excepcionalmente apasionado una extraordinaria inten- 
sidad de sentimiento, una imaginación siempre nueva y 
una sonoridad verbal que ponían en sus versos todo el 
fuego de su temperamento ardiente, todo el encanto de su 
caudalosa fantasía, todos los matices de su delicadísima 
sensibilidad. Fué su poesía: original, bella y honda, por 
su absoluta sinceridad, por su buen gusto auditivo, por su 
precoz filosofar. Incorrecta a veces su obra, vivirá en cuan- 
to refleja lo que era genial en su personalidad. María Eu- 
genia Vaz Ferr eirá, con las mismas características que 
aquélla, de temperamento, imaginación y sensibilidad, tiene 
también excepcionales dotes, cuya genialidad caracteriza 
su obra : hondamente sentida, con inmensa amplitud de vi- 
sión, estupenda en su belleza imaginativa y en la voz de 
las palabras. Juana de Ibarbourou, no es menos personal 
que sus dos antecesoras en su inspiración y en su arte. Mu- 
cho de la luz de su numen, del calor de su emoción y de la 
música de sus maravillosos versos recuerda los de aquéllas 
y revela iguales fuentes sagradas en el alma. Persona de 
notoria autoridad me afirma que una poetisa que empie- 
za, Luisa Luisi, parece seguir a éstas en jerarquía lírica, 
pero todavía no conozco su obra. 



286 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Un poeta diferente de todos los del país, con extraor- 
dinaria sensibilidad y sutilísima imaginación; exquisito 
orfebre y músico del verso; tan hondamente estremecido 
en su ternura como fuerte, raudo y alto en su vuelo épico, 
es Armando Vasseur. A veces resulta inesperado y sor- 
prendente como Almafuerte, amargo como Heine, grande 
como Whitman, al cual ha traducido. Lo hallará usted, 
tal como es en toda la compleja integridad de su poesía y 
de su arte, en los "‘Cantos Augúrales” , y en los “Can- 
tos del Nuevo Mundo”. 

En Guillermo Kuhly, hermano de Enrique, tienen el 
pensamiento y las letras del Uruguay uno de sus más 
ilustrados cultores desde el libro y la prensa. Es uno de 
los pocos escritores que con ideas propias y espíritu más 
amplio hayan afrontado capitales problemas de la socio- 
logía contemporánea. 

Angel Falco, trajo al nacer numen de poeta y alma 
de luchador. Jamás ha necesitado esfuerzo para el arte de 
su poesía ni para pugnar por sus ideales. Ardiente en su 
inspiración y fácil, sonoro y rotundo en sus versos, se le 
ve el corazón en todas sus composiciones y se siente que 
es el cincel de un artista el que pone la belleza en sus es- 
trofas. Puede leerlo en “Cantos Rojos*' y en “Vida que 
Canta”. 

Poeta de hondo sentimiento, artista de buen gusto, 
“combativo” por su credo y orador elocuente, es Emilio 
Frugoni. Es el “leader” del socialismo, por cuya causa mu- 
cho ha luchado en este país, donde, durante los últimos 
lustros, los hombres que han ocupado el gobierno han im- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


287 


puesto a este pueblo las más disolventes teorías. Pero Fru- 
goni es sincero en la invocación de su fe, sin propósitos 
interesados. Está todo él en “De lo más Hondo”, y “Los 
Himnos”. 

Samuel Blixen, brillante crítico teatral y espiritual 
“chroniqueur*', ilustrado y con talento. Luchó contra la 
ordinariez del teatro criollo y produjo comedias finas en 
ambiente de distinción social. Pero faltas de vitalidad por 
su poca médula, aunque con mérito literario, no logró im- 
pedir que desaparecieran de la escena. Vea sus obras “Co- 
bre Viejo”, “Primavera”, “Verano” , “Otoño”, “Invierno”. 

Alfredo Duhau, sobresaliente periodista en las dos 
capitales del Plata. Su delicadeza intelectual y literaria 
puso siempre un sello de alta distinción en todos los escri- 
tos de su pluma. Ha sido, como Blixen, uno de los que 
más ha luchado por dignificar al teatro en estos países. 
En sus obras, como aquél, le apartó de la vida del subur- 
bio y del vicio, en que sólo es capaz de complacerse el crio- 
llismo inferior por la incultura y la degeneración, y le ele- 
vó en motivos, costumbres y lenguaje al ambiente de las 
clases superiores de la sociedad. 

Es Guzmán Papini el poeta aquel que adolescente 
llenaba de versos ruidosos y desbordantes de imaginación 
las páginas de la Revista Nacional, donde se iniciaba Ro- 
dó. Desde entonces ha producido mucho su talento poético 
y siempre con el mismo vigor imaginativo y la misma sono- 
ridad del vocablo. Pero es justo decirlo: no obstante las 
bellezas y la exuberancia de su obra, él no es todavía todo 
el poeta que prometiera al empezar. 



988 


JUAN ANTONIO ZUBIU.AGA 


Un publicista de mérito superior actualmente es Adol- 
fo AgoriOf Es el escritor que con más fuerte visión, más 
hondo pensamiento y más arte en la forma ha comentado 
acá la última guerra mundial. Sus dos obras más impor- 
tantes formadas con esos comentarios son : ^‘Fuerza y De- 
recho”, y "La Sombra de Europa^’. La última obra de 
Agorio es una novela simbólica del misticismo que ve en 
las inquietudes dominantes en el alma contemporánea. Se 
titula "La Rishi Abura” y brilla en esas páginas de vigo- 
rosa evocación imaginativa el estilo vivo, nervioso y bre- 
ve del autor. 

Supongo que le han llegado con frecuencia libros de 
Horacio Maldonado. Me imagino que habrá usted sabo- 
reado esa fácil producción que renueva con rapidez sus 
motivos. Alguien, dotado de gran conciencia intelectual y 
artística, implacable fustigador de "la asfixiante vacuidad 
verbal sudamericana”, me asegura que en "E/ Sueño de 
Alonso Quijano”, que yo no conozco, el sentido del asunto 
y la labor de la forma están más concentrados que en las 
otras publicaciones del autor y brillan más, 

Emilio Oribe es, entre los que llegan, acaso el mejor 
dotado de todos los poetas. Con delicadísima sensibilidad, 
febril imaginación y profundamente sincero, toda su poe- 
sía está sacada de las sensaciones de la vida, llena de aná- 
lisis despiadado y pensamiento entristecido. Aunque a ve- 
ces reacciona, predomina en su obra un pesimismo que con 
frecuencia recuerda al de Leopardi. No ha escapado al 
contagio de las formas modernistas, pero siempre le ha 
reconquistado la sinceridad fundamental de su tempera- 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


289 


mentó. Son sus principales obras, hasta ahora : “Las Leta- 
nías Extrañas'^ “El Castillo Interior"’ y “El Halconero 
Astral”. 

Uno de los hombres más estudiosos y de más seria 
labor histórica es el doctor Eduardo Acevedo, de larga 
figuración en el foro y en altos puestos de gobierno. En- 
tregado a paciente investigación del pasado, dedica a ella 
mucho empeño y lleva publicados extensos trabajos con 
positivo valor documental. Ha contribuido eficazmente a 
desvanecer la leyenda de que el caudillo José Artigas fuera 
fundador de nuestra nacionalidad. 

El doctor Abel J. Pérez, dedicado a la instrucción 
pública, ha escrito frecuentes estudios de sus múltiples 
problemas. Entre sus obras pedagógicas se destaca “Al- 
gunas Ideas Sobre Nuevas Orientaciones de la Enseñan- 
za”, muy conceptuosa e inspirada en elevado y amplio 
criterio. Ha sido muy elogiada por verdaderas autoridades 
en la materia. Una obra suya sobre “América” tiene bello 
y honrosísimo prólogo de Rodó. 

Espíritu cultísimo y eminente jurisconsulto, José Pe- 
dro Massera ha sido el catedrático de filosofía con más 
claridad de ideas y más segura orientación. Su muy nota- 
ble estudio de la filosofía de Rodó es el examen califica- 
tivo más justificado por los fundamentos de sus conclu- 
siones, para determinar la posición del maestro de Amé- 
rica en el mundo filosófico de nuestros días. Este trabajo 
está incluido entre algunos íntegros y fragmentos de otros 
publicados por una asociación estudiantil denominada 
“Ariel”. 


TOMO n 


19 



290 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Osvaldo Crispo Acosta, catedrático de literatura en 
nuestra universidad y muy correcto escritor. Conozco tres 
libros de él que acreditan su ilustración y superiores dotes 
intelectuales. Dos son obras de texto: ‘^Motivos de Crí- 
tica Hispanoamericanos’’ y “Lecturas Literarias”. El otro 
es un interesante estudio sobre “Carlos Reyles”. 

Poeta de ardiente imaginación y admirable sonoridad 
en el verso, es Yamandú Rodríguez. La pompa del lengua- 
je y la fluidez de la inspiración le dan distinguido lugar 
entre los de su generación y permite fundar en él la es- 
peranza de una gloriosa obra lírica y dramática. Puede ser 
iniciación de ella “i8io”, ensayo triunfal en el teatro. 

En el Instituto Histórico y Geográfico, de moderna 
creación, se destacan dos hombres jóvenes, con sobresalien- 
tes dotes intelectuales y correctos escritores. Son Gustavo 
Gallinal, citado al hablar de f igueroa, y Mario Falcao Es- 
palter. Ambos tienen publicado varios libros de diverso 
mérito. 

Muy estudioso intelectual y fecundo publicista, re- 
sidente en París, es Hugo D. Barbagelata. Dedicado pre- 
ferentemente a labor histórica sobre el Uruguay, es de 
los escritores que con Zorrilla de San Martín — en mi opi- 
nión equivocadamente — ^han procurado fundar como co- 
sa histórica la leyenda vulgarizada de José Artigas. 
Dirige y edita una Biblioteca Latino-Americana, en la 
cual acaba de publicar un “Epistolario de Rodo” muy in- 
teresante. Una monografía sobre “Fronteras” me parece 
su mejor y más brillante estudio hasta hoy. 

Julio Superiñelle, que también vive en París, nacido 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


291 


en Montevideo escribe en francés: idioma de los de su 
sangre. Es poeta de extraordinaria sensibilidad; siempre 
fino y renovado en su imaginación ; infinito en los matices 
de sus emociones y en el arte de sus estrofas. Parece desti- 
nado a obra triunfal. 

Uno de los más fecundos novelistas del naturalismo 
en nuestro ambiente literario es Otto Miguel done. Ahon- 
da en la psicología de los personajes y da intensa vida al 
drama de las almas. Tomados los sujetos, con frecuencia, 
de las inferiores capas sociales, su lenguaje es el de esas 
diferentes clases y traduce, a veces con dureza, los infi- 
nitos matices de su relativa cultura. Entre sus buenas no- 
velas ha sido muy celebrada “Lauracha**. 

Raúl Montero Bustamante ha revelado gusto de la 
crónica en algunas anécdotas biográficas y monografías 
históricas. Aparte de eso conozco de él un folleto titulado 
"Lai generación romántica y su héroe*’, y ima antología 
de poetas nacionales, obra de sus primeros ensayos. 

Benjamín Fernández y Medina, ha publicado tam- 
bién como el anterior una antología de poetas uruguayos, 
y varios opúsculos de versos y cuentos, que reflejan sen- 
timiento religioso y observación de modalidades regio- 
nales. 

Francisco Alberto Schinca, espíritu cultivado, pro- 
visto de estilo artístico, ha escrito con belleza páginas de 
crítica penetrante. Es de lamentar que las actividades po- 
líticas hayan sustituido en él a muchas actividades litera- 
rias. "'Oriflamas” es un libro suyo que muestra sus mejo- 
res dotes de escritor. 



292 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


Eduardo de Salterain Herrera, joven intelectual y es- 
tudioso, observador y crítico de costumbres y arte. Sus 
“Cartas Fundamentales” pueden iniciar una personalidad 
de brillante porvenir. 

Otra alma nueva, apasionada y entusiasta por eleva- 
dos ideales, es Julio Raúl Mendilaharsu. Siempre estre- 
mecido por la emoción que le inspira : así le hallará usted 
en “El Alma de mis Horas”, “La Cisterna”, y cuando con 
elevado estro celebra la gloria de Francia, en sus últimos 
cantos. 

Un fecundo ensayista y novelista es Alberto Nin 
Frías. En lo primero sobresalen sus “Ensayos de Crítica 
e Historia”, y en lo segundo; “Marcos amador de be- 
lleza”. 

Aunque esta lista se alarga ya hasta hacer sentir la 
necesidad de terminarla, no quiero concluirla sin mencio- 
nar a nuestro común amigo Alfredo Martínez. Hay en 
él un delicado poeta. Siente hondamente, su buen gusto 
artístico le preserva de extravagancias, y siempre con arte 
de orfebre labra en sus bellos versos una ánfora digna de 
la exquisita poesía que vierte su inspiración. 

Ah : entre estos autores también los hay que han es- 
crito para el teatro, pero. . . déjeme todavía callar mi opi- 
nión al respecto y sepa sólo que no creo que de nuestros 
dramaturgos sean los más grandes aquellos que el vulgo 
del terruño más aplaude. Acaso algún día piense que eso 
valga la pena de ser demostrado, 

Y ahora, mi muy estimado amigo, me parece oirle 



ESTUDIOS Y OPINIONES 


293 


a usted, preguntándome si son estos que quedan menciona- 
dos, todos los valores intelectuales y literarios que yo re- 
conozco en el Uruguay, además del de Rodó. Para mí 
son casi todos los principales autores de libros en prosa o 
en verso. Aparte de algunos que pueda haber olvidado en 
esta precipitada enumeración — apenas dictada por un es- 
fuerzo de la memoria y escrita al correr de pluma — no 
están en ella jurisconsultos eminentes, como José Ellauri, 
Manuel Herrera, Eduardo Acevedo, Cándido Juanicó, Pe- 
dro Bustamante, Ambrosio Velazco, Juan José de Herrera, 
los Ramírez, Justino Jiménez de Aréchaga, Angel Floro 
Costa; universitarios sobresalientes como José Cremonesi, 
Juan Andrés Ramírez, Dardo Regules, José Irureta Go- 
yena, Hugo Antuña, Carlos Travieso, José Espalter, 
Eduardo Ferreira, Juan Carlos Gómez Haedo, José Pe- 
dro Segundo, Joaquín Secco Illa, Julio Lerena Juanicó; 
estadistas, políticos y periodistas, como Santiago Vázquez, 
Gregorio Pérez Gomar, Antonio Bachini, Daniel Muñoz, 
Justino Jiménez de Aréchaga, Juan Andrés Ramírez, Car- 
los Traívieso, Hugo Antuña, Eduardo Ferreira, Eugenio 
Garzón, José Espalter, Joaquín Secco Illa: muchos, en fin, 
que brillaron en el foro, la prensa o el gobiem'O', pero que 
casi no tuvieron tiempo para dedicarse a la labor cuidada 
que requiere el libro, aunque cuando a él aplicaron por 
excepción sus facultades lo hicieron dignamente. Imposi- 
ble detallar aquí el mérito de cada cual en todos ellos. Ade- 
más : sólo me preguntaba usted por los prosistas y poetas. 

Le repito, pues, lo que al principio: es ésta toda la 
sinceridad de mi juicio solicitado por usted. Nunca había 



294 


JUAN ANTONIO ZUBILLAGA 


escrito esas opiniones — que como es natural no dejo ex- 
plicadas en todos sus fundamentos, sino apenas señaladas 
en sus más visibles motivos — pero tales como son perte- 
necen a usted, cuyo pedido tuvo la virtud de hacer que 
las escribiera. 

Montevideo, 5 de mayo, 1921. 



ÍNDICE 




ÍNDICE 


Páiti- 

<BODÓ> POB ZaLDÜMBIDE. 

(Breves comentarios a un gran estudio) 9 

«La sombra be Eubopa>. 

(Por Adolfo Agorio) 19 

El «Roi)ó> de Pérez Petit. 

(Anotaciones de justicia) . . 39 

«Diccionario crítico de acepciones>. 

(Por Santiago Ciuffra) 51 

«Bedención>. 

(Novela de Angel de Estrada) 59 

«La Touppe Sauvage> t «La Eosa de los Vibntos>. 

(Por Juana de Ibarbourou) 77 

«El Hombre de Oro». 

(Novela de Eufino Blanco Fombona) 85 

Eodó ante la crítica inglesa y norteamericana ... 95 

«Fray Luis de León» y «Exaltaciones». 

(Por Jerónimo Zolesi) 119 

El alma de un poeta. 

(Le7endo a Emilio Oribe) 125 



298 


Indice 


Pác», 

<La Bishi Abuba>. 

(Por Adolfo Agorio) . . . 135 

cSelva Sonorax 

(Por Mario Castellanos) . . , 145 

«Baza de Broncex 

(Novela de Alcides Arguedas) . ... 155 

«Huerto Abiconiosq>. 

(Por Angel de Estrada) . . . . 168 

«Ataraxiax 

(Por Adolfo Agorio) .... ... 175 

A DOS POETAS «NDEVOSX 


(Cartas a Carlos César Lenzi y Federico Morador) . . 185 


Sobre Ortografía fonética y lenguaje. 

(Carta a don Julio Cejador) ... . 195 

«Entre los pastos>. 

(Novela de Víctor Pérez Petit) ... .... 203 

«Cadoreto>. 

(Novela de Angel de Estrada) 209 

Tres novelas uruguayas. 

«La Perdida ATLÁNTn)A> 

(Por Carlos Alberto Clulow) 231 

«Los Amantes de Granada> 


(Por Manuel Acosta y Lara) ... 233 


«Doíía Ilusión en Montevideo> 
(Por Horacio Maldonado). 


236 



ÍNDICE 


299 


P*gs. 

Epístolas Breves. 

A Ghistavo Ckillinal 241 

A Juan Burghi 242 

A Luisa Luisi 243 

A Carlos Alberto Clulow 246 

A Justo Manuel Aguiar 247 

A Alicia Porro Freire 249 

A Juan M. Filartigas 251 

A Ernesto V. Süveira 253 

A Blas S. Genovese 254 

A Silvia Guerrico 256 

A Alfredo S. Clulow 258 

A Carlos M. Princivalle 259 

A T. M. González Barbé 261 

A JuHo Baúl Mendüaharsu 263 

Prosistas t Poetas del Uruguay. 

(Carta a Alejandro Andrade Coello) 267 




ERRATAS 


Página 

Linea 

Donde dice 

Dehe decir 

105 

16 

civilización : menciona 

civilización, y menciona 

200 

1 

galicismo 

galicismos 

201 

9 

lenguaje; 

lenguaje : 



Este libro 

SE ACABÓ DE IMPRIMIR 
EL DÍA 16 DE JüNIO DEL 
A So 1931, EN LOS TALLERES DE LA 
«Impresora Uruguaya», s. a. 
Cerrito E8Q. Juncal 
MONTEVIDEO